Cuando hace quince años el Festival de San Sebastián dedicó su retrospectiva clásica al director Frank Borzage (ciudad en la que, curiosamente, el director estadounidense había situado parte de esa maravilla titulada Deseo), hubo un pase que destacó por encima del resto —tal vez por la poca fama que tenía al lado de títulos mucho más reconocidos del director como El séptimo cielo o Adiós a las armas— y generó un estruendoso aplauso general. The Mortal Storm no es sólo una obra de aventuras impoluta, sino que cuenta con el factor añadido de hablar ya en el año 1940 del ascenso del nazismo desde la óptica de un profesor judío. Así, el interés documental de la cinta sobrepasa cualquier otro tipo de mérito: estamos ante la historia contada en el mismo instante en que sucede y, aunque Estados Unidos todavía no participase en la Segunda Guerra Mundial, las intuiciones sobre esa nueva Alemania ya eran diáfanas y estaban presentes antes si quiera de que todos los horrores del nazismo fuesen internacionalmente reconocidos. Más allá de eso, The Mortal Storm es también una ficción profundamente convincente acerca de los peligros del totalitarismo donde Borzage se luce especialmente en las secuencias que registran una persecución en las montañas nevadas de Baviera. Hitler, después de ver la película, prohibiría todas las producciones de la MGM en el país: pocos cumplidos mayores que ese. ER

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