Sospecha nunca fue uno de los filmes predilectos de su director. Por un lado, problemas con los productores hicieron que rechazaran su montaje original así como un final mucho más oscuro del que finalmente acontece. Por otro lado Hitchcock aseguraba que no acaba de estar convencido de los elementos que constituían la película (“los salones elegantes, las escaleras suntuosas, los dormitorios de lujo, etc. Era el mismo problema que tuve con Rebeca: un paisaje inglés reconstruido en América. Para esta historia, me hubiese gustado disponer de un cuadro autentico”). El cineasta inglés aseguraba estar contento del filme sólo en cierta medida, lo cual da una impresión bastante contundente del nivel de exigencia que se auto imponía porque Sospecha es, al igual que el resto de su filmografía, toda una clase de puesta en escena. Así, aunque la trama de la película difiera de aquella del libro en que se basa y que tanto gustaba a Hitchcock (aquí una mujer cree que su marido es un asesino en oposición al libro donde una mujer descubre que su marido es un asesino), el misterio nunca cesa ante una cámara que convierte a Cary Grant en un homicida implacable… incluso aunque no lo sea. ER

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