(Imagen de cabecera: detalle del sarcófago de Lope González de Quirós y Diego de Miranda, situado en el Monasterio de San Vicente de Oviedo)

Manu Yáñez (SACO, Oviedo)

En la clausura de la memorable película portuguesa Aquel querido mes de agosto (2008) –un melodrama rural aliñado con canciones populares–, el director, Miguel Gomes, aparece en escena, en medio de un bosque, dispuesto a lanzarle una buena reprimenda a su sonidista, Vasco Pimentel. “¡Hay sonidos-fantasma en las tomas de la película!”, denuncia el director. Y continúa: “Si estoy en medio de la naturaleza y tengo un plano de un arroyo… pero de repente se escucha una canción sin que haya nadie ahí… ¿Cómo es posible, Vasco? ¿Cómo es posible tener sonidos que en realidad no están ahí?”. Por su parte, el técnico de sonido, micrófono en mano y sin dejarse amedrentar, responde en tono desafiante: “O sea que aquí, por ejemplo, ¿no hay nada? ¿No se escucha nada?”. Gomes y Pimentel protagonizan un tenso duelo de miradas, y entonces, en un maravilloso giro irónico, el silencio del bosque se ve interrumpido por la súbita aparición, en la banda de sonido, de los primeros compases de la canción Adeus, amigo de Tony Carreira, nombre artístico de António Manuel Mateus Antunes. Los sonidos “que no están ahí” vampirizan las imágenes de Aquel querido…, y crean un puente, por arte de magia audiovisual, entre la belleza natural del bosque portugués y la cadencia mecedora del tema pop-melódico. Como apunta Pimentel en el fragor de la discusión, “las cosas se graban y filman con una voluntad”.

Esa intención que anida en el corazón del audiovisual, esa capacidad evocadora que emerge del encuentro –inesperado, en algunos casos– entre imágenes y sonidos, es justamente lo que explora la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) con su proyecto Plano Sonoro, que invita a artistas y sonidistas asturianos a colaborar en la realización de obras museísticas. Trabajos que, de forma recurrente, juegan con sonidos que parecen no estar ahí, pero que se manifiestan de un modo elocuente, en ocasiones, incluso exuberante. Es el caso, por ejemplo, de la pieza titulada Invierno, puesta en imágenes por el pintor Hugo Fontela y sonorizada por Kevi Aragunde (artista foley en Maixabel y Las leyes de la frontera). A la manera del cineasta observacional James Benning, la pieza se compone de un único plano fijo que captura el moroso tránsito del río Nora a su paso por la frontera entre la localidad de Las Regueras y el concejo de Oviedo. La hermosa composición, tocada por un fuerte halo pictórico, se interesa por el reflejo, sobre el agua, de la luz del amanecer, que se cuela entre una arboleda filamentosa. En un primer momento, la banda de sonido perfila una representación naturalista. Sin embargo, los sonidos de cosas “que no están ahí” pronto empiezan a colarse en la obra. Se trata de un tupido collage de sonidos procedentes de diferentes procesiones, incluidas las de Semana Santa. Los tambores se apoderan del plano sonoro hasta llegar a un cierto clímax, que luego se va disolviendo progresivamente hasta perfilar un regreso a una dimensión realista.

Otra de las piezas destacadas de la tercera edición de Plano Sonoro lleva por título Ahí y surge de la colaboración entre la escritora gijonesa Ángeles Caso y David Machado, Premio Goya al mejor sonido en 2016 por El desconocido. A nivel visual, la obra, filmada en un único plano, se construye a partir de dos movimientos, uno compositivo y otro lumínico. La imagen nos lleva desde la bóveda hasta el suelo del claustro del Monasterio de San Vicente de Oviedo, que colinda con el Museo Arqueológico que justamente acoge las proyecciones de Plano Sonoro. Por el camino, en esa panorámica descendente, la cámara se encuentra con el sarcófago de Lope González de Quirós y Diego de Miranda, esculpido en caliza en el año 1485. El plano deja en fuera de campo el rostro de una escultura del noble asturiano y prefiere centrarse en la figura de un perro cincelado a los pies de su amo. Es sobre ese can que se produce una suerte de sobrenatural despertar lumínico, un alumbramiento de la piedra que aparece acompañado por un conjunto de rasguidos metálicos que densifican la banda sonora, llevándola hacia un territorio lynchiano, enrarecido. De algún modo, la turbación sonora pone de manifiesto la hondura temporal de la materia rocosa, como si asistiéramos al aullido interno de una piedra que contiene siglos de inmovilidad. Como apunta Caso en una nota adjunta a la pieza, “Lo que somos se enraíza en las piedras”. Y así, Ahí consigue evocar “la presencia humana en su ausencia de emoción, ese contraste pavoroso entre nuestro breve temblor y la quietud eterna (de la piedra)”.

Plano Sonoro Vol. 3 se completa con el trabajo conjunto del agitador folclórico Rodrigo Cuevas y Mayte Cabrera, editora de sonidos y efectos en títulos como Todos lo saben o La hija. Entre el carácter observacional y el comentario socarrón, la pieza ¿Va cuántu que nun garres un TUA?” (que se traduciría como ¿Hace cuanto que no pillas un bus TUA?, una referencia a los Transportes Unidos de Asturias) presenta un plano fijo que apunta, desde el interior, a la puerta de salida de un autobús público de Oviedo. La estampa, que podría recordar al episodio que filmó Abbas Kiarostami en Gijón para su película Five, llega acompañada de un fondo sonoro que, pese a jugar con la idea de la recreación realista, vuelve a evocar presencias “fantasmagóricas”, muchedumbres inexistentes que pueden ser leídas en clave irónica. De esta manera, las obras de Plano Sonoro –que pueden verse en el Museo Arqueológico de Asturias hasta el 10 de abril– completan un recorrido que transporta al espectador de escenarios naturales a recorridos urbanos, del río a la piedra, de algarabías festivas a rugidos ancestrales. Un mapa de las imágenes y sonidos de Oviedo que invita a seguir confiando en el poder evocador del diálogo audiovisual.