(Imagen de cabecera: The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft de Werner Herzog)

Ángela Rodríguez (Festival de Gijón)

En junio de 1991, el volcán Uzen, ubicado en la isla japonesa de Kyushu, entró en erupción. Los científicos, periodistas y fotógrafos que se encontraban en los alrededores documentando el fenómeno natural quedaron atrapados en el flujo piroclástico. Como de costumbre, los audaces Katia y Maurice Krafft, expertos “cazadores de volcanes”, estaban allí estudiando y filmando el evento. Y así, por el final, comienza The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft, documental en el que Werner Herzog esquiva los códigos del biopic para acercarse a la figura de los afamados y polémicos vulcanólogos. En una de las primeras escenas de The Fire Within, vemos a Maurice Krafft preparándose para filmar el letal espectáculo del monte japonés. Entonces, Herzog, con su quebradiza voz de ultratumba, hace hincapié en un detalle elocuente: pese a que estamos en el año 1991, Krafft filma con una cámara de 16mm. Así, el director de Fitzcarraldo señala que los Krafft tendían a poner la belleza estética de sus filmaciones por encima, o al menos al mismo nivel, de su valor testimonial. A lo largo del documental, Herzog desarrolla la tesis de que, con el tiempo, los Krafft fueron abandonando las constricciones del método científico para entregarse a una praxis de orden artística. Además, y esto explica en gran medida la fascinación de Herzog, los Krafft, en su obsesión por capturar la belleza salvaje de los volcanes, fueron dejando el instinto de supervivencia en un segundo plano.

El pasado verano, la cartelera española nos permitió conocer la historia del matrimonio de vulcanólogos gracias a Fire of Love de Sara Dosa. Como Herzog, la documentalista estadounidense seleccionaba imágenes del archivo de los Krafft, poniendo el foco en la complicidad y las diferencias de la pareja. Resulta interesante atender a las similitudes y diferencias entre ambas películas. Si Fire ofLove se proponía encumbrar los logros de la pareja de científicos mediante animaciones y un gran número de entrevistas, Herzog muestra más interés por la monumentalidad de las imágenes filmadas por los Krafft, así como por su contraplano: la historia de una obsesión que perfiló un camino a la destrucción. En este sentido, The Fire Within prolonga el persistente trabajo de Herzog en torno al estudio de la creación fílmica. Para ello, el director de Mi enemigo íntimo deja que las imágenes de los Krafft fluyan por su película acompañadas de música o de su voz, que actúa como guía por un viaje cronológico, pero no exhaustivo. Escarbando con esmero y lucidez entre más de 200 horas de metraje filmado por los Krafft, Herzog compone un réquiem personal y sentido, así como una oda al gesto de dejarse consumir a manos de la fascinación por una belleza indómita.

“Al otro lado del mar”.

En Al otro lado del mar, presentada en la Sección Oficial Tierres en Trance, Eloy Domínguez Serén y Samuel Moreno Álvarez mantienen una correspondencia filmada durante tres años. En este periodo, atraviesan momentos vitales significativos como algunos reencuentros familiares y el periodo Covid, con su respectivo confinamiento. Estas experiencias desembocan en la apertura de sendos caminos hacia la introspección y la memoria. “Dime, querido amigo, ¿también tu memoria duele cuando la tocas?” le pregunta Eloy a Samuel. Mientras que, en su carta, Samuel espeta: “Es imposible quitar el sucio de los ojos cuando se mira al pasado”.

Domínguez Serén y Moreno Álvarez se conocieron en Buenos Aires y desde entonces han conservado y cuidado su amistad. Ahora la muestran al exterior compartiendo esta correspondencia en la que sus personalidades, radicalmente distintas, evolucionan en paralelo al metraje y modulan el tono de una película que viaja de Galicia hasta Colombia y viceversa. El realizador gallego (autor de títulos como No Co won the Ice o Hamada) usa el comentario climatológico como un trampolín para llegar hasta sus inquietudes más personales. En su huida al ártico, escapando de algo que no logra identificar, consigue, durante la ausencia del sol, una mirada hacia dentro a través de su voz y de poderosas imágenes. Después, regresa a su Galicia natal y nos encontramos ante algo más parecido a un diario, en el que su familia tiene una gran presencia. En un alarde de generosidad y atrevimiento, Eloy comparte con Samuel y con nosotras sus solitarios bailes, su voz (a veces quebrada), y su propia desnudez.

En un contraste marcado, el cineasta colombiano se desenvuelve con una personalidad mucho más introvertida. A diferencia de su colega, su voz se traslada a la pantalla a través de texto, incluso su propia presencia ante la cámara resulta mucho menos frecuente; al comienzo, apenas se enfrenta a la cámara y, por otro lado, su estilo apunta en una dirección más cercana a la observación. En las cartas de Moreno Álvarez, resulta más evidente el temor a la exposición, que va desapareciendo poco a poco, como si fuese abriéndose a la confianza con su propio relato y la cámara. Al otro lado del mar se enriquece, así, gracias a los abismos estilísticos que hay entre ambos cineastas y se vuelve muy interesante comprobar cómo sus procederes artísticos están ligados a sus personalidades. Aunque el film se torna especialmente fascinante cuando se revelan las diferencias culturales entre los mundos de sus protagonistas, cuán dispares son las preocupaciones que profesan a miles de kilómetros de diferencia.