Página web del Festival Internacional de Cine de Ourense (#21OUFF).

SIN DIOS NI SANTA MARÍA. Helena Girón Vázquez, Samuel M. Delgado. 11 minutos. España (2015).

La cada vez más evidente hegemonía de las tecnologías digitales, que por diversas razones (políticas y económicas, especialmente) ha terminado por hacer desaparecer de las prácticas industriales los formatos fílmicos tradicionales, ha abierto una fértil vía de trabajo –en parte fetichista, en parte reivindicativa y nostálgica– con formatos que muchos querrían condenados a la desaparición, como el 16mm o el Súper 8. Una de las vías tomadas por esta reivindicación del celuloide pasa por la exploración de la parte más fantasmagórica de las imágenes. Es el caso del sobresaliente trabajo de Samuel M. Delgado y Helena Girón, Sin dios ni Santa María, que lleva ya una espectacular carrera por festivales experimentales de todo el mundo. Trabajando con material en 16mm caducado, y recuperando unas grabaciones etnográficas de audio realizadas en los años sesenta, Delgado y Girón realizan un trabajo que cae más cerca de la etnografía experimental, de la antropología alucinada, que del documental convencional. La mezcla de los audios de un pasado reciente, pero ya desaparecido –un trabajo sonoro que combina el registro con la distorsión–, con unas imágenes voluntariamente imperfectas, sometidas al azar de un revelado artesanal, convierte la película en una especie de viaje imposible por un tiempo que no existe: un punto intermedio entre el más allá y nuestro pasado más reciente, una especie de ouija cinematográfica sobre la que sobrevuelan mitos de brujas, mujeres malvadas y temores ancestrales que la materialidad de las imágenes y de las grabaciones sonoras, ambas físicamente palpables, no consigue atrapar. Gonzalo de Pedro Amatria

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MONTAÑAS ARDIENTES QUE VOMITAN FUEGO. Helena Girón, Samuel Delgado. 13 minutos. España (2016). Sección Explora.

Tras su ejemplar primer trabajo conjunto, Sin Dios ni Santa María, una suerte de conjuro cinematográfico en el que se daban la mano la materialidad del 16mm caducado con la etnografía experimental y el trabajo de archivo, la pareja artística formada por Helena Girón y Samuel Delgado continúa con su exploración del paisaje canario, filmando en celuloide, tratando de apresar lo invisible y oscuro, y utilizando el aparato cinematográfico como un túnel capaz de unir lo físico, lo mitológico y lo imaginario. Montañas ardientes que vomitan fuego, estrenada internacionalmente en el festival de Toronto, se adentra, de forma literal, en uno de los túneles volcánicos más largos de Europa, situado en Canarias, en una suerte de exploración de lo monstruoso y lo legendario. Como en su anterior trabajo, Girón y Delgado filman con celuloide caducado, que posteriormente revelan de forma manual, para tratar de conferir una dimensión física, palpable, y real, a unos paisajes y unos sonidos que parecen escaparse del mundo de lo aprehensible y conocido. Gonzalo de Pedro Amatria

JEANETTE. Xurxo Chirro. 7 minutos. España (2016). Con Jeanette Conde, Ángeles Rodríguez, Antía Álvarez, Mateo Álvarez.

La larga tradición de retratos cinematográficos hunde sus raíces en una tradición anterior, tan fructífera como variada, procedente de las artes plásticas, la pintura y la escultura. Y aunque el acercamiento al rostro, entendido como una puerta de entrada a lo más íntimo, ha ido cambiando a lo largo de la historia, alejándose de la semejanza física para adentrarse en la emocional y acabar poniendo el acento en la subjetividad del artista, y no del retratado, hay una tensión que se manifiesta a lo largo de toda la historia del arte del retrato: la del rostro como máscara, y no como ventana, puerta, vía de acceso a todo aquello que está oculto a las apariencias. El cortometraje Jeanette, del gallego Xurxo Chirro, se plantea al mismo tiempo como una película de ficción, en la que las acciones importantes aparecen casi fuera de cuadro, y un documental sobre el rostro de la actriz protagonista, a través de cuyas facciones hemos de ser capaces de desentrañar los giros de la trama. Dejando de lado la parte más ficcional, con un acento demasiado dramático y subrayado, Jeanette es un trabajo fascinante sobre el rostro y el tiempo cinematográfico. Doce planos secuencia, con el rostro de Jeanette (actriz y personaje comparten nombre, en una pista del juego de ficción construido sobre rasgos reales) como (casi) único protagonista. Con los Screen Test de Andy Warhol en la memoria, esos largos planos secuencia con los que el artista torturaba a los visitantes de la Factory, obligándoles a posar de forma sostenida frente a su cámara, sin nada que hacer más que enfrentarse al tiempo vacío y la presencia de la cámara, Jeanette funciona como un buen estudio sobre las capacidades (o incapacidades) expresivas del rostro, y la fascinación que produce su doble condición de máscara y ventana, de muro y puerta, de invitación a la pregunta y rotundo e inextricable misterio. Gonzalo de Pedro Amatria

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AQUARIUS. Kleber Mendonça Filho. 142 minutos. Brasil, Francia (2016). Con Sonia Braga, Maeve Jinkings, Irandhir Santos.

En Aquarius, Sonia Braga interpreta a la aguerrida Clara con la fiereza de quien sabe estar arrancándose de la piel muchos años de mal cine. Clara es una mujer que vivió la experiencia más dura de su vida siendo todavía joven, cuando le extirparon un pecho a los treinta años. Tras el cáncer, cualquier otra guerra parece chica, incluyendo la que, varias décadas después, la enfrenta a la empresa que quiere derruir el inmueble en el que vive, y del que es la única inquilina, para construir un nuevo edificio. Seguramente, Clara podría irse a otro lugar de Recife pero, sencillamente, no quiere. Porque no tiene ninguna necesidad de ello, y porque esa es la casa donde reside su historia. Renunciar a ese piso sería, para ella, sustituir el hogar por un vacío. Con estos mimbres, Aquarius podría ser simplemente un film social de tesis plagado de tics. Pero resulta tremendamente estimulante porque Kleber Mendonça Filho no convierte a su personaje en ventrílocuo de sus proclamas, sino que las ideas pertenecen al carácter de Clara. Y porque, aunque la tensión con la propietaria de la finca es el hilo conductor de la película, no se trata de su único foco de interés. Vemos a Clara salir con sus amigas, nadar, jugar con su nieto, acostarse con hombres, y coleccionar discos. En las antípodas del estereotipo melómano nickhornbysiano (hombre blanco de treintaytantos años), en Aquarius es una mujer brasileña ya entrada en la sesentena la que marca la banda sonora, descubriendo canciones a sus amigos y familiares, y explicando cómo un objeto (un álbum, pero también, por qué no, un piso) puede contener un viaje, así como la memoria de quienes los tocaron en algún u otro momento. Gerard Casau

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THE NEON DEMON. Nicolas Winding Refn. 118 minutos. Francia, Dinamarca, Estados Unidos (2016). Con Elle Fanning, Jena Malone, Christina Hendricks, Keanu Reeves.

The Neon Demon resulta windingrefnesiana desde su mismo título, que explicita el material del que están hechas sus decorativas imágenes: el neón, ese gas que envolvemos en cristal y electricidad para deleitarnos con su tono rojizo. Y hay que reconocer que, en manos de Natasha Braier (directora de fotografía de, entre otras, En la ciudad de Sylvia), las ideas de Winding Refn adquieren un fulgor más magnético que nunca; al menos hasta que se ven obligadas a abandonar su inicial pose estatuaria para ir al compás del simulacro de historia que las engarza. La sinopsis de la película es particularmente breve: Jesse (Elle Fanning) llega a Los Ángeles con la ilusión de ser modelo. Su belleza y encanto natural la convierten en objeto de fascinación y celos por parte de compañeras y rivales. Creemos presenciar el oscurecimiento en que se va sumiendo la inocencia de Jesse, tragada poco a poco por los oropeles de la moda; sin embargo, esta transformación ocurre exclusivamente en el guion, sin que nuestros ojos puedan dar fe de ella. Basta recordar la escena del casting de Mulholland Drive (con la que The Neon Demon ha sido apresuradamente comparada) para constatar el fracaso de Winding Refn a la hora de dar un aura a su actriz (Elle Fanning) y personaje principal.

The Neon Demon adolece del mismo mal que ha perseguido casi siempre al autor de Bronson, que nunca ha estado particularmente interesado en la narración, pero tampoco acaba de abrazar el sinsentido. Uno casi lamenta que su trayectoria no pueda vivir exclusivamente de tráilers, ese formato que permite al director de Valhalla Rising soltar un puñado de imágenes potentes sin tener que preocuparse de otra cosa que del efecto epatante. Por todo ello, resulta profundamente irónico que The Neon Demon dedique buena parte de su tiempo a confrontar la belleza innata que (nos dicen) irradia Jesse con la guapura “artificial” que la rodea, pues la apariencia del film está tan construida como la de esas modelos convencidas de que el encanto es algo que puede ser poseído, robado y comido. No obstante, hay momentos en que la película nos sorprende con algún plano hermoso y sugerente, como aquel de una Jesse asustada y a la vez excitada, escuchando con la oreja pegada a la pared en medio de un vacío negro, que podría ser un fotograma perdido de Suspiria. Teniendo en cuenta la clase de película que quiere ser The Neon Demon, no se me ocurre mejor piropo. Gerard Casau