Manu Yáñez (Festival de Gijón)

¿Hasta qué punto la popularidad de la ficción televisiva está trastocando las formas cinematográficas? ¿Queda un lugar en el cine contemporáneo para el viejo arte de la síntesis narrativa? Pensaba en estas cuestiones mientras gozaba de la compacta, veloz y emotiva Ninja Baby, una comedia agridulce en la que la noruega Yngvild Sve Flikke cuenta la historia de una joven que debe afrontar un embarazo no deseado. Tocada por una ligereza sorprendente, la película sabe reflejar los claroscuros de la odisea vital de su protagonista sin perder en ningún momento un aura vitalista. De hecho, el film no traiciona la confianza en sus personajes ni siquiera en una escena en la que la (irresponsable) protagonista y el (egoísta) padre de su bebé reconocen ser unas “personas de mierda”. Este pasaje, como todo en Ninja Baby, se resuelve de un modo discreto, sin aspavientos, con un breve silencio compartido o una mirada cómplice. Inevitablemente, la alusión a la idea de “sentirse una mierda” me trasladó a los antagónicos aposentos de “la película noruega del año”, La peor persona del mundo de Joachim Trier, un film que, para ilustrar la personalidad inconformista y autoflagelante de su heroína necesita construir un aparatoso andamiaje narrativo lleno de acelerones pop, episodios musicales y solemnes monólogos sobre el sentido de la existencia.

La peor persona del mundo aúna el vigor de las comedias de Woody Allen de los años 70 y la afectación de los dramas de Ingmar Bergman, y adapta este cóctel a la disposición fragmentaria y digresiva del audiovisual contemporáneo, dominado por el modelo televisivo. Por su parte, Ninja Baby abraza de un modo mucho más directo sus referentes: el humor slapstick del cine de los orígenes, las vibrantes convenciones de la comedia romántica y la irreverencia propia del cómic (la película adapta con libertad la novela gráfica Fallteknikk de Inga H Sætre). Como en Harvey, el clásico de los años 50 en el que James Stewart departía con un imaginario conejo gigante, Rakel, la protagonista de Ninjababy –una deslumbrante Kristine Thorp, la doble noruega de Jessie Buckley–, charla con una versión animada de su bebé. Este gesto podría hacer pensar que el trabajo de Flikke se decanta hacia lo posmoderno; sin embargo, la apuesta surrealista de Ninjababy es absorbida por su proceder “clásico”. El primer encuentro entre la protagonista y el hombre que la acompañará durante su embarazo –un profesor de aikido de origen indio (!)– funciona como un ejemplo elocuente del proceder de la película: Mos (Nader Khademi) intenta enseñarle a Rakel “a caer de pie”, pero termina recibiendo una coz en la napia. La comunión entre el diálogo marcadamente metafórico y el gesto transgresor, que desmonta la lógica de la situación, hubiese hecho las delicias de Howard Hawks o Preston Sturges.

Además de su refrescante clasicismo, Ninjababy trabaja el humor con una riqueza de recursos envidiable. No solo sobresale en el apartado físico, sino que también destaca en su vertiente escatológica, o en su trabajo con el humor tipológico: ahí está el kimono que luce Mos, o la vestimenta de mercadillo de Rakel, que ilustra la conciencia de clase del personaje. Ninjababy toma como motivo central de su discurso la inmadurez de sus personajes, que ven puesta en jaque su cotidianidad indolente cuando el horizonte de la responsabilidad llama a la puerta. El film navega con soltura por este espinoso universo temático, tan propenso a la gravedad y el moralismo. Su apuesta por el humor lo inmuniza contra la tentación de lo trascendente. Y, de hecho, incluso cuando el humor desaparece para dar paso a lo siniestro, Ninjababy se mantiene fiel a su mirada noble, siempre próxima a Rakel y los suyos. Sin fustigar a sus personajes ni subrayar sus intenciones, y sin alejarse ni un momento del centro de su objeto de estudio (la disección cómica del drama de Rakel), la noruega Flikke nos reconcilia con un tipo de narrativa que cada día parece más arrinconada: la ficción transparente, sintética, honesta y profundamente emocional. Ninjababy es la película noruega del año.