Página web del D’A Film Festival Barcelona (26 abril – 6 mayo).

WESTERN. Valeska Grisebach. 119 minutos. Alemani, Bulgaria, Austria (2017). Con Meinhard Neumann, Reinhardt Wetrek, Syuleyman Alilov Letifov. Sección Transicions.

En el año 2006, Sehnsucht, de la realizadora alemana Valeska Grisebach, deslumbró a un buen número de cinéfilos con su disección naturalista de los arquetipos del drama sentimental: el hombre común trastornado por el deseo, la esposa devota, una femme fatale de carne y hueso. Once años después, Grisebach se ratifica como una cineasta sabia y discreta con un film cuyo título no tiene nada de irónico: Western es un western de pies a cabeza, con llanero solitario, caballos, forajidos, duelos, salones de bebida y juego, villanos de altura, doncellas enamoradizas y amistades irrompibles. La gran diferencia con los westerns de Hollywood es que aquí la acción transcurre cerca de la frontera entre Bulgaria y Grecia. Allí, unos obreros alemanes intentan poner en marcha una planta hidráulica mientras lidian con las dificultades para comunicarse con los habitantes de la despoblada región. De entre el grupo, emerge una figura extraordinaria: un héroe sin nombre, una figura lacónica, de andares arrastrados y misterioso pasado, un posible hijo bastardo del Viggo Mortensen de Una historia de violencia y del James Stewart de los westerns itinerantes de Anthony Mann.

Grisebach no pierde la oportunidad de abordar la conflictiva realidad socioeconómica de la región, a la manera de Toni Erdmann (Maren Ade figura como productora del film). Los búlgaros muestran una fuerte suspicacia ante los “ocupantes” alemanes: dependiendo de la perspectiva, unos y otros se reparten los roles de cowboys e indios (el diálogo entre lo civilizado y lo salvaje conforma uno de los pilares temáticos del film). En una escena perturbadora, los alemanes se vanaglorian de “estar de vuelta… Y sólo nos ha llevado 70 años”. Sin embargo, más allá del contexto geopolítico, el corazón de Western se halla en la dimensión intemporal, casi mítica, de unos personajes tocados por interrogantes existenciales, encrucijadas morales y obstáculos sentimentales. Partiendo del cine de género, Grisebach va revelando, progresivamente, una pulsión observacional y enigmática que destapa un torrente de modernidad. Así, por un lado, Western se apoya en la concreción de los gestos y las acciones. Pero, por el otro, la película presenta una cara abstracta que apunta, sin mayores aspavientos, hacia los enigmas fundamentales de la vida social y de la existencia. La discreta conquista de ese espacio de reflexión termina siendo el triunfo de esta película mayor. Manu Yáñez

NADIE NOS MIRA. Julia Solomonoff. 102 minutos. Argentina, Estados Unidos, España, Brasil, Colombia (2017). Con Guillermo Pfening, Elena Roger, Rafael Ferro. Sección Transicions.

Después de dirigir Hermanas y El último verano de la Boyita, Julia Solomonoff rodó casi íntegramente en Nueva York Nadie nos mira, una película que, si bien presenta como protagonista a un hombre, tiene bastante que ver con la propia historia de la directora: ella se radicó hace ya casi dos décadas en la Gran Manzana aunque nunca dejó de estar en contacto con (e incluso filmar en) la Argentina. Nico (Guillermo Pfening) es un actor treintañero de cierto éxito gracias a una telenovela, pero la crisis que le genera una relación patológica con Martín (Rafael Ferro), un hombre casado que es su amante y además productor del ciclo televisivo, lo lleva a radicarse en Nueva York para buscar también nuevos rumbos profesionales. Las cosas, por supuesto, no son nada fáciles allí, más aún porque Nico no tiene el típico look latino (es demasiado rubio para los directores de casting) y su inglés tampoco es del todo convincente. Mientras intenta desarrollar una película largamente demorada, se gana la vida cuidando el bebé de su amiga Andrea (Elena Roger), una profesora de yoga argentina casada con un rígido estadounidense, mientras comete pequeños robos en supermercados y estafas con las devoluciones de productos en distintos negocios.

El temor a reconocer el fracaso, el orgullo y la vergüenza hacen que Nico manipule a los demás o construya una falsa realidad. Hay algo conmovedor y patético a la vez en sus continuos esfuerzos por convecer(se) de que está haciendo lo correcto, que el triunfo en la meca es inminente, que no necesita la ayuda de nadie. La película, narrada con elegancia y prolijidad, habla de la crisis de la masculinidad, con personajes que, más allá de sus elecciones sexuales, se sienten incómodos y presionados con ciertos mandatos y convenciones sociales. Y si bien Nadie nos mira se vuelve un poco indecisa y derivativa en su segunda mitad, el resultado final no deja de ser convincente y por momentos fascinante, en gran medida por el trabajo del actor Guillermo Pfening, consagrado como el mejor actor del reciente Festival de Tribeca por una interpretación llena de matices y sutilezas a la hora de transmitir las angustias, la soledad, las humillaciones, las búsquedas íntimas de redención y las vulnerabilidades de su atribulado personaje. Diego Batlle

GOOD TIME. Josh y Benny Safdie. 101 minutos. Estados Unidos (2017). Con Robert Pattinson, Benny Safdie, Jennifer Jason Leigh. Sesión Especial – Única proyección cinematográfica en España.

Autores de obras veristas, temperamentales y amigas de lo anárquico, los hermanos Josh y Benny Safdie sostienen en pie el estandarte del verdadero espíritu indie, ese virus que engendra cineastas indomables: en este caso, tocados por el desbordamiento emocional del cine de John Cassavetes. La prueba de fuego del aliento incorruptible de los Safdie llega nada más comenzar Good Time, su mejor película hasta la fecha, que despega in media res, a ritmo frenético y proceder elíptico, arrastrando al espectador desde un centro para gente con discapacidades psíquicas hasta un atraco fallido, capturando por el camino el vínculo irrompible entre dos hermanos y el hedor urbano de la “otra” Nueva York. Los Safdie siempre han sentido debilidad por el ajetreo urbano, pero su apuesta por el desenfreno narrativo alcanza en Good Time cotas inéditas y gloriosas. El escenario y las interrelaciones entre los personajes remiten al universo criminal de poca monta de Malas calles de Martin Scorsese, pero la acción, marcada por una pulsión irreflexiva, parece más cercana al efecto bola-de-nieve de Jo, qué noche o a la narrativa espástica de Mikey and Nicky, la memorable comedia negra con toque noir de Elaine May. Manu Yáñez

TEMPESTAD. Tatiana Huezo. 105 minutos. México (2016). Sesión 20 aniversario del Màster en Documental de Creació de la Universitat Pompeu Fabra.

A través de la reconstrucción ficcional, y aparentemente desdramatizada, del regreso a casa de una mujer injustamente encarcelada durante un año, acusada de tráfico de personas, Tempestad aborda esa tormenta invisible que azota México, y que sume a sus habitantes en un perpetuo estado de irrealidad, capaces de negar lo evidente: que su país se desmorona bajo el reinado de la impunidad. Utilizando diversos rostros para retratar uno mismo, que es el de todos y todas, Tempestad es cuando menos un ejemplo brillante de cómo retratar el miedo y la desesperanza, de cómo hacer cine político sin caer en las trampas de lo evidente, lo sórdido, lo miserable. La voz de la protagonista, a la que interpretan en cámara mujeres diversas, anónimas, y a quien solo veremos a contraluz, en el revelador último plano de la película, se superpone a la filmación de un viaje por ese México cotidiano que resiste digno a los embates de lo podrido: trabajadores, paisajes, hombres y mujeres vencidos por el sueño, por el salario mínimo, por la impunidad, la injusticia, la violencia, hombres, mujeres, niños, caminando, resistiendo, construyendo con su día a día. Gonzalo de Pedro Amatria

A MAN OF INTEGRITY. Mohammad Rasoulof. 117 minutos. Irán (2017). Con Reza Akhlaghirad, Soudabeh Beizaee, Nasim Adabi. Sección Transicions.

El cineasta iraní sigue incomodando al poder de su país, pues este cuento moral en el que la corrupción es vista como una red de pequeños actos mafiosos que van lacerando la integridad del protagonista y su familia, quienes viven en una aldea del norte de Irán, es una representación microscópica de la política iraní. La gran fuerza del film de Rasoulof (ganador de la sección Un Certain Regard de Cannes 2017) reside en la magnífica labor que lleva a cabo sobre el sonido y en la extraordinaria interpretación de Soudabeh Beizaee en un personaje que transmite una valentía política admirable, a contramano de la habitual sumisión femenina. Roger Koza