Todavía recuerdo con un cierto escalofrío el descubrimiento de esta gran película de Bárbara Loden. Fue durante un Festival de Gijón en una sesión de media tarde después de una comilona considerable. Con ese traicionero adormecimiento que en ocasiones asalta al festivalero de pro, me sumergí en las imágenes de Wanda en un estado de duermevela. Al principio me costo ajustar mi sensibilidad a la combinación de tosquedad y belleza que invocaban las imágenes. El montaje, particularmente sincopado, era otro motivo para el extrañamiento: podía llegar a parecer que el proyeccionista se había equivocado en el orden de los rollos. Pero todo estaba bien. Estábamos ante una película inusual, en la que la angustiada verdad de una mujer en crisis trascendia los patrones de la ortodoxia cinematográfica. El viaje de esta madre de familia que decide huir de su “carcelaria” existencia suburbial antecede a Thelma y Louise, y la supera por varios cuerpos en sus dosis de furia (contenida), autenticidad y melancolía. Fue la única película que dirigió la actriz Barbara Loden (Esplendor en la hierba). Como pasó con Charles Laughton, con un solo título tuvo suficiente para dejar una huella imborrable en la historia del cine. MY

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