Júlia Gaitano (L’Alternativa)

Cuando Erick Stoll y Chase Whiteside llegaron a Colima, México, la película que planeaban realizar no tenía nada que ver con el documental que presentan en esta edición de L’Alternativa (Festival de Cine Independiente de Barcelona). Lo cuentan los dos jóvenes cineastas, que debutan en el largometraje documental con América y acuden al certamen barcelonés dispuestos a responder preguntas de los espectadores. Cuentan que, al conocer a América, la entrañable mujer nonagenaria que protagoniza y da título a su propuesta, lo vieron claro y cambiaron sus esquemas para poder homenajearla en su obra. Parecía una actriz, apuntan, recordando las primeras impresiones que tuvieron de su estelar protagonista, cuya luz llena la pantalla a pesar de lo trágico y precario de su situación. Rodriguez, Bruno y Diego, nietos de América, coprotagonizan el film. Su padre Luis, que hasta ese momento había sido el único cuidador de la anciana, es aprisionado por sospechada negligencia cuando esta sufre un pequeño accidente y los vecinos son alertados por sus gritos. Los tres hermanos, que se dedican al mundo del espectáculo y viven de forma nómada, se trasladan hasta Colima para cubrir el puesto de Luis cuidando a América y, a la vez, intentar solucionar el malentendido y sacar a su padre de prisión. En el documental, cuya filmación se prolongó durante tres años, Stoll y Whiteside aprovechan lo particular de esa situación familiar para incluir una mirada crítica hacia la ineficacia de las políticas sociales en México y la corrupción endémica que sufre el país. Lo que se relata en América, por lo tanto, está cargado de dramatismo, y sin embargo el film consigue que el recuerdo final que queda sea el de una estampa de puro amor y respeto. En la propuesta resaltan las escenas compartidas entre América y Diego, el mediano, en las que, a pesar de su senilidad, la anciana regala verdaderas perlas (en gestos e intervenciones inspiradas), y una genuina y valiosa lección de vida.

“Trote” de Xacio Baño.

De un film tan afable y acogedor como América, pasamos a otro que se encuentra en las antípodas de esas sensaciones. A raíz de su participación en el Festival de Locarno el pasado agosto, entrevistábamos al cineasta gallego Xacio Baño, que se encontraba ahí presentando su primer largometraje, Trote, que se ha podido ver estos días en L’Alternativa. El motor del argumento es un duelo familiar en un hogar rural de Galicia, puramente anclado, como apuntaba Manu Yáñez, en un tipo de cine epidérmico, “aferrado a la fisicidad del relato”. Al morir su madre, Carme se queda sola con su padre, inmovilizada por los deberes familiares. Luis, su hermano, llega al pueblo con su pareja. El film, como los personajes, es arisco, hermético y, bajo una apariencia aséptica, tiene un punto de salvaje. El foco se mantiene, claro e preciso, sobre cada uno de los protagonistas, que quedan encerrados en sus propias mentes, impidiendo que los otros –o los mismos espectadores– puedan llegar a ellos. En Trote, entre la vulnerabilidad humana y el instinto animal (con esos caballos siempre presentes) se genera una tensión presente a lo largo de todo el relato, que llega a eclosionar en su desenlace, al llegar, finalmente, el movimiento desenfrenado que anuncia el título. Una detallista fotografía, acompañada por un tempo lento que desaparecerá en el último tramo de metraje, alumbra el paisaje y los interiores de casa tradicional gallega. Finalmente, en su conclusión, queda en el aire un rastro de humo, como el de los cohetes que se lanzan durante el film, testimonio de un acto violento que no ha llegado a tener lugar.

“Una vez la noche” de Antonia Rossi.

También de hogares nos hablan, en ambas ocasiones a través de la animación, las propuestas del tándem Joaquín Cociña-Cristóbal León y la de la artista visual Antonia Rossi. Los primeros, directores de La casa lobo, interpretan libremente en ella los horrores sucedidos en Colonia Dignidad, en su Chile natal, a partir de María, una protagonista omnipresente. El tipo de animación de los cineastas es un stop-motion profundamente ligado a lo plástico, al estilo del artista checo Jan Švankmajer, adoptando también el léxico pesadillesco característico de sus obras. La historia se desarrolla dentro de una casa, prácticamente toda entre las cuatro mismas paredes, que se van metamorfoseando a medida que el mundo y los personajes alrededor de María se tornan cada vez más oscuros. Por su parte, en Una vez la noche, Antonia Rossi descarta la dimensión de volumen en la cual se centran en gran parte los diseños de Cociña y León. Rossi ha confeccionado un entramado de historias a modo prácticamente capitular, mostradas a través de un continuo de ilustraciones, láminas. Estas toman vida y movimiento a través de transiciones y, particularmente, el diseño sonoro, que hace maravillas. Las distintas narraciones, aunque protagonizadas por distintos individuos, que se encuentran en distintas situaciones, comparten un mismo núcleo. Todos ellos cuentan con un gran drama personal, que les impide sentirse parte de su entorno. Incapaces de empatizar con los problemas externos, quedan atrapados dentro de su propia subjetividad, que marca el despliegue visual de sus historias. Cada uno cuenta con un estilo de ilustración particular, pero todos viajan a lo largo de su memoria, revisitando sus vidas, analizándolas, para encontrar los instantes particulares en que todo se torció.

“Teatro de guerra” de Lola Arias.

La argentina Lola Arias encara en Teatro de guerra a un grupo de veteranos de la guerra de las Malvinas, tres del bando argentino y tres de parte del Reino Unido. Más de 35 años después del enfrentamiento que costó centenares de vidas a ambos frentes, Lou, David, Rubén, Sukrim, Gabriel y Marcelo se juntan en este ejercicio autoreflexivo donde Arias les pide que pongan en escena de distintas formas el horror que vivieron en 1982 y que, a la mayoría, les sigue atormentando hasta día de hoy. Así lo hacen, en un film a medio camino entre el documental, el ensayo y la ficción, donde los veteranos recrean escenas brechtianas, creándose a sí mismos, narrando sus historias a través de figuritas, utilizando actores más jóvenes… Lola Arias evidencia el artificio hasta los límites, explorando las experiencias y recuerdos de los protagonistas desde todos los ángulos posibles. A pesar de resultar un ejercicio increíblemente interesante, cabe preguntarse si la película, muy a su pesar, termina concentrando su fuerza únicamente en el plano teórico. Sea como sea, en medio de todo el sinsentido que supone la guerra para aquellos que la han vivido en sus carnes, Teatro de guerra muestra, de forma esperanzadora, un triunfo de humanidad. La obra de Arias no se limita a este film, sino que cuenta con una obra de teatro complementaria, protagonizada por los mismos veteranos que aparecen en la película.

Our New President de Maxim Pozdorovkin no comparte los mismos principios humanistas que los otros films mencionados. Partiendo de imágenes de archivo de orígenes muy variados (desde televisiones nacionales hasta redes sociales varias) y un montaje explosivo, Pozdorovkin ilustra satíricamente el panorama mediático ruso frente la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. El retrato, en el que evidentemente resalta su carácter humorístico, cuenta con un subtexto bastante aterrador, pues la propaganda mostrada, aunque por excesiva pueda llegar a parecer paródica, no deja de ser contenido real. Como cualquier producto que adapta el lenguaje de internet a formatos más tradicionales, Our New President se arriesga a excederse en metraje, pues parte de la gracia y sentido del lenguaje del meme es su volatilidad, su inmediatez. En ese sentido, la película de Pozdorovkin puede llegar a resultar demasiado reiterativo, aunque a lo largo del metraje el film va recuperando nuestra atención con momentos puntuales de estupefacción e hilaridad, como las numerosas canciones que (de forma no irónica) ciudadanos rusos dedican a Trump.