Cuando en el último Festival de cine de San Sebastián Jonás Trueba presentó La reconquista, muchos no pudimos evitar pensar en las conexiones que la cinta tenía con la última película de Arnaud Desplechin. Tres recuerdos de mi juventud también habla de una serie de construcciones mentales albergadas en la mente de su protagonista — Paul Dedalus, personaje que conocimos en Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle)—, pero especialmente de una: su historia de amor con Esther. El recuerdo es tan pasional y dramático como adolescente, pero Desplechin no cae nunca en esa nostalgia donde el cariño autobiográfico inunda cada plano. Tres recuerdos de mi juventud es dolorosa incluso cuando aquel que sufre no es el alter ego del cineasta, pero también es fascinante precisamente porque el que mira ese sufrimiento sí que es el espectador reflejado actuando como voyeur. A diferencia de La Reconquista, aquí el recuerdo se construye siempre en pasado, pero eso no impide que siga influyendo en el futuro. Tres recuerdos de mi juventud le dio a Desplechin su único César hasta el momento en la categoría de mejor director y el centro Niemeyer la proyecta en una sesión que funciona como reapertura de su programación cinematográfica. ER

Programación completa del centro Niemeyer.