Ariadna Onofri y Yonay Boix recogen cachitos de su propia vida en Ari y Yonay pasan el rato, su singular diario fílmico. Bajo este descriptivo encabezado, lo que encontramos es, efectivamente, un fluir temporal, una cierta cotidianidad, como la que veíamos en La noche nos lleva, pero en ningún caso una rutina monótona. Onofri y Boix apuestan por la creación, por la vitalidad y por la experimentación. Así, en Ari y Yonay pasan el rato podemos disfrutar de secuencias muy dispares: en algunas prevalece la observación, la calma; en otras prima la palabra –como aquella en la que el cineasta underground Antoni Padrós aparece ofreciendo una lección de heterodoxia fílmica–; y otras se perfilan hacia lo fantasmagórico, como cuando se pone en imágenes (irónicas y sensoriales) la lectura de un extraño ritual. Un conglomerado de escenas que se hilvanan a través de una fuerte autoconciencia formal. Sin desestimar el valor de los inevitables tiempos muertos, la película refleja el transcurso de un año de manera abstracta y libre, transmitiendo a su vez una palpable sensibilidad artesanal. Estamos, en definitiva, ante una rotunda declaración de intenciones: una oda a la creación espontánea con lo que se tiene al alcance de la mano. Una invitación a mirar y comprender la propia realidad a través de lo cinematográfico, echando mano de un sugerente filtro plástico y expresivo. Júlia Gaitano

Programación completa de la sala Zumzeig