Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

El director francés Emmanuel Finkiel adapta en La douleur (Memoir of Pain) la novela autobiográfica en la que Marguerite Duras, fallecida ya hace 20 años, narró sus experiencias durante la II Guerra Mundial, en el París tomado por el ejército nazi. El film habla de la pérdida, en este caso la desaparición del marido de Duras, que, acusado de conspirar contra el régimen, es encarcelado y, posteriormente, deportado a un campo de concentración. Tiene el film de Finkiel una llamativa fractura en su desarrollo, una falla que marca un punto y aparte muy acentuado. La primera mitad del film podría pasar por una producción francesa (de esas de qualitè) generosa en sus ambientaciones y decorados, facturada formalmente con pulcritud y bienintencionada en su posicionamiento político-moral. Durante esta parte vemos cómo un agente colaboracionista corteja-chantajea a Duras a cambio de conseguirle diariamente un parte sobre el estado de salud de su marido encarcelado. Este planteamiento, obviamente, fallece muy pronto, por su fatiga narrativa y por el poco interés cinematográfico que emanan sus imágenes.

Sin embargo, los Aliados toman París y a partir del primer bombardeo (mientras caen las persianas metálicas de un típico bistró de la ciudad) La douleur (Memoir of Pain) da un giro y se lanza sin tapujos hacia la introspección narrativa. A partir de ese momento, es la voz de Duras la que cobra todo el protagonismo: resuenan en off de forma reiterada las palabras escritas por la autora del mítico guion de Hiroshima, mon amour (Alain Resnais, 1959) en la voz de Mélanie Thierry. Si en la primera parte del film la actriz (habitual de este director) vagaba como un espectro entre la grandilocuente escenografía, en el tercer acto se refugia en su interior para repetir las letanías de Duras, cuestionarse sus mismas dudas, hallar las mismas respuestas insuficientes y reflexionar a propósito de la pérdida: ¿Se vuelve a ser la misma persona después de haber sufrido una separación forzosa?

Duras/Thierry pasean y observan desde la ventana el París liberado que muestra carteles que animan a los franceses a “Volver a vivir”. Sin embargo, la guerra ha terminado ya por siempre con su esperanza y la realidad que han contado los medios es otra después de que se abran las puertas de los campos de concentración. Sin ese prólogo insustancial, y sólo con el monólogo interior de la protagonista –planteado bajo el paraguas estético de un montaje teatral repleto de claroscuros, sombras y desenfoques, con la casa de la protagonista como único escenario–, el film hubiera sido, junto con Alisa de Anahí Berneri, el segundo brillante tratado sobre la pérdida visto en la segunda jornada del Festival de San Sebastián. También hubiese sido una película infinitamente más arriesgada. A la postre, parece que La douleur (Memoir of Pain) sólo muestra la prosa, y no el alma, de Duras flotando entre imágenes.