Theo Court dedica la primera mitad de la estimulante Blanco en blanco a perfilar el personaje de Pedro (un fotógrafo que llega a Tierra del Fuego a finales del siglo XIX para fotografiar a la futura esposa de un enigmático capataz) como un testimonio impávido de un universo contradictorio. Como si se tratara de un burócrata salido de un relato de Kafka, Pedro cumple con su misión poniendo toda su fe en las promesas de grandeza que representa Mr. Porter, un avatar incorpóreo de una “civilización” que impone su supuesta superioridad moral por la fuerza. Ni siquiera la severidad del entorno natural, nevado como en Los vividores de Robert Altman, escarpado como en Jauja de Lisandro Alonso, puede contener la sed de conquista de Mr. Porter y sus armados secuaces. Desde su posición aparentemente distanciada, Pedro –un Alfredo Castro que, de la mano de Court, depura y “esencializa” sus aires maquiavélicos– busca algún sentido a su existencia y finalmente la encuentra en el retrato fotográfico de la cacería itinerante que tendrá lugar en la segunda mitad del film. Manu Yáñez

Programación completa del cine Maldà