Entre el hype, la superficialidad pop, el brillo fugaz, y la energía punk y trash, la película Harmony Korine rodó una película tan subyugante como sospechosamente conservadora bajo su apariencia juguetona y cocainómana. La historia de unas adolescentes en unas vacaciones desenfrenadas, entre alcohol, drogas, violencia, sexo y crímenes, supo atrapar algunos de los iconos de los nuevos feminismos mediáticos, como esas imágenes de las chicas en bañador armadas hasta los dientes y provistas de pasamontañas de lana, aunque es inevitable pensar que bajo la estética espídica y la provocación fácil se esconde una cierta fe en los roles tradicionales de hombres y mujeres. De alguna forma, el Korine guionista de Kids o director de la inolvidable y radicalmente sucia Trash Humpers, parece haberse rendido al culto a lo pop más mainstream.

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