Tal vez menos redonda que El Gran Gatsby pero mucho más sugerente en su imperfección, Suave es la noche es seguramente la gran obra maestra de F. Scott Fitzgerald. Publicada en 1934, relataba unos hechos inspirados en la malograda vida de Scott y Zelda Fitzgerald. Aquí, el psicoanalista Dick Diver se enamora de Nicole, una de sus pacientes. La pareja viajará por Suiza y Francia en los locos años 20 mientras cada uno de sus integrantes supera (o se hunde en) sus propios problemas: si Nicole oculta varios traumas, pronto descubriremos que Dick es en realidad un alcohólico. La adaptación a cargo de Henry King no llega a las cotas de bella sordidez de la novela, pero es en cualquier caso una gran película que ha pasado desapercibida para la historia del cine. En palabras de Enrique Vila-Matas, “es curioso observar cómo la película, cuando se estrenó, careció de la menor suerte, lo mismo que le había ocurrido a la novela (…). Como imperaba la primacía del cine de autor en detrimento de todo lo demás, un malentendido pudo impedir que se valorara con mayor rigor ese filme de King, narrado con densidad e inteligencia, sobre todo cuando se detiene a examinar aquello que más atraía a Fitzgerald y que ahora podríamos llamar, por llamarlo de algún modo, las fronteras de la conciencia”. La Filmoteca de Cantabria reivindica ahora este filme de título perfecto: Tender is the night. I don’t ask you to love me always like this, but I ask you to remember… ER

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