Carlota Moseguí

Cuando la protagonista del último episodio de la novela póstuma de Roberto Bolaño se dispone a leer el libro de un tal Benno von Archimboldi, que acaba de comprar en el aeropuerto de Frankfurt, mientras espera la última conexión aérea que la llevará de vuelta a la ciudad mexicana de Santa Teresa, la mujer, Lotte, se sorprende al reconocer anécdotas íntimas de su infancia en ese libro. A continuación, el camaleónico narrador de 2666, que nos ha acompañado durante más de mil páginas, anuncia que Lotte ha llegado a la conclusión de que el escritor de ese libro sólo puede ser su hermano desaparecido durante la Segunda Guerra Mundial. La narración de este descubrimiento (ya conocido por el lector cientos de páginas atrás) viene acompañada del siguiente comentario sobre la prosa de Archimboldi: “El estilo era extraño, la escritura era clara, y en ocasiones incluso transparente, pero la manera en que sucedían las historias no llevaba a ninguna parte, sólo quedaban los niños, sus padres, los animales, algunos vecinos, y al final, en realidad, lo único que quedaba era la naturaleza, una naturaleza que poco a poco se iba deshaciendo en un caldero hirviendo hasta desaparecer del todo”. Este famoso fragmento de 2666 en que Bolaño utiliza la supuesta escritura del imaginario Archimboldi para describir su propio estilo, y resumir el contenido de su libro, también lo hallamos en la magnífica ópera prima de Nelson Carlo De Los Santos Arias. Precisamente, el debut de este director dominicano, premiado en la categoría de Mejor Película Latinoamericana en el Festival de Cine de Mar del Plata, es uno de los mejores homenajes al escritor chileno que nos ha regalado el séptimo arte.

Así, parafraseando a Bolaño, se diría que el estilo de la película Santa Teresa y otras historias es extraño. Sus imágenes son claras, sin duda transparentes, no obstante, la forma en que De Los Santos Arias narra y reúne las múltiples tramas paralelas del film parece no llevar a ninguna parte. Y decimos “parece” porque las apariencias siempre engañan. El espectador de Santa Teresa y otras historias, como el lector de 2666, quedará atrapado en un universo paralizador, que no sigue un tiempo cronológico, sino que se rige por una imparable circularidad. Por ejemplo, los personajes –repetidos en el largometraje y la novela– se perderán y se reencontrarán constantemente. Mientras que la puesta en escena de ciertas situaciones, acciones (sobre todo, relatos de crímenes) y localizaciones ocuparán instantes fugaces para que resulte más fácil saltar de una a la otra. En este sentido, el mayor logro de Santa Teresa y otras historias no es haber adaptado una novela narrativamente inadaptable. Su genialidad trasciende dicha gesta (ya de por sí heroica) y queda patente en el hecho de que el mismo esqueleto de la película emula la escritura de Bolaño. En otras palabras, De Los Santos Arias ha sido capaz de imitar la prosa de uno de los mejores literatos de la Historia a través del lenguaje audiovisual.

Como señalábamos, Santa Teresa y otras historias es uno de los mejores homenajes al autor de Los detectives salvajes, aunque el cineasta novel ha sabido escapar de una literalidad perfeccionista, decantándose por un recreación del esquema de laberinto ordenado que caracteriza 2666 y su melancólica pluralidad de voces. Todos los personajes –principales y secundarios– de nacionalidades, edades, sexos, profesiones, o aficiones distintas de 2666 estaban vinculados de alguna forma (en mayor o menor grado) a un lugar condenado a convivir con una ola masiva de crímenes, especialmente feminicidios. Bolaño bautizó esas coordenadas envilecidas bajo el nombre de Santa Teresa, pero en realidad ese lugar tenía (y sigue teniendo) otro nombre: Ciudad Juárez. “Lo más original de nuestra ciudad es la facilidad con que uno puedo encontrar la muerte”, proclamará, en dos ocasiones, una voz en off anónima de Santa Teresa y otros historias.

santa-teresa

Muchas serán las voces en off –de nuevo, la polifonía– que leerán pasajes del narrador de 2666 donde se aprecia esa atmósfera de muerte en la ciudad maldita. Desprovisto de diálogos en todo el metraje, el film se compone únicamente de monólogos que invocan y reviven los personajes imaginados por Bolaño. Esas voces sin rostro mencionan los inmigrantes que llegaron a Santa Teresa en busca de segundas oportunidades, como el profesor Amalfitano; el teniente Juan de Dios Martínez, encargado de investigar los homicidios; asesinos como el llamado ‘profanador de iglesias’, que apuñaló al sacristán de la Iglesia de San Rafael; las Muxes matriarcas o un corresponsal veinteañero americano que decidió cambiar el periodismo deportivo por el detectivismo amateur para encontrar al verdadero autor de los crímenes.

De Los Santos Arias plantea una mezcla de imágenes presentes del Estado de Chihuahua con pasajes de una ficción que ni siquiera es contemporánea. Su intención no es otra que denunciar cómo esa violencia de la que hablaba Bolaño sigue vigente en la actualidad. Al margen de las líneas que trazan el perfecto homenaje al escritor chileno, el cineasta añade dos elementos en el film, que, sin relación alguna con el texto de Bolaño, terminan encaminando la denuncia de la película sobre la intolerable violencia en México. El primero es una serie de fotografías de la artista Ambra Polidori, titulada Visite Ciudad Juárez, en la que se aprecian imágenes de cadáveres de mujeres halladas en el Estado de Chihuahua, y que permanecen sin identificación. Las fotografías de esas jóvenes olvidadas forman un collage que imita la apariencia de una postal, con lo cual le permite a la artista (y al director de Santa Teresa y otras historias) plantear un juego simbólico acerca del significado de la palabra souvenir.

El segundo añadido de De Los Santos Arias es el testimonio oral de la cineasta y activista Judit Gómez, quien fue detenida ilegalmente en diciembre de 2012 por manifestarse en contra del fraude electoral que supuso la victoria del actual presidente de México. A pesar de que este acontecimiento sucediese en México D.F., a miles de quilómetros de Ciudad de Juárez, el director construye un puente invisible entre esas dos ciudades que coinciden en su alto índice de criminalidad, injusticia y violencia. En vistas de una cierta tendencia en el cine mexicano contemporáneo, donde la crítica social se expresad a través del género de terror o el thriller sexual, De Los Santos Arias idea otro acercamiento más conceptual, pero igual de legítimo.

Ver Santa Teresa y otras historias online en el Festival Márgenes (hasta el 31 de diciembre).