La realidad como un escenario teatral, la Historia como una obra de teatro de máscaras, leyendas antiguas como metáforas, viejos ecos del presente. La argentina afincada en España Lupe Pérez García, quien trabajó en la memoria íntima y colectiva en su primer largometraje, Diario argentino (2006), se centra en su segunda película, estrenada en el Festival de Locarno, en ese país llamado España como un país construido sobre el olvido, la negación y heridas abiertas. Y lo hace a través de un complejo dispositivo que combina espejos, las representaciones, las mentiras y montajes posteriores, ya sean falsos o no. Utilizando como eje central la historia de Antígona, que quería enterrar el cuerpo de su hermano Polinices, a pesar de la prohibición del rey Creonte, quien lo condenó a ser devorado por los buitres, Pérez García organizó la dialéctica entre el luto, la piedad, la muerte o la libertad y la vida como un complejo retrato de un país, España, que no ha decidido todavía cómo lidiar con su pasado reciente. Lo que hace que la película Pérez García tan especial, tan diferente de otras películas que tratan de la historia reciente española, es el enfoque, más poético que moralista, más intrigante que didáctico, más laberíntico que evidente: la manera perfecta para construir una película política que oculte las respuestas y plantee preguntas. Alternando entre soldados falsos jugando en guerras falsas, niños y hermanos que pelean, controladores aéreos, los turistas que visitan ruinas, un desierto y el paisaje ventoso habitados solamente por los buitres y una Antígona solitaria, la película se convierte, al final, un espejo distorsionado de la historia y la memoria: el retrato de un naufragio.

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