Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

En un pasaje revelador de Proxima, un astronauta veterano explica a la que va a ser su compañera de misión que lo realmente duro de estar mucho tiempo lejos de la Tierra es que la vida sigue su curso, aunque uno se ausente. En su tercer largometraje, que compite en la Sección Oficial del 67º Festival de San Sebastián, la cineasta francesa Alice Winocour se esfuerza por retratar la posibilidad de esa ausencia y sus consecuencias sobre las dos protagonistas del film: una astronauta que se encuentra preparando su primer viaje a Marte (Eva Green), y su hija de siete años (Zélie Boulant). En un lado de la balanza narrativa se coloca el deseo de la primera de cumplir su gran sueño de infancia; mientras en el lado opuesto reside el anhelo de la segunda de no separarse de su madre.

Winocour es una directora interesada por la disección intimista de relaciones interpersonales, como ya demostró en su ópera prima, Augustine (2012), donde también se abordaba el vínculo de dependencia entre dos personajes, en ese caso en una atmósfera muy perturbadora. En Proxima –título que hace referencia al nombre de la misión espacial en la que participa la protagonista–, el trabajo de Winocour en torno a la psicología de los personajes se vuelve más sentimental e inocuo. El espectador entiende pronto las razones que mueven a cada una de las dos protagonistas, y el conflicto es tan evidente que acaba por volverse intrascendente.

En esta tesitura, la parte del film que, sobre el papel, debía resultar más accesoria es la que cobra mayor interés y posibilita a Winocour mostrar una verdadera intención cinematográfica. Durante la preparación del viaje espacial, la astronauta debe pasar unas semanas en Kazajistán junto a sus dos compañeros de misión. Un tramo central del film que permite a Winocour posicionarse contra la mirada machista que cuestiona las capacidades de la protagonista, y señalar a los que creen que su condición de madre separada puede ser un obstáculo profesional. Un discurso subrayado por la aparición en los títulos de crédito finales de imágenes de mujeres astronautas reales posando con sus hijos. Pese a que Proxima no termina de sumergirse en las aguas de la ciencia ficción, su interés por explorar el drama materno-filial en un escenario aeroespacial trae a la memoria ese relevante ciclo de películas galácticas que va de Interstellar de Christopher Nolan a Ad Astra de James Gray, pasando por High Life de Claire Denis. Winocour propone un anexo de corte sociológico y feminista a la obsesión contemporánea por los dramas paterno-filiales protagonizados por astronautas.

Por último, cabe apuntar que la franja central de Proxima propone un interesante acercamiento a la soledad y angustia que embargan a aquellos que saben que van a pasar mucho tiempo sin escuchar el sonido de la lluvia o, simplemente, sin pisar tierra firme. Saben que se acerca el momento, y que la vida va a seguir sin ellos. Winocour y su director de fotografía, Georges Lechaptois, filman los cuerpos de los astronautas poniendo el énfasis en los espacios y atmósferas que les rodean, un aislamiento e indefensión física que tiene un claro impacto en la condición existencial de los personajes. A la postre, la fragmentación de la película en dos partes –una ambientada en el hogar de la protagonista y de tono melodramático; la otra centrada en el entrenamiento en Kazajistán– desdibuja el retrato de la relación materno-filial, un inestable centro de gravedad narrativo para una película de interés desigual.