Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

Mano de obra arranca con un impactante plano de un grupo de trabajadores de la construcción que se encuentran en plena labor en el patio de una casa de lujo en Ciudad de México. Cuando uno de sus compañeros cae desde el piso superior y fallece en el suelo, la cámara se queda fija para retratar la reacción del grupo. Una respuesta estática que marcará el devenir formal de la película. Salvo dos sutiles momentos que sirven para puntuar sendos instantes catárticos del relato, todo son planos fijos. Así debuta David Zonana en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, con una interesante ópera prima que, con el apoyo de Michel Franco (Después de Lucía) en la producción, aborda asuntos de importante proyección social como la corrupción moral del sistema o la lucha de clases imperante en la realidad mexicana.

Tras el accidente que tiene lugar en la primera secuencia, el film retrata la lucha del hermano del obrero fallecido por cobrar la pensión que le corresponde a la viuda. Ante la negativa del capataz de la obra a pagar, y cuando el dueño de la casa en construcción fallece, el protagonista decide ocupar la vivienda y realquilar las habitaciones a otros compañeros y vecinos. De este modo, se convierten en “paracaidistas”, como se conoce en México a las personas que toman posesión de una vivienda ajena.

Con un único actor profesional (Luis Alberti), a quien acompaña un reparto formado por verdaderos obreros de construcción –lo que favorece un trabajo de corte naturalista–, Zonana retrata el proceso de corrupción moral del líder de esta comuna del siglo XXI. Su cámara fija recrea de forma directa y concisa cómo ese impulsor de una utopía es seducido por el poder y el dinero, y acaba reproduciendo, a pequeña escala, las faltas de los gobernantes del país. Evitando imponer un juicio de valor sobre el protagonista, Zozana apunta que la corrupción puede calar en cualquier estrato de la sociedad.

Como si se tratara de un apéndice de Parasitos de Bong Joon-Ho –con la que comparte la idea de la casa como centro de poder y el uso del agua como elemento metafórico que presagia la tragedia–, Mano de obra despliega su certero análisis sociológico y su poderoso envite político sin cuestionar los límites morales de sus personajes. Siempre fiel a su apuesta por la estasis, Zozana revela la fatalidad de unos “paracaidistas” que viven con la incertidumbre de no saber dónde realizarán su próximo salto.