Probablemente, el más fascinante de los cineastas israelíes contemporáneos, y uno de los documentalistas en activo más subversivos y que mejor ha entendido los retos del documental contemporáneo, la obra de Avi Mograbi, atravesada siempre por una suerte de auto-ficción desestabilizadora y humoristica, es al mismo tiempo una de las que ha retratado con mayor complejidad las implicaciones políticas, sociales, e incluso identitarias e íntimas, de vivir en un país en continua guerra contra los demás y contra sí mismo. Z32 es uno de sus trabajos centrales, y sobresale por encima de los demás por el trabajo de enorme complejidad con los rostros, entendidos no como espejos del alma, sino como máscaras con las que construir nuevas identidades que permitan enfrentar el horror. La película construye una suerte de retrato incompleto, parcial, y deliberadamente fragmentado, de un joven soldado israelí responsable de la muerte de dos policías palestinos, a quienes asesinó cumpliendo órdenes, como venganza por un atentado terrorista que acabó con la vida de otros seis soldados israelíes. Pero también es un retrato del propio Mograbi, y es a través de ese doble retrato, el suyo propio y el del soldado, como Mograbi se acerca a la complejidad de una situación que le supera, no para establecer un discurso, sino para compartir sus dudas, sus problemas, sus fracasos éticos, personales, anímicos y políticos. GdPA

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