Página web del D’A – Festival internacional de cinema d’autor de Barcelona.

FAJR. Lois Patiño. España, Marruecos (2017). Con Lois Patiño.

Construida sobre una doble línea narrativa, y como el resto de la filmografía del autor de Costa da Morte, Fajr versa sobre el paisaje y el espacio (o rol) del hombre en el interior de éste. Por un lado, la primera línea corresponde a la puesta en escena de las mutaciones que sufre un paisaje natural cuando pasa de la total oscuridad a la luz cegadora. Fajr está compuesto por una serie de planos estáticos de las dunas del desierto de Marruecos. De entrada, diríamos que nada se mueve en el interior de esas escenas. Sin embargo, con la llegada del amanecer, el nivel de luz aumenta, las sombras desaparecen y surgen variaciones en los colores. Algo se mueve (muta) en dichas secuencias: el mismo paisaje. La segunda “historia” –o, mejor dicho, transformación física– de Fajr corresponde a un estado de conciencia que el cineasta ilustra a través del cuerpo de los individuos que lo experimentan. Los protagonistas anónimos del film son figuras petrificadas, ancladas a las dunas, que serán testigos de la extinción del silencio cuando suene el adhan (la llamada a la oración en el Islam). Esas figuras –hombres vestidos con túnicas y turbantes blancos o negros– se hallan en un estado de total plenitud panteísta que desembocará en la experimentación de lo sublime. Patiño ilustra visualmente el estado de éxtasis indescriptible en el que se encuentran sus personajes manipulando la imagen de manera extraordinaria. El cineasta añade un alargamiento vertical sobre las siluetas hasta que las hace desaparecer en un arco iris, como si la mente de esos seres humanos realmente se hubiese fundido con el paisaje. Carlota Moseguí (entrevista con Lois Patiño).

LA DISCO RESPLANDECE. Chema García Ibarra. 12 minutos. Turquía (2016). Con Fátima Kounbache, Juan José Faz, Amine Midoune.

Nacido como parte del film colectivo In the Same Garden, que se centra en las relaciones entre Turkía y Armenia, desde “una perspectiva humana y a través de historias personales”, según afirma la sinopsis oficial del proyecto, La disco resplandece es el nuevo cortometraje de Chema García Ibarra. En su nuevo trabajo, el cineasta alicantino parece haber dejado atrás la ciencia-ficción de baja intensidad que venía practicando hasta ahora, cambiando la exploración más paranormal de la cotidianidad del Levante español por una suerte de ficción-documentada sobre un grupo de jóvenes que, al caer la noche, se juntan para bailar, beber y escuchar música en una antigua cantera abandonada. Rodando por primera vez en 16mm, con fotografía en 4:3 de Ion de Sosa, con actores no profesionales, La disco resplandece toma el argumento central del omnibus –esa convivencia entre turcos y armenios– y lo expande en pedazos, retratando a un grupo multicultural de jóvenes levantinos, de orígenes muy distintos, pero unidos por el pasar de las horas, los mensajes de audio por whatsapp y los pequeños roces con la ley y las fuerzas de orden publico. En La disco resplandece, García Ibarra demuestra que mantiene un refinado sentido del humor, que en esta ocasión está al servicio de una no-historia de encuentros, diálogos nocturnos y reggaeton. García Ibarra es probablemente el único cineasta español que filma sin prejuicios la desprestigiada generación de ni-nis, habitualmente demonizados en los medios de comunicación: jóvenes de clase trabajadora-obrera, sin estudios, sin futuro, y, aparentemente, sin intereses. Los equivalentes a los chavs sobre los que ha escrito Owen Jones en su libro La demonización de la clase obrera, García Ibarra trabaja sobre la representación de los jóvenes de clase trabajadora, no solo desde la fascinación y el conocimiento, sino sobre todo desde el respeto: el juego irónico y desprejuicidado de códigos, referencias históricas, música reggaeton (por excelencia, la música que la cultura oficial demoniza y desprecia), y zapatillas de deporte con neón, construye un retrato preciso de una generación resplandeciente y arrojada al vacío de un mundo sin futuro aparente. Gonzalo de Pedro Amatria

LAS VÍSCERAS. Elena López Riera. 15 minutos. España (2016).

Tras su sugerente debut con Pueblo (2015) –un cortometraje que transitaba entre la antropología alucinada y el retrato generacional–, la directora valenciana Elena López Riera dobla la puesta con Las vísceras, un maravilloso artefacto poético que utiliza la memoria personal para celebrar, de manera espectral, una existencia marcada por los rituales y las tradiciones. Entre la historia de una mujer con “el corazón comido” y las estampas de unos niños que contemplan la matanza de un conejo, López Riera medita sobre la experiencia humana en el ardor de lo atávico: vida y muerte, inocencia y brutalidad, lo salvaje y lo domesticado. Pausada en su tempo y vertiginosa en su despliegue conceptual, Las vísceras evoca la obra de Pier Paolo Pasolini, Jean Eustache o Apichatpong Weerasethakul, aunque la intimidad y libertad con la que la directora maneja sus imágenes y temas permiten que la obra trascienda sus referentes. Manu Yáñez (Entrevista con Elena López Riera).

NUESTRA AMIGA LA LUNA. Velasco Broca. 15 minutos. España (2016). Con Satish Kumar, Black Baba, Julián Génisson, Beatriz Lobo.

¿Qué puede vincular a un sacerdote occidental, un chico indio con el rostro y los pies deformados, una enigmática femme fatale y un hombre capaz de generar visiones místicas? Los espectadores de Nuestra amiga la luna, el nuevo cortometraje de Velasco Broca, descubrirán que las conexiones entre estos personajes son tan misteriosas en su lógica como evidentes en términos compositivos, anímicos y plásticos. Una adaptación libre y fatalista de El himno de la perla, el texto gnóstico del siglo III, Nuestra amiga la luna supone el regreso al cine, tras un retiro de cinco años en India, de uno de los autores más libres y heterodoxos del cine español del siglo XXI. Un regreso al cine en 16mm que expande la obra de Broca hacia nuevos escenarios y dimensiones paisajísticas, pero en el que siguen resonando las sombras de Val del Omar, el Sci-Fi, el documental etnográfico, Bresson o el noir. Como en anteriores trabajos de Broca, hay elementos en Nuestra amiga la luna que parecen surgidos de un ejercicio de memoria alucinada: el “cuándo-era-un-niño-pequeño” que abre la película, el vestuario retro de los personajes, una persecución nocturna muy expresionista, el blanco y negro, los fragmentos mudos… Un verdadero cruce, o quizás un cortocircuito, entre la Historia Universal, la Historia del Cine y las historias de unos personajes de resonancias icónicas. Manu Yáñez (entrevista con Velasco Broca).

JEANETTE. Xurxo Chirro. 7 minutos. España (2016). Con Jeanette Conde, Ángeles Rodríguez, Antía Álvarez, Mateo Álvarez.

La larga tradición de retratos cinematográficos hunde sus raíces en una tradición anterior, tan fructífera como variada, procedente de las artes plásticas, la pintura y la escultura. Y aunque el acercamiento al rostro, entendido como una puerta de entrada a lo más íntimo, ha ido cambiando a lo largo de la historia, alejándose de la semejanza física para adentrarse en la emocional y acabar poniendo el acento en la subjetividad del artista, y no del retratado, hay una tensión que se manifiesta a lo largo de toda la historia del arte del retrato: la del rostro como máscara, y no como ventana, puerta, vía de acceso a todo aquello que está oculto a las apariencias. El cortometraje Jeanette, del gallego Xurxo Chirro, se plantea al mismo tiempo como una película de ficción, en la que las acciones importantes aparecen casi fuera de cuadro, y un documental sobre el rostro de la actriz protagonista, a través de cuyas facciones hemos de ser capaces de desentrañar los giros de la trama. Dejando de lado la parte más ficcional, con un acento demasiado dramático y subrayado, Jeanette es un trabajo fascinante sobre el rostro y el tiempo cinematográfico. Doce planos secuencia, con el rostro de Jeanette (actriz y personaje comparten nombre, en una pista del juego de ficción construido sobre rasgos reales) como (casi) único protagonista. Con los Screen Test de Andy Warhol en la memoria, esos largos planos secuencia con los que el artista torturaba a los visitantes de la Factory, obligándoles a posar de forma sostenida frente a su cámara, sin nada que hacer más que enfrentarse al tiempo vacío y la presencia de la cámara, Jeanette funciona como un buen estudio sobre las capacidades (o incapacidades) expresivas del rostro, y la fascinación que produce su doble condición de máscara y ventana, de muro y puerta, de invitación a la pregunta y rotundo e inextricable misterio. Gonzalo de Pedro Amatria

NEW MADRID. Natalia Marín. 10 minutos. España (2016).

“Simulación es pasado y es futuro”, dice la voz en off de New Madrid, el corto de Natalia Marín que se proyectó ayer en el Festival de Sevilla. Tremendamente hipnótica en lo sensorial y profundamente sugerente en el plano intelectual, la pieza de Marín (uno de los tres miembros del colectivo Los Hijos) retrata ocho localidades llamadas Madrid de los Estados Unidos. Algunas existen; otras, ya no, poniendo de manifiesto el fracaso de unos proyectos urbanísticos y arquitectónicos basados en la repetición y en la copia. En el centro del ensayo fílmico de New Madrid está la idea de la simulación, el retrato de unas localidades que, podríamos decir, carecen de sustancia. La voz en off, entre lo humano y lo monocorde, acompaña unas imágenes de ciencia ficción, en las que las ciudades se convierten en líneas, en conceptos, y finalmente en abstracción. Violeta Kovacsics

NUEVO ALTAR. Velasco Broca. España (2017). Con Ramón Churruca, Julián Génisson.

La batalla entre el Bien y el Mal se está librando en la iglesia de un pueblo de Navarra del que jamás conoceremos el nombre. El combate no está igualado puesto que éste sucede sin que una de las dos partes tenga conciencia de ello. Tampoco han sido informados los habitantes del municipio, los cuales son víctimas secundarias de las bromas pesadas que un demonio travieso (Ramón Churruca) le está gastando al nuevo párroco. Nuevo altar, el primer cortometraje de Velasco Broca filmado en formato digital, es una desternillante obra de posthumor cuyo esqueleto tiene forma de noir clásico. La película narra la obsesión del Padre Julián (interpretado por el guionista de la película, Julián Génisson) por descubrir el paradero de un párroco desaparecido; un misterio que cada vez será más difícil resolver por culpa de las inagotables jugarretas que planea ese diablo de segunda categoría. La obcecación enfermiza del protagonista por conocer la verdad se manifiesta en su máximo esplendor en el mundo de los sueños. Durante la noche, y a la hora de la siesta, el Padre Julián sufre una serie de pesadillas en las que imagina cómo fue asesinado su predecesor en la parroquia. Al son de la inquietante Sonata para violín en sol menor de Giuseppe Tartini –también conocida como Trino del diablo porque cuenta la leyenda que el diablo se le apareció en sueños al compositor barroco antes de crear este prodigio musical–, la trama detectivesca entra en una especie de bucle sin salida, que el autor y guionista han resuelto con un increíble giro que pone punto y final al misterio con una insospechada historia de amor. Carlota Moseguí