(Imagen de cabecera: Cerrar los ojos de Víctor Erice)

Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

1) Comenzar las proyecciones de un festival con Fallen Leaves, la última joya de Aki Kaurismäki, pone el nivel ciertamente alto. El maestro finlandés vuelve a exhibir su estilo depurado hasta la maestría y esta vez lo adereza con unas dosis incluso mayores de humor. Un homenaje al cine mudo, una historia de amor y diversos gestos de dignidad –las trabajadoras de un supermercado devolviendo colectivamente la comida caducada que se llevan para comer en casa– más necesarios que nunca en estos días.

2) En un año en el que la animación ha tenido una importante presencia en la sección oficial con El sueño de la sultana de Isabel Herguera y Dispararon al pianista de Javier Mariscal y Fernando Trueba, el premio Donostia a Hayao Miyazaki resultó ser uno de los momentos más sorprendentes del certamen. No porque el genial animador japonés no merezca este premio de sobra (y todos los que se le otorguen), sino por los 23 segundos que duró el vídeo de agradecimiento que envío desde Japón. Como en su cine, quizá pocas palabras sean suficientes y su último trabajo, El chico y la garza, ya habla en su lugar.

3) El reencuentro con Ryūsuke Hamaguchi tras la edición de hace dos años, donde enamoró a la cinefilia donostiarra presentando La ruleta de la fortuna y la fantasía y Drive My Car, hasta hacer sombra al propio Kore-eda, uno de los grandes favoritos del público de certamen. Este año, Hamaguchi ha vuelto a deslumbrar con su última maravilla. El mal no existe (Evil Does Not Exist), una de las películas más fascinantes, poéticas y cautivadoras que se han programado. Su mensaje se antoja más necesario que nunca en estos tiempos que corren y su comienzo es, simplemente, cautivador.

4) Tras Custodia compartida (2017), había mucho interés en descubrir la nueva propuesta de Xavier Legrand. Le Successeur está protagonizada por un genio de la alta costura que trabaja en París y que debe regresar a su casa en Canadá cuando su padre fallece. Una película con propuestas muy interesantes, que a veces resultan fallidas, donde el cineasta demuestra su elegante forma de dirigir, sobre todo en una secuencia inolvidable y desgarradora que transcurre durante un funeral, donde dos personajes lloran por una perdida, cuando en realidad están llorando por sus secretos.

5) La revolución la protagonizaron Paul B. Preciado y Virginia Wolf. Tuvo una gran acogida Orlando, mi biografía política, en la que el filósofo toma como pretexto inicial la adaptación –con la colaboración de 27 personas trans y no binarias que aparecen en pantalla– de la novela de la escritora británica, para luego llevar a cabo una propuesta tan didáctica como necesaria y personal. La escena final, un alegato a favor de los derechos sociales de las personas trans y de su lucha, merece una mención aparte.

6) Griffin Dunne, el mítico protagonista de Jo, qué noche (1985), de Martin Scorsese, es el intérprete principal de ExHusband, título que remite a Cassavetes, pero en realidad solo son ecos. El actor es lo mejor de la comedia dramática del debutante Noah Pritzker, un film que recuerda al cine indie más académico tan en boga a comienzos del XXI. Su composición de un hombre de unos sesenta años en pleno proceso de separación es deliciosa, y su aparición durante la despedida de soltero de uno de sus hijos es un momento que puede justificar el visionado del film. El mejor reencuentro posible con este actor.

7) Volver a ver una película de Martin Rejtman en la programación de un festival es una buena noticia y más cuando esta se trata de su comedia más comedia, como la ha definido el propio cineasta argentino. La práctica pone en valor el talento de su autor y la deliciosa extravagancia que supone su forma de entender el cine. El gag visual, que se repite hasta en dos ocasiones sin perder su efecto sorpresa, del accidente del protagonista en una alcantarilla sintetiza su humor absurdo y delicioso al mismo tiempo.

8) El arranque de la nueva película de Tran Anh Hung, que finalmente se titulará aquí A fuego lento, es simplemente fascinante. El cineasta de origen vietnamita orquesta una coreografía visual entre platos, fogones y materias primas, mientras sus protagonistas preparan un delicioso menú. El poder de cautivar de las imágenes de cocina del cineasta comienza a desvanecerse a lo largo del metraje, pero ese prolongado momento inicial resulta una delicia que activa todos los sentidos.

9) O Corno, la segunda película de Jaione Camborda, está repleta de momentos memorables y emocionantes. Además de una de las secuencias de las que más se ha hablado –el parto asistido por la protagonista con el que comienza–, el film es una sucesión de momentos emocionantes y sumamente metafóricos, en los que no se necesitan las palabras, como la forma en la que sale del mar un rebaño de vacas junto a sus crías para perderse en el horizonte.

10) En La isla roja, el cineasta y guionista Robin Campillo recurre a su experiencia personal para narrar la vida de los habitantes de una base militar francesa en Madagascar, a comienzos de la década de los setenta. Su propuesta resulta un tanto convencional salvo por el gozoso hallazgo de insertar dentro de la narración diferentes relatos, uno de ellos protagonizados por la superheroína de libros para niños Fantomette. La fantástica puesta en escena de esos momentos, junto a un (nuevo) gran trabajo de Nadia Tereszkiewicz elevan el tono del film.

+1) Y para acabar el festival, Víctor Erice. Cerrar los ojos es una carta de amor en defensa del cine y del celuloide con elementos autorreferenciales que sirven para completar un universo que muchas veces, y por distintos motivos, ha quedado inconcluso a lo largo de su trayectoria. También es cine dentro del cine. Y en una sala de un pueblo, como un emotivo acto de resistencia y de memoria, se cierra un film que está a la altura de las expectativas generadas y que devuelve a la pantalla a un cineasta al que siempre se echa de menos.