Lo mejor que se puede decir de este reboot femenino de Cazafantasmas, saga emblemática de la década de los 80, es que sobrevive con bastante dignidad a todas las polémicas (la propia idea de reciclar la franquicia, la elección de un elenco femenino, el poco eficaz trailer) que arreciaron tanto durante su realización del film como en estos tiempos de lanzamiento globalizado. En primera instancia, cabe decir que Cazafantasmas es una película esporádicamente divertida y que se ve con cierto agrado, sin sentir en ningún momento esa irritación que generan muchas veces las comedias fallidas. Sin embargo, también hay que reconocer que el film genera una cierta decepción, dado que con un poco más de riesgo, desenfado y cohesión podríamos haber estado ante algo grande. En este sentido, tratándose del reencuentro de Paul Feig –el director de La boda de mi mejor amiga, Cuerpos especiales y Espías– con Melissa McCarthy y Kristen Wiig, más los apreciables aportes de dos alumnas del Saturday Night Live como Leslie Jones y Kate McKinnon, podía esperarse algo más audaz.

La película exhibe una cierta tensión entre lo que seguramente querían los ejecutivos de Sony (algo accesible para todos los públicos y que sirviera como inicio de una nueva saga), la “necesidad” del homenaje permanente a los films originales y una propuesta más desprejuiciada, más subversiva, en la línea de la Nueva Comedia Americana. Así, se nota que algunas cuestiones no debieron funcionar del todo bien en los screen tests y la narración por momentos no fluye demasiado (se notan ciertos hachazos de escenas que luego se recuperan en los títulos finales que funcionan como una suerte de “Deleted Scenes” y ya se anunció un Director’s Cut para la edición en Blu-Ray). También aparece demasiado contenida, como si estuviera atada para no desplegar todo su histrionismo, ese alud de comicidad física que es Melissa McCarthy.

Correctas pero sin grandes pasajes para su lucimiento, tanto Kristen Wiig como McCarthy brillan moderadamente. Lo mismo ocurre con la algo estereotipada Jones, mientras que la mejor del cuarteto es Kate McKinnon, que canaliza su histrionismo lunático con garbo. También se disfruta con un sorprendente Chris Hemsworth, que encarna a un secretario/recepcionista torpe y hot, un simpático reverso del lugar común femenino. Algo parecido ocurre con los cameos (Bill Murray, Day Aykroyd, Sigourney Weaver, etc.): se agradecen, pero también resultan un poco obvios, subrayados. El uso de los efectos visuales no es abusivo aunque la resolución se alarga demasiado y es bastante convencional. Cabe consignar que, tras los títulos de cierre, hay una escena adicional (nada del otro mundo) pensada para una secuela (los resultados de taquilla dirán si finalmente se hace o no) y una dedicatoria merecida a Harold Ramis, coguionista del film original, fallecido en 2014.