Presentada en la sección Nuevos Realizadores de la 66 edición del Festival de San Sebastián, esta película apuesta por contar y filmar los detalles. Trabaja sobre las expresiones de los sentimientos y los actos cotidianos para ofrecer la visión de esa doble soledad desde el punto de vista de madre e hija (emocionantes trabajos de Lola Dueñas y Anna Castillo), conformando un juego de espejos que más que reflejar la misma imagen acaba proyectando una visión complementaria, la de sus dos protagonistas. Y así invita al espectador a sentir el calor que emana del brasero bajo las faldillas de esa mesa camilla y también el frío que se respira en el resto de las habitaciones tras la muerte del padre, cuyo espectro recorre la casa como si fuera un personaje más en fuera de campo. Tras el cortometraje Luisa no está en casa(2012), la directora y guionista debuta con un film con algún tinte autobiográfico que hace de la contención una de sus grandes virtudes, pero que, sin embargo, no escatima emociones y, sobre todo, no tiene ningún tipo de pudor en mostrarlas tal y como son en la realidad. Fernando Bernal

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