Si el cine fuera capaz de pisar los terrenos de la mística, el misterio y la poesía, si el cine fuera capaz de escaparse más allá de sus propios límites físicos, si el cine fuera capaz de abrirse a lo desconocido, y arrastrar en su viaje a ese espectador que no se agarra temeroso a su butaca ni busca refugio en sus prejuicios y temores, esta película sería a la vez camino, guía y quizás destino. Inagotable fuente de encanto, Apichatpong, que se alzó con la Palma de Oro del Festival de Cannes en 2010, conjuga con naturalidad el misterio de la naturaleza con lo indecible de aquello que no queremos ver. Una película de fantasmas, una película de humor, un cuento de princesas, un hombre que se encuentra con los espectros de sus vidas pasadas. Todo cabe en una película que se antoja infinita. Gonzalo de Pedro Amatria

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