Sullivan es un director de comedias que, aburrido de su trayectoria, decide dar una giro a su carrera y realizar una película seria sobre la pobreza y la gran depresión en que estaba sumida Estados Unidos. Para ello, se embarcará en un viaje haciéndose pasar por un mendigo y conocerá a una aspirante a actriz en la que es seguramente una de las mejores road movies de la historia. En realidad Los viajes de Sullivan es mucho más que eso: es una película que va de una risa a otra. El metacine sirve aquí para dar a entender que, pese a los problemas vitales que puedan acechar al espectador, el cine también es arte cuando sirve simplemente como vía de escape. Preston Sturges aseguraba haber realizado el filme como reacción a la moralina imperante en las comedias de Hollywood que “abandonaban la diversión en aras del mensaje” y, tal y como reza la dedicatoria de la película, quiso darle importancia a la carcajada por encima de todo lo demás: “To the memory of those who made us laugh: the motley mountebanks, the clowns, the buffoons, in all times and nations, whose efforts have lightened our burden a little, this picture is affectionately dedicated”. ER

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