Página web del 19º Festival de Cine Europeo de Sevilla
H | Carlos Pardo Ros | España | 2022 | 67 min.
H, la ópera prima en solitario de Carlos Pardo Ros –cofundador del colectivo lacasinegra–, afianza su poder de conmoción en un particular eje de referencia cartesiano. Al Norte, reside la confianza del cineasta en la fuerza reveladora del gesto (o lo que los críticos hemos dado en llamar el “cine de la fisicidad”). Al Sur, el deseo de jugar con las múltiples posibilidades de diálogo entre la imagen y el sonido. Al Este, una concepción endiablada de la escritura y el montaje como procesos orgánicos, receptáculos de experiencias torrenciales, azotadas por pulsiones de vida y muerte. Y, por último, al Oeste, la conciencia de que la memoria, esencial para comprender el presente, puede experimentarse de forma individual, pero suele expresar un sentir colectivo.
A partir de este singular credo fílmico, Pardo Ros construye una película que busca su origen en un hecho ocurrido el 12 de julio de 1969: “En el encierro de San Fermín, un toro mató a H de una cornada en el corazón. Hoy los fantasmas de H beben, ríen y bailan por esas mismas calles intentando escapar de un cuerpo que se acaba”. Así es como la enigmática sinopsis de H sintetiza el deambular de una película que persigue el éxtasis hedonista de una noche de frenesí, pero que pronto intuye el horizonte de un cierto vacío existencial. Sin caer en la grandilocuencia, Pardo Ros articula un discurso fílmico de alto calado filosófico y generacional, confiando en las voces de sus compañeros de aventura: actores, colaboradoras, consiglieres y otras almas afines que dan forma a esta obra arrebatadora. Manu Yáñez
GIGI LA LEGGE | Alessandro Comodin | Italia, Francia, Bélgica | 2022 | 98 min.
Comodin ganó el Leopardo de Oro de la competencia Cineasti del Presente de Locarno 2011 con su ópera prima L’estate di Giacomo. Más de una década después, el cineasta italiano presenta otra docuficción ambientada en un pueblo rural en pleno verano. Pier Luigi Mecchia, Gigi para la comunidad, es un policía que controla desde su patrulla el (casi inexistente) tráfico en la zona de Malatesta y Villanova, poblados del Friuli cercanos a Venecia que no superan los 12.000 habitantes. Además, se trata del tío del director. Su principal conflicto es con un vecino que se queja de que las ramas de Gigi invaden su propiedad, pero en principio todo es tranquilo y bucólico en la región. Sin embargo, Gigi descubre que una joven se ha suicidado tirándose a las vías cuando pasaba uno de esos trenes que jamás se detienen en el pueblo. Y no es el primer caso. ¿Por qué una ola de suicidios en un lugar tan plácido y encantador?
No todos le tienen simpatía a Gigi, pero él siempre se muestra sonriente y hasta seductor. En ese sentido, es capaz incluso de iniciar una relación primero “a distancia” con la operadora responsable de manejar las comunicaciones por radio con los agentes. Hasta que se decide a invitarla a salir. Entre el realismo del documental observacional y un absurdo pueblerino que remite al universo de P’tit Quinquin de Bruno Dumont, Gigi la legge es una película lúdica, cristalina, empática y por momentos misteriosa, en la que nos podemos divertir como si fuera una comedia de Jacques Tati y emocionar cuando los personajes entonan Sono un pirata, sono un signore, acompañando a un Julio Iglesias que canta italiano; o ese himno pop de los ’80 que es Amore disperato, de Nada. Por más seres luminosos como Gigi y directores humanistas como Alessandro Comodin en estos tiempos de cinismo y odio. Diego Batlle
HUMAN FLOWERS OF FLESH | Helena Wittmann | Alemania, Francia | 2022 | 106 min.
Cabría afirmar que Helena Wittmann es la cineasta contemporánea que mejor ha filmado el mar, con el permiso del Albert Serra de Pacifiction y el Viktor Kossakovsky de Aquarela. En este sentido, conviene recordar el antecedente más conocido de esta directora alemana: la odisea marítima de Drift. Pues bien, en su segundo largometraje, Human Flowers of Flesh (un título cuyo orden de palabras pide ser subvertido), el objetivo parece el mismo. De nuevo, un barco y un tránsito. Arrancamos desde Marsella para llegar a Sidi Bel Abbes, en Argelia; y, por el camino, un espacio, una experiencia, un tiempo. Un tiempo aletargado, ajeno a las frenéticas corrientes de la contemporaneidad. En el film, un grupo de cinco personas recorre un camino que bordea una costa escarpada. Lo que a nivel narrativo podría haberse resuelto con un par de cortes de montaje, aquí se prolonga en el tiempo sin un férreo sostén narrativo, como si estuviéramos en el Planeta Antonioni.
Lanzados a la abstracción, debemos contentarnos con saber que los cinco personajes conformarán una “tripulación”. La cosa se empieza a clarificar cuando Wittmann presenta una conversación inocua en la que solo destaca la palabra “fluir”. Y es que absolutamente todo en Human Flowers of Flesh tiene que ver con el agua. Sin la necesidad de invocar los movimientos ondulantes del mar, a la realizadora, guionista y directora de fotografía, le basta con el azul clorado de una piscina comunitaria para quedarse hipnotizada, para arrastrarnos al trance. Esto no es una película, es un ritual de inmersión. Cuando queremos darnos cuenta, estamos en compañía de unos microrganismos luminiscentes que no se sabe si están siendo observados con un microscopio o si son el producto de una imaginación desbocada. Luego, estamos en el fondo del mar, donde reposan toneladas de chatarra oxidada (y reclamada por la fauna y flora marina). Y, más tarde, el reflejo de la Luna sobre el negro infinito de las aguas nocturnas cumple a la perfección la función de luz estroboscópica para una rave celebrada en alta mar. Todo está conectado porque todo está empapado por la misma sustancia. Todo es real porque así parece aseverarlo una imagen granulada que se defiende de los simulacros de la imagen digital. Las fuerzas oceánicas y el cine de Helena Wittmann conforman un pacto simbiótico apabullante, una alianza que erosiona, que transforma… no solo las cosas, sino también la conciencia; los sueños que emanan de ella. Víctor Esquirol
ASHKAL | Youssef Chebbi | Francia, Túnez | 2022 | 92 min.
Estrenado en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2022, el nuevo film de Chebbi (Vers le Nord, Babylon) narra en clave de film noir, aunque con elementos cercanos al fantástico y una cruda mirada política, las desventuras de dos detectives (uno veterano, otra más joven) que investigan una serie de muertes por quemaduras en la zona conocida como Jardines de Cartago. Y aquí conviene hacer un aparte: Jardines de Cartago fue un barrio de lujo en el norte de Túnez pensado como una suerte de Doha o Dubai para los funcionarios del antiguo régimen del dictador Zine El Abidine Ben Ali. Tras la revolución de 2010, las construcciones se detuvieron y los gigantescos edificios quedaron desiertos por dentro.
Entre construcciones vacías y descampados van apareciendo cadáveres calcinados y los detectives deberán indagar en el horror, mientras reciben la repulsa de la mayoría de sus colegas. Es que poco después de la revolución se realizó un juicio civil y público contra los policías corruptos que participaron en todo tipo de excesos, brutalidades y desmanejos. Eso generó una cantidad de delaciones y traiciones cruzadas que conforman el contexto del relato. Más allá de la fuerte impronta política y de sus intrigantes elementos fantásticos, Ashkal se maneja de manera parsimoniosa, poniendo énfasis en la construcción de climas muchas veces ominosos y perturbadores en terrenos propios de, por ejemplo, el cine de David Fincher. Se trata, en definitiva, de una auténtica y bienvenida rareza dentro del panorama del nuevo cine africano. Diego Batlle
THE KIEV TRIAL | Sergei Loznitsa | Países Bajos, Ucrania | 2022 | 106 min.
En enero de 1946 comenzó en Kiev el juicio a 15 jerarcas nazis acusados de perpetrar todo tipo de crímenes contra la población ucraniana. El proceso terminó con todos ellos condenados a morir en la horca. La ejecución pública al aire libre fue presenciada por decenas de miles de personas en un “espectáculo” por demás impactante. Todo eso es lo que se reconstruye en los 106 minutos de The Kiev Trial, nuevo ejercicio de found-footage en el que Loznitsa y su equipo recuperaron y restauraron aquellas imágenes (y el sonido) para luego, a partir de una inteligente edición, exponer los detalles del juicio.
Lo que llama la atención, más allá de los impactantes testimonios de hombres y mujeres sobre las atrocidades cometidas por el nazismo, es la resignación de los militares alemanes, que saben que su suerte está echada. Así, casi sin ofrecer resistencia ni darle a su defensa un tono mínimamente épico, el proceso se transforma en un acto sumario, burocrático, casi administrativo, porque no hay demasiado espacio (ni interés) para que los acusados se defiendan con pruebas o puedan apelar.
The Kiev Trial puede verse como una suerte de continuación de Babi Yar. Context, desgarrador trabajo de archivo sobre la peor masacre perpetrada por los nazis (con el apoyo de muchos ucranianos) contra los judíos de Kiev en septiembre de 1941. Por último, resulta inevitable trazar algún paralelismo o asociación libre entre The Kiev Trial y la actualidad. De aquella Ucrania soviética a esta Ucrania invadida por los rusos, de aquellos crímenes de guerra de los nazis a los abusos y excesos que a diario se denuncian. El tiempo cambia, la geopolítica muta, pero las víctimas indefensas y la deshumanización se mantienen inalterables. Diego Batlle