A Ghost Story cuenta, efectivamente, una historia de fantasmas. Fantasmas de manual, como ese Casey Affleck en sábana blanca y de agujeros por ojos, pero también fantasmas menos evidentes: el olvido, el duelo, el propio paso del tiempo. M (Rooney Mara) sufre una terrible pérdida cuando su marido, C (Affleck), muere en un accidente de coche. Sin embargo, él no llegará a desaparecer del todo y su presencia –muy visible para el espectador– seguirá acompañándola en la casa. En un ambicioso ejercicio de síntesis poética, David Lowery aspira a contener todo el peso de la existencia humana en hora y media de metraje. El resultado es una acongojante fábula tocada por la temporalidad suspendida y espectral de cierto cine asiático (el mismo Lowery cita entre sus referentes a Apichatpong Weerasethakul), que encuentra sus puntos fuertes en paréntesis que abren espacios a la pura sensación, como esa memorable tarta que Mara devora angustiosamente en plano fijo. A Ghost Story es un viaje a través del tiempo que, pese a remitir a un imaginario tan particular como el del terror o la fantasía (esa A Haunted House de Virginia Woolf citada al inicio) diluye los límites del género alumbrando un melodrama autoconsciente y provocador. Júlia Gaitano

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