Júlia Gaitano (Festival de Sitges)

La atmosférica El Lago del Ganso Salvaje –estrenada en el Festival de Cannes y ahora presentada en Sitges– supone el regreso del chino Diao Yinan a las turbulentas aguas del neo-noir, género en el que ya incursionó con Black Coal, ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín en 2014. Un retorno al imaginario criminal protagonizado por la sensual dupla que forman el huidizo Zhou Zenong (Hu Ge) y una enigmática femme fatale (Liao Fan, coprotagonista de Black Coal). En el contraplano, toda una red de delincuentes cuyo objetivo es eliminar a Zenong del mapa, y un amplio destacamento policial, que antagonizan al escurridizo ladrón e involuntario asesino. Con su director de fotografía de cabecera, Dong Jingsong, Yinan crea una serie de estampas penetrantes, siempre al servicio de la historia: bellas y silentes en sus lagunas reflexivas, explosivas y sórdidas cuando la acción toma el mando del relato. Así toma forma una absorbente dialéctica en la que la melancolía arrolladora del film se ve contrapunteada por una violencia que no entiende de medias tintas. Una dicotomía estático-cinética que permite escenificar una escapada a ninguna parte, sin resolución posible y cuyo objetivo no es otro que el de encontrarle algún tipo de valor tangible y moral a la existencia de una figura marginal.

Con su dominio de la nocturnidad y su familiaridad con la sucia y abarrotada geografía de los bajos fondos provinciales, Yinan compone un retrato de cierto estrato social que se alimenta de lo sobrante, que vive de los residuos y reclama una seguridad que choca, inevitablemente, con la precariedad. Una miseria visible o soterrada que se enquista por todas partes: en una banda organizada de ladrones de motocicletas, pero también en las “bellezas de la playa” que, ataviadas con distintivos sombreros blancos, ejercen la prostitución en el Lago del Ganso Salvaje del título. Con un relato de lealtades cambiantes estructurado en múltiples capas, y una apuesta visual de corte esteticista que sabe capturar el “aire de su tiempo”, la película ofrece dos horas de inmersión en un universo fatalista y magnético.

Por su parte, Miguel Llansó, autor de la desconcertante Crumbs, también propone un particular acercamiento al cine de género en Jesus Shows You the Way to the Highway. Aunque lo que en Yinan era meticulosidad e introspección, en Llansó deviene visceralidad y extravagancia. Mientras el cineasta chino se interesa por el noir, el madrileño apuesta por una relectura de los códigos de la serie B orientados hacia la fantasía y la ciencia ficción. Se trata, en el fondo, de trastocar, a través de tramas enloquecidas, el sentido original de la iconografía popular, para así crear nuevas formas de representación.

Si en Crumbs Llansó se nutría de la plasticidad y significación del paisaje etíope para entrar en el terreno de la distopía, en Jesus Shows You the Way… ese rol figurativo y semántico lo ocupa la geografía humana de su protagonista, el etíope Daniel Tadesse, que en la piel del agente especial Gagano deberá infiltrarse, junto al agente Palmer (Agustín Mateo), en un mundo virtual amenazado por el gobierno ruso. Más allá de la premisa argumental, resulta inútil intentar explicar el film de Llansó, ya que gran parte del (sin)sentido de la propuesta pasa por la perplejidad que genera su visionado. Regocijándose en un absurdista discurso geopolítico y referencial –donde el logo pixelado de Batman convive con unas caretas de Robert Redford y Richard Pryor–, Jesus Shows You the Way… muestra una cierta pretensión de ser original a cualquier precio. Su singularidad es incontestable, así como la efectividad de su trabajo con el stop motion, pero pasada la sacudida inicial, el embrollado argumento agota prematuramente su efecto sorpresivo.