Las películas comentadas pueden verse en el Atlántida Film Fest de Filmin.

FORT BUCHANAN. Benjamin Crotty. 65 min. Francia (2014). Con Andy Gillet, Iliana Zabeth, David Baiot, Mati Diop, Pauline Jacquard.

Durante una de las bucólicas ágoras campestres donde conversan los solitarios personajes de Fort Buchanan, Mati Diop exclama “¡Si es por mi país iría hasta la muerte! Pero, la fidelidad… ¡eso es un invento irrealista!“. El amor por la patria y la promiscuidad son los dos ideales románticos que defiende a un insólito grupo de mujeres y maridos de militares destinados al frente. Los miembros de esa aislada comunidad, situada en plena campaña francesa, permanecen unidos por el sentimiento de abandono y el vacío existencial que les causa la ausencia de sus parejas. Para no caer en las tinieblas de la depresión, sus integrantes han creado un código de comportamiento que convierte el sexo –sin tabúes, etiquetas, ni represiones de ningún tipo– en un acto puramente comunicativo. De este modo, los protagonistas de la hedonista ópera prima de Benjamin Crotty hablan, gesticulan y se miran con constante erotismo, refugiándose en su simbólica ciudadela de las bajas pasiones.

El debut del director del cortometraje Visionary Iraq emplea los recursos estilísticos del mejor cine de autor francés para abordar un lugar común de la narrativa televisa americana. Crotty cita de forma explícita el trabajo de algunos compatriotas contemporáneos: la hechizante música electrónica y la onírica puesta en escena de Les rencontres d’après minuit de Yann Gonzalez; o la subtrama sobre el despertar sexual de una curiosa adolescente (Iliana Zabeth), dividida según el transcurso de las estaciones del año en Joven y bonita de François Ozon. Sin embargo, si hay que hablar de un autor de referencia, ese es Eric Rohmer, omnipresente desde el inicio hasta el desenlace de este exquisito largometraje presentado en la última edición del festival de Locarno. El cineasta novel rinde culto al maestro a través de su forma de filmar el libertinaje, los diálogos sobre el matrimonio, el amor puro y el adulterio y, sobre todo, mediante la elección de su andrógino protagonista, Andy Gillet, a quien descubrimos en la última película de Rohmer El romance de Astrea y Celadón. Carlota Moseguí

BEYOND CLUELESS. Charlie Lyne. 86 min. Reino Unido (2014).

Lo mejor que se puede decir de este documental/ensayo sobre el universo de las teen movies es que cumple felizmente sus premisas: uso exclusivo de found footage, elogio del supercut y una clara estructuración temática. Lo peor que puede decirse de Beyond Clueless es que no parece hecha por un cinéfilo, sino más bien por un doctorando adepto a los cultural studies. En resumen, la película utiliza el cine teen para reflexionar sobre los traumas, alegría y dificultades de la vida adolescente, deconstruyendo las constantes narrativas de un cine que, como es bien sabido, representa una de las cimas de la codificación fílmica. El problema es que el blogger Charlie Lyne, que debuta aquí en la dirección, tiene mucho más ojo para la interpretación en clave antropológica/ideológica que para el análisis fílmico.

Los mejores momentos de Beyond Clueless son los supercuts de escenas de piscina, fiestas nocturnas, masturbaciones, paseos por los pasillos del instituto, ataques de furia… Momentos en los que la frialdad del sociólogo (ratificada por la sensual pero fría voz en off de Fairuza Balk) deja algo de lugar a la pasión cinéfila. Beyond Clueless entretendrá a los jóvenes adeptos a las teen movies, que se lo pasarán en grande reconociendo un montón de títulos del cine de los años 90 y, sobre todo, de la primera década del siglo XXI. Los más veteranos, esbozarán una media sonrisa resabida al detectar que Lyne deja casi completamente de lado el cine de los 80, donde residen las auténticas joyas de la corona del cine teen. Manu Yáñez

mercuriales

MERCURIALES. Virgil Vernier. 108 min. Francia (2014). Con Ana Neborac, Phillippine Stindel, Jad Solesme, Annabelle Lengrone, Sadio Nakaté

En la banlieue parisina de Bagnolet, se alzan dos torres gemelas retro-futuristas conocidas como “Mercuriales” que dan nombre al debut de ficción de Virgil Vernier. Kitsch y antiestéticas –como todo inmueble periférico de las grandes capitales–, las Mercuriales se han convertido en un innecesario símbolo de fastuosidad, cuya decadencia arquitectónica ha contaminado el alma de los habitantes del extrarradio. La ópera prima del autor de Orléans acontece en un no-lugar donde deambulan sin rumbo las víctimas fantasmales de la crisis económica; concretamente, una representación de la juventud francesa perdida, junto con hermosas inmigrantes procedentes de África y Europa del Este, que ejercen empleos donde se elogia la belleza de sus rostros y la escultural perfección de sus físicos.

Como en The Summer of Sangalie, la trama de este film descubierto en la sección ACID de la penúltima edición del Festival de Cannes retrata el trascurso de una amistad veraniega entre dos adolescentes. Mercuriales no contempla la delicada dimensión lésbica de la citada película lituana. Sin embargo, converge en su representación de un realismo mágico que sólo desprenden los cuerpos de las dos protagonistas. Lisa (Ana Neborac) y Joane (Phillippine Stindel) celebran su apresurada pubertad y angelical feminidad en ese suburbio de Paris que ha perdido la atmósfera peligrosa y delictiva de Bande de filles de Céline Sciamma. Las atractivas recepcionistas de las torres Mercuriales protagonizan un honesto y cándido cuento de hadas rodado en 16 milímetros. Carlota Moseguí

TODO PARECÍA PERFECTO. Alejo Levis. 76 min. España (2014). Con Jordi Rico, Andrea Trepat, Clara Gali.

Con una voz en off demiúgica que reclama al espectador que se deje llevar por la ilusión cinematográfica (al estilo de los primeros films de Lars Von Trier), arranca esta irregular y arrítmica inmersión en los laberintos de la imaginación, la memoria y el deseo amoroso. Defendiendo un cine manierista en lo estético y constreñido en lo narrativo, el debutante en el largometraje Alejo Levis elabora una tragicomedia sentimental que juguetea con el metalenguaje y lo onírico, como si el cine de Jean-Pierre Jeunet (Amèlie) se imbricase con el de David Lynch y Alain Resnais. La obra de estos dos últimos (grandes) artistas se caracteriza por una fe casi suicida en el misterio, lo que originó un forma de cine enigmática e interactiva, que anima a la participación activa del espectador y que brilla por su ausencia en el trabajo de Levis.

Todo parecía perfecto cuenta de forma fragmentaria una historia de amor que nace de una obsesión irracional –que da pie a una escena de bar que recuerda al corto 7:35 de la mañana de Nacho Vigalondo– y que apunta hacia la psicosis romántica, al estilo de Olvídate de mí de Michel Gondry. Levis posee un notable dominio del carrusel de recursos estéticos que pone en escena, pero los artificios narrativos –las fracturas, los cambios de perspectiva, la autorreflexividad– no son lo suficientemente poderosos para engatusar al espectador o para conformar un brillante ejercicio de estilo posmoderno. El discreto tour de force actoral de Jordi Rico (al afligido amante) tampoco favorece la búsqueda de velocidad y magia que se erige en el objetivo central de Todo parecía perfecto. Manu Yáñez