Como un puñal benefactor que atraviesa las actuales medidas de distanciamiento social, el cortometraje Os corpos, dirigido por Eloy Domínguez Serén, se presenta como un vendaval arremolinado de abrazos, golpes, sacudidas… una verdadera catarsis fílmica convertida en materia antiviral para los sentidos. El escenario: el Entroido ourensano, considerado el carnaval rural más antiguo de Europa. La fecha: finales de febrero de 2020, semanas antes de la eclosión de la pandemia del coronavirus en España. El autor: Domínguez Serén, que después de ahondar en un cine más meditativo y autorreflexivo en No Cow on the Ice o Hamada se adentra en las agitadas aguas del cine de los cuerpos con la figura de Claire Denis como luminaria a seguir. Aprovechando que Os corpos, producido por Filmika Galaika, se presenta estos días en el prestigioso Festival Internacional de Clermont-Ferrand, conversamos con su director acerca de la concepción y realización de este cortometraje fabulosamente fervoroso y atronador.
En el contexto actual de la pandemia de Covid, el carácter físico y extático de Os corpos funciona como un verdadero bálsamo sensorial-espiritual contra estos tiempos de distancias de seguridad e interacciones (necesariamente) asépticas. ¿Imaginabas que la película podría convertirse en una “cápsula del tiempo” de un modo casi instantáneo?
Es realmente extraño, porque a pesar de que rodamos Os Corpos apenas quince días antes del inicio del Estado de Alarma y que el virus había golpeado ya entonces el norte de Italia, nadie podía imaginarse en aquel momento que no volveríamos a corrernos una juerga bulliciosa como aquella hasta quién sabe cuándo. Vistas desde una perspectiva actual, parecen imágenes de una orgía pagana y multitudinaria. Miles, miles de cuerpos colisionando, danzando, zarandeándose, contorsionándose, abrazándose… Cuando revisé el material, apenas un mes después de rodarlo, ya en pleno confinamiento estricto, viví una dolorosa mezcla de estupefacción, alboroto y morriña. Aún me pasa a día de hoy, veo a toda esa gente sin camiseta, sudorosa, lanzándose barro, harina, cenizas, hormigas… y pienso: “joder, mataría por abrazar a un extraño”.
Si hay algo que cohesiona las imágenes de Os corpos parece ser un cierto punto de vista interior a la fiesta. ¿Cómo surgió la idea de filmar Os corpos? ¿Teníais claro desde el principio que no ibais a utilizar tomas lejanas o panorámicas que permitiesen una visión exterior de la fiesta?
Eso era lo único que teníamos realmente claro. Para mí una parte extraordinaria del Entroido ourensano (Carnaval) es verte arrastrado, arramblado y zamarreado por una marea humana que avanza imparable, en éxtasis, en absoluto delirio. Es como una especie de mosh o pogo sumergido en un violento baile de disfraces. Puro ímpetu, energía, fisicidad, corporeidad. Sabíamos que queríamos estar muy pegados a las caras, a los cuerpos, a la piel y al sudor, y el único modo de hacer eso era meter la cámara en el epicentro del caos. Corrimos en medio de la multitud, saltamos con ella, bailamos, combatimos, nos vimos empujados, aplastados… Éramos un equipo de apenas tres personas y nos llevamos golpes por todos los lados. Fue increíble. Sí, sabíamos que queríamos estar dentro en todo momento, porque el único modo de filmar el éxtasis es ser parte de él.
Me interesa la idea de que Os corpos no sea una colección de momentos privilegiados. Los instantes de máxima euforia (los saltos de las personas que portan la araña, el arrebato de los tamborileros) se encadenan con tiempos casi muertos, pausas en la vorágine, transiciones. Diría que nunca llegar a percibirse con claridad una estructura, un ordenamiento, que pudiese mermar la sensación de caos festivo y orgánico. ¿Cómo fue el proceso de montaje del film?
Vorágine, me gusta mucho esa palabra. ¡Qué bien traída! Había un concepto que tenía muy claro tanto durante el rodaje como en el montaje, que era el del desasosiego. En ese sentido, quería que la pieza se fuese convirtiendo poco a poco en una película de terror. Pasar de una fiesta divertida a una que ya no lo es tanto, de la jarana y el desmadre a la amenaza, el temor, lo lúgubre y tenebroso. Hay dos líneas de evolución clave en la pieza: por un lado, la transformación del día en noche, la transición de la vivacidad del color a la lobreguez de la oscuridad, de cuerpos definidos a siluetas y sombras anónimas. Por otro lado, la desfiguración y desaparición de los rostros, las facciones humanas dejan de verse definidas para convertirse en manchas y formas irreconocibles, todo se vuelve anónimo e insondable, engullido por la masa y las tinieblas.
Mi impresión es que Os corpos aspira a desdibujar, de la mano del carnaval, los límites entre razón e instinto, concordia y conflicto, entre una cierta idea de tradición (ahí está la presencia de los caballos, las antorchas, los tambores) y su subversión popular (las sierras eléctricas, la harina, la araña gigante). No sé si eso es algo que ya está en la realidad del carnaval o si los habéis subrayado o reforzado de algún modo en la película.
Para mí el Entroido tiene algo de punk, de rebelión y de vandalismo, pero también existe un cierto purismo férreo entre sus incondicionales. Si bien es cierto que el Carnaval ourensano es uno de los más antiguos, tradicionales y “enxebres” de Europa, tiene también una capacidad de absorción, metamorfosis, reinvención y embrutecimiento insólitos. El objetivo es perder el propio dominio de uno mismo hasta convertirte en cualquier otra persona, en quien nunca has sido, en quien tal vez nunca vuelvas a ser. Creo que yo mismo también me permití ser durante esos días el cineasta que nunca había sido: venía de un cine más sereno y contemplativo, ritmo sosegado, plácido, composiciones precisas y pictóricas. Lagom, como dicen en Suecia. Os Corpos, sin embargo, es una subversión de mi propio cine: nervio y adrenalina, cámara al hombro, inestabilidad, golpes, desenfoques, montaje áspero, en ocasiones frenético… Un chute en vena. Y quiero más.
Imagino que, en el frenesí de la fiesta, debe ser difícil pensar en referentes fílmicos o teóricos, pero la proximidad a los cuerpos y la modulación de las escenas a partir de la intensidad de los gestos me hizo pensar inevitablemente en el cine de Claire Denis, en la memorable escena del festival callejero de Shara de Naomi Kawase, en las imágenes pulsionales de las que hablaba Gilles Deleuze o en la idea del “imperativo pirotécnico” y el consumo estéril de energía del que hablaba el filósofo francés Jean-François Lyotard. ¿Cómo definirías tu relación con el cine de los cuerpos? ¿Hasta qué punto te interesaba perfilar un discurso de orden sociopolítico más allá de la vertiente sensorial del film?
Es maravilloso que menciones a Claire Denis, Manu, porque este cortometraje es en gran parte consecuencia directa del profundo impacto que supuso en mí el visionado de Beau Travail hace un par de años. Es una película a la que regreso con frecuencia. La influencia del cine de Denis ha sido tan determinante en mi trabajo más reciente que, apenas un día antes del inicio del rodaje de mi último cortometraje, Rompente, el director de fotografía, Diego Romero, y yo estuvimos analizando juntos secuencias completas de White Material. Es sin duda la dirección en la que quiero trabajar en este momento: cámara en mano, orgánica, enérgica, recia, próxima al rostro, a la piel, al cuerpo. Mi padre es herrero, yo mismo he trabajado durante años en la construcción, vivo actualmente rodeado de marineros y mariscadoras. Para mí el cuerpo está asociado al trabajo y el trabajo al alma. Estoy de acuerdo con quien afirma que el cuerpo es un territorio político y de un modo u otro la fisicidad de los cuerpos está presente en todos mis trabajos, desde la primigenia Pettring hasta la más reciente Rompente.
Querría preguntarte por la riqueza sonora de Os corpos, una película en la que, incluso en sus momentos más pausados, da la espalda al silencio a través de zumbidos de fondo, crepitares de antorchas, ecos de sonidos que reverberan. ¿Cómo fue el trabajo de registro y posterior diseño sonoro?
El Entroido nunca es silente. Es imposible no escuchar un folión (bandas de bombos y tambores), una choca (los enormes cencerros que llevan colgados los personajes de la cintura), un aturuxo (grito folclórico gallego), una charanga, una comparsa… El Entroido es puro trance. Los folións se tiran horas y horas golpeando los tambores, hasta que sangran por las manos, y aún así siguen dándole y dándole y dándole. Es la hostia. Estoy muy feliz y orgulloso de decir que el sonido directo lo hizo mi hermana pequeña, Alba, que tiene veintidós años e hizo un trabajo magnífico. Creo que el Entroido es un sueño y una pesadilla para un sonidista, y ella registró un sonido espectacular, colosal, sorprendentemente nítido para el estruendo ensordecedor que son esas celebraciones. La imagen y el sonido fueron totalmente por separado durante el rodaje, por lo que no había material sincronizado, así que me tiré muchas semanas asociando imágenes a sonidos con los que pudiesen dialogar de un modo u otro. La guinda al pastel la puso Juan Carlos Blancas, excelente sonidista y músico, que afinó el diseño sonoro que yo había hecho e hizo también la mezcla de sonido, en el estudio de otro grande, David Machado. Es una auténtica pena que, en estos tiempos de festivales online, los espectadores no puedan escuchar la mezcla 5.1 que hizo Juan, que es apoteósica.
¿Podrías contarnos algo sobre tus próximos proyectos?
El pasado mes de noviembre tuve la inmensa fortuna de rodar mi primer cortometraje de ficción. Se titula Rompente, está producido por Felipe Lage (Zeitun Films) y lo filmamos en varias localidades del Barbanza, en la provincia de A Coruña, donde llevo viviendo una temporada. El cortometraje narra la historia de una pareja muy joven que son padres de un bebé de pocos meses en un pequeño pueblo marinero. Es un proyecto muy especial para mí, ya que tiene una parte biográfica. Me siento realmente afortunado ya no solo de haber podido rodar en medio de la pandemia, sino de haber contado con la ayuda de un extraordinario equipo, con profesionales magníficos que venían de trabajar en proyectos como O que arde, Lúa Vermella, Longa Noite, Ons, Hierro o con Diego Romero, director de fotografía habitual de Roberto Minervini. Actualmente estamos en plena fase de montaje con Cristóbal Fernández, un tío fantástico, montador de O que arde, Entre Perro y Lobo o My Mexican Bretzel, y coautor de Mudar la piel. Estamos muy felices con el material y esperamos tenerlo listo esta primavera.
OS CORPOS – THE BODIES (Trailer) from Eloy Domínguez Serén on Vimeo.