Aparentemente, el realizador norteamericano Richard Linklater dio por finalizada su serie sobre el amor y el tiempo con esta tercera entrega de la trilogía protagonizada por Julie Delpy y Ethan Hawke. Más allá de la consideración que merezca la mirada algo romántica (y quizás patriarcal) de Linklater hacia la pareja, el amor tradicional, la película se convierte en un espejo descomunal para aquellos espectadores que conozcan las anteriores entregas: si los protagonistas se enfrentan al paso del tiempo, al desgaste de la vida, también lo hacen los espectadores, que ven cómo ellos también han envejecido como lo han hecho los protagonistas. De manera similar a lo que Linklater haría en Boyhood, su trilogía trabaja finalmente sobre la materia más propiamente cinematográfica que existe: el tiempo que se escapa, imposible de atrapar, congelado, pero muerto, en las imágenes.

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