Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

“Mi biografía existe y es la puñetera Virginia Woolf la que la escribió en 1928…”. Estas son las palabras que pronuncia Paul B. Preciado al comienzo de su película Orlando, mi biografía política, que se presentó en el Festival de Berlín, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado Encounters, y que ahora participa en la sección Zabaltegi-Tabakalera de esta edición del Festival de San Sebastián. El filósofo, comisario de arte y escritor, además de activista en cuestiones de género, ha encontrado en la figura de Orlando el vehículo perfecto para desarrollar una ópera prima que habla de sí mismo, pero también de otra mucha gente. De esta manera, genera una obra colectiva, que huye de los cánones y que se presenta como una apasionante y libre propuesta metalingüística que abraza varios lenguajes –modos de ver, pero también de escuchar– que convergen en las imágenes. Y también supone una llamada a la movilización, íntima y social, y al activismo en defensa de derechos arrebatados o, directamente, nunca concedidos. Un verdadero alegato político puesto en escena con absoluta libertad y huyendo felizmente de las convenciones narrativas.

El film transciende el terreno de la adaptación literaria al uso en el momento en que adopta la forma de una carta que el propio Preciado –uno de los pensadores más importantes del siglo XXI, gracias a sus trabajos sobre la teoría queer y los estudios de género– escribe a la escritora a propósito de un libro que condicionó la adolescencia de alguien que nació en España en los años setenta. La historia de ese Orlando, que vive durante quinientos años y que comienza siendo un adolescente para acabar siendo una mujer de unos treinta años al final de la historia, es también el reflejo de su transición personal. El proyecto responde a una idea de la cadena Arte de hacer una película sobre el propio filósofo, que declinó la propuesta y ofreció algunas alternativas, entre las que se encontraba resolver una cuestión: “¿Y si buscáramos otros Orlandos que siguieran vivos y que sirvieran de puente entre el Orlando escrito y yo?”.

Y así encontró la clave para desarrollar su propuesta: un film que por momentos es un ‘trabajo en progreso’, en ocasiones un ensayo fílmico y siempre un gesto confesional del propio autor en busca de respuestas. Esos otros Orlandos los encontró Preciado en un grupo de cerca de treinta personas trans y no binarias de todas las edades, desde niños hasta adultos maduros, que forman parte de esta obra colectiva poniendo en escena partes del texto de Virginia Wolf, siendo parte de la representación, pero también relatando ante la cámara sus propias experiencias. De este modo, el autor de obras esenciales del pensamiento contemporáneo como Manifiesto contrasexual (2002) o Dysphoria mundo (2022) dispone un relato que encuentra su esencia en su vocación coral, pese a que sea el propio Preciado, que ejerce como narrador en off, cohesiona el relato con sus reflexiones a propósito de lo que define como “un libro extremadamente feminista, un corte de mangas al patriarcado”.

La película plantea preguntas (“¿quién soy yo y quién voy a ser en un futuro?”) que aportan ese carácter reflexivo-filosófico y que apuntalan la idea de que para Preciado la filosofía es casi do it yourself, en comparación con los mecanismos de producción industrial que conlleva el cine. Pero también se fija en muy necesarias y urgentes derivas políticas y sociales a propósito del papel de la medicina, las grandes corporaciones, la psiquiatría o la legislación en las historias propias de las personas trans. Al mismo tiempo, no se olvida de las posibilidades metafóricas del acto de filmar, en secuencias como un catártico número musical, en el que se escucha una canción cuya letra es todo un alegato: “No dejes que Freud ni Lacan se metan en tus sueños y te coman el tarro”. Un verdadero acto liberador. También cabe destacar un pasaje de gran intensidad emotiva y simbólica que transcurre en el interior de un quirófano. Si Preciado comienza ‘enojado’ con Woolf, termina militando en su relato, que en realidad es su propia historia: “Soy uno de tus orlandos, he salido de tu ficción. Estamos cambiando el curso de la historia”. Porque, como se afirma en el film, ahora los trans no son aristócratas, como lo era Orlando, sino que son personas que arriesgan sus vidas.