Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

1. El luminoso arranque de Verano del 85, de François Ozon, al ritmo de In Between Days, de The Curre, y sus guiños nada casuales a Mi Idaho privado y A pleno sol, que esconden mucho más significados de los que se pueden intuir. Una lástima que el film no se atreva a explorar más el juego metalingüístico que esboza.

2. El recital de Mad Mikkelsen en Druk (Another Round), que despliega todo un ejercicio de contención y de aprovechamiento de recursos mínimos. Además, se atreve a demostrar su potencial como bailarín (su cuerpo es un vehículo más de expresión) en una escena musical que es un auténtico regalo de Thomas Vintenberg para el espectador.

3. El estimulante planteamiento de Un efecto óptico, en la que Juan Cavestany se recrea de una manera magistral en un viaje espacio-temporal en el que una pareja de Burgos entra en un loop eterno cuando se propone viajar a Nueva York. Un ejercicio donde la extrañeza y el desconcierto conviven con el humor más afinado que se ha disfrutado en el festival.

4. La soberbia interpretación de Lance Henriksen –sí, el mítico Bishop de la saga de películas de Alien–, que compone un personaje imprevisible, perdido entre sus recuerdos, retrógrado pero entrañable. Un trabajo que ayuda a que Viggo Mortensen remate Falling como un film que podía haber sido un capítulo de una gran novela americana firmada por Philip Roth o Jonathan Franzen.

5. La secuencia de Simple Passion en la que la protagonista femenina viaja a Moscú en busca de su amante ruso y suena de fondo The Stranger Song, de Leonard Cohen. Un ejercicio de descontextualización (un recurso que Danielle Arbid repite con otras canciones a lo largo de su estupendo film) que contagia de espiritualidad una historia que, sin embargo, está centrada en el sexo y la dependencia física.

6. El momento en el que Nick Cave invita a Shane MacGowan a cantar junto a él, durante la celebración del sesenta cumpleaños del músico, en el documental que Julien Temple firma sobre su vida. Y la forma en la que el cantante de The Pogues toma el pelo y se burla de algunos de sus entrevistadores –delirante resulta una ‘no conversación’ con Bobby Gillispie–, a la vez que transmite ternura y una extrema sensibilidad artística.

7. La rotundidad de Antidisturbios, una de las grandes series de este año. Con tres momentos de acción en cargas policiales perfectamente resueltos (con la cámara en mano y el gran angular) y con una secuencia grupal, con los personajes reunidos en torno a una mesa durante una cena, que es una de las grandes cimas de la ficción nacional de los últimos años.

8. La posibilidad de ver en la sección Zabaltegui-Tabakalera obras carácter experimental como Autoficción, de Laida Lertxundi. La cineasta vasca, que suele rodar en California, despliega un ejercicio en el que las imágenes laten a través del grano de su celuloide. Y propone una interesante reflexión a partir de buscar su reflejo en las palabras y en las acciones cotidianas de otras mujeres.

9. El descubrimiento de la milenaria fiesta de Namahage, en la localidad japonesa de Oga, donde un grupo de hombres se disfrazan de terroríficos ogros para asustar a los niños y conseguir sus ofrendas. Su uso de forma metafórica, abre y cierra Any Crybabies Around?, la prometedora segunda película de Takuma Sato, que cuenta en la producción con la presencia de Hirokazu Kore-eda, cuyo aliento se puede sentir sobre esta obra.

10. Beggining, en su totalidad y por todo lo que significa. Por la experiencia de su visionado y por el descubrimiento de Dea Kulumbegashvili, que había sido incluida por Cannes en su selección de 2020. La aparición del mítico logo de la palma antes del comienzo de algunas películas, con la leyenda “Selección Oficial”, precedió a muchos de los mejores films que se han visto en la edición de 2020 del Festival de San Sebastián.

+ 11. La organización del festival, que ha conseguido, con su excelente trabajo y sus medidas de seguridad, que el evento se desarrollara con la mayor normalidad posible, en un momento duro y repleto de desconcierto. Un compromiso en defensa de la cultura, de la necesidad de seguir descubriendo películas y acercándolas al público. Algo esencial cuando la industria, los creadores y los espectadores viven sumidos en incertidumbres. Todo un logro que ha merecido mucho la pena.