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NO TODO ES VIGILIA. Hermes Paralluelo. 98 min. España (2014). Con Felisa Lou, Antonio Paralluelo.
En el marco del cine contemporáneo, no resulta fácil encontrar una película que se aproxime de forma sensible al universo de la vejez sin caer en las trampas del paternalismo y el sentimentalismo. No todo es vigilia –segunda película de Hermes Paralluelo, después de Yatasto– lo consigue aunando el rigor de una cámara que observa sin entrometerse y el genuino compromiso de un cineasta implicado afectivamente con la realidad retratada (no es para menos, tratándose de la vida de sus propios abuelos). Construida sobre la frontera entre el documento y la ficción, compuesta mayormente en plano fijo y sin adornos sonoros, la película abandona puntualmente su austeridad formal para elevarse en elegantes travellings y en un emotivo momento musical que parece salido del cine de Terence Davies.
En su tierno y desnudo acercamiento a una pareja de ancianos que ve cómo se tambalea su mundo privado, su independencia, No todo es vigilia se sitúa más cerca del estoicismo de Cuentos de Tokio (1953) de Yasujirō Ozu y Make Way for Tomorrow (1927) de Leo McCarey que del fatalismo de Amor (2012) de Michael Haneke. La película tiene la virtud de mantenerse fiel al parsimonioso ritmo vital de sus protagonistas y consigue materializar en sus imágenes algo misterioso y fascinante: la lucha de una pareja que parece atrapada mentalmente en otro tiempo y que debe lidiar con la dramática realidad física que les impone su presente. Manu Yáñez
SUEÑAN LOS ANDROIDES. Ion de Sosa. 61 min. España (2014). Con Manolo Marín, Moisés Richart, Marta Bassols, Coque Sánchez.
Es difícil que alguien no conozca al menos uno de los dos referentes con los que juega de forma más que explícita Sueñas los androides. El primero es la novela de Philip K. Dick, texto fundacional de la distopía futurista, y el segundo su adaptación al cine a cargo de Ridley Scott, bajo el título de Blade Runner. Tras un primer trabajo en forma de diario-ficción, True Love (2011), el segundo film del vasco Ion de Sosa abandona, al menos de forma obvia, el trabajo con la primera persona, para centrarse en una reescritura de los códigos de la ciencia ficción al servicio de una metáfora generacional, que se pretende un (auto)retrato de una generación devastada por la crisis económica.
La película ofrece distintas capas de lectura, la primera es ese juego referencial con los materiales originales, un juego en el que el espectador es quien ha de completar los vacíos que de Sosa plantea de forma consciente, y una segunda, que es la película como retrato desolador de una generación perdida; así, los replicantes son aquí jóvenes en busca del escaso trabajo disponible, que viven bajo la amenaza de un policía encargado de acabar con ellos. No es casual que la película se sitúe en el Benidorm del año 2052, un futuro cercano, pero terriblemente real, en el que la ciudad balneario aparece casi desierta: el símbolo del crecimiento urbanístico descontrolado, que sembró los cimientos del falso progreso español que precedería a la debacle económica, moral, social y política que ahora vivimos. Gonzalo de Pedro Amatria
LES AMIGUES DE L’ÀGATA. Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius, Marta Verheyen. 70 min, España (2015). Con Elena Martín, Marta Cañas, Victoria Serra, Carla Linares.
Escrita, dirigida, filmada y montada por cuatro jóvenes realizadoras, Les amigues de l’Àgata retrata de forma tan fluida como sutilmente elíptica el día a día de cuatro “amigas del cole” cuyo férreo vínculo personal, casi fraternal, debe amoldarse a las nuevas vivencias de la etapa universitaria. La película corre el riesgo de ser identificada como una mera Girls a la catalana; sin embargo, más allá del preciso trabajo con la tipología de los personajes y la atención a los rituales juveniles, Les amigues explora tempos y texturas singulares: momentos de pausa que avivan la representación más allá de su poderosa energía narrativa.
Por momentos, la cámara busca con nerviosa insistencia los rostros de las protagonistas, como identificándose con la excitación e incertidumbre de la posadolescencia –evocando además todo un universo fílmico que va desde el cine de John Cassavetes a la reciente La vida de Adele–. En otros momentos, se imponen el sosiego slacker, las confidencias secretas mientras en una pantalla de ordenador se proyecta la magnífica Foxes de Adrian Lyne. En Les amigues no hay rastro de paternalismo, menos aún de moralismo; como ocurría con las películas de John Hughes, resulta evidente que las directoras comprenden la auténtica relevancia de los pequeños grandes dramas de sus protagonistas. Así, la compenetración entre cuatro directoras y cuatro (excelentes) actrices hace realidad el más mágico de los triunfos interpretativos: la volatilización de la ficción, la ilusión de estar ante unos personajes reales. Manu Yáñez
A MISTERIOSA MORTE DE PÉROLA. Guto Parente. 62 min. Brasil (2014). Con Ticiana Augusto Lima, Guto Parente.
“Los fantasmas de la soledad” y “Los pliegues de la muerte” son los títulos escogidos para dar nombre a los dos episodios que fragmentan este neo-giallo de Guto Parente. Exquisita ópera prima, desprovista de diálogos e interacción alguna entre dos ex-amantes unidos por la condena de no compartir plano, la película fantasea con una percepción de la muerte sobrenatural, un visión esotérica que ilustra una serie de crímenes causados por un estado mental: el melancólico desamparo que padece la misántropa protagonista. Una joven brasileña llamada Pérola (Ticiana Augusto Lima) ha dejado atrás su país, su casa y su novio Ângelo (Guto Parente) para estudiar arte en Francia. Su sombría rutina –basada en la mecánica repetición de tres acciones: pintar, comer espaguetis y mirar clásicos franceses para aprender la lengua– se convierte en un malestar agónico que se impregna en las claustrofóbicas y lynchianas habitaciones de su viejo apartamento. El parsimonioso y asfixiante calvario existencial de la ermitaña se extiende a la malsana atmósfera del filme y a su uso del lenguaje cinematográfico. Formalmente antitética a Amer –por su lentitud rítmica y la renuncia al montaje frenético– pero con la análoga voluntad de honrar el citado género italiano de los setenta a través de su suprasensorial noción de suspense, el director y guionista Guto Parente elabora una psicodélica e hipnótica historia de fantasmas sobre las consecuencias de la paranoia y el aislamiento. Carlota Moseguí
DER GELDKOMPLEX (EL COMPLEJO DE DINERO). Juan Rodrigáñez. 76 min. España (2015). Con Lola Rubio, Gianfranco Poddighe, Rafael Lamata, Jorge Dutor.
«Espero que el dinero me perdone«, confiesa Francisca (Lola Rubio), una de las integrantes del variopinto mosaico de holgazanes intelectuales que habitan en la bucólica finca extremeña de Rafael (Rafael Lamata). Los falsos bohemios protagonistas de El complejo de dinero fingen apreciar la vida pastoril en el viñedo, pero en secreto añoran su pasado avaricioso. Esa expectante espera beckettiana a la que hace referencia Francisca deviene real cuando el hijo de Rafael (Jorge Dutor) –enviado a Düsseldorf para pedirle tres millones a una señora alemana– anuncia su vuelta a casa con su nueva prometida germana sin noticias del dinero. La hilarante alusión al verídico rescate económico de nuestro país que nunca llegará es un gran ejemplo de la perspicaz ironía que emplea Juan Rodrigáñez para retratar una España acomplejada por el dinero.
Basándose en la obra homónima de la autora feminista Franciska von Reventlow, el director (acompañado en la escritura del guión por Eloy Enciso y Eduard Mont de Palol) concibe una comedia negra en la que la humanidad queda atrapada en un espacio irreal, un microcosmos de absurdidad y de sueños capitalistas. Asimismo, Rogrigáñez no contextualiza la trama en un manicomio como el texto original de 1916: la locura del siglo XXI está en todas partes, e incluso puede hallarse en una idílica masía regentada por sujetos que si no fuera por su hippismo no-violento dialogarían con el universo del griego Giorgos Lanthimos (Canino). Carlota Moseguí
DURAK (THE FOOL). Yury Bykov. 116 min. Rusia (2014). Con Artem Bystrov, Nataliya Surkova, Boris Nevzorov, Kirill Polukhin.
En su tercer largometraje tras Live! y The Major, Yury Bykov ofrece una visión al mismo tiempo sutil y desoladora, devastadora de la sociedad rusa. El antihéroe del film es Dima (Artem Bystrov), un simple y honesto fontanero que trabaja en una pequeña y gris ciudad gobernada por funcionarios corruptos que actúan en connivencia con el empresariado local. El protagonista descubre que un gigantesco edificio habitado por más de 800 personas está a punto de derrumbarse y corre a contárselo a las autoridades, que están en medio de una fiesta llena de excesos. La alcaldesa llama a una reunión de emergencia en un salón contiguo y allí salen a la luz no sólo distintos planes de contingencia sino también todas las miserias, bajezas y reproches cruzados de estos seres de un cinismo y una hipocresía sin límites. Trabajada con la habitual categoría actoral del cine ruso a partir de largos y complejos planos-secuencia, Durak (The Fool) se erige en un film de una solidez incuestionable, aunque ciertos diálogos didácticos y una tendencia a extremar la moraleja le quitan algo de eficacia. Diego Batlle
EL INCENCIO. Juan Schnitman. 95 min. Argentina (2015). Con Pilar Gamboa, Juan Barberini, Luciano Suardi, Martín Tchira.
A muchos directores del Nuevo Cine Argentino se les ha criticado por contar historias alejadas de su realidad, de sus propias experiencias. En El incendio, Juan Schnitman apuesta por ir directo al corazón, la cabeza y el estómago de los espectadores que habitualmente ven cine independiente argentino en Argentina: digamos, una clase media urbana. Y el logro es doble porque no solo eligió personajes reconocibles sino que los hizo atravesar una situación que también lo es: la película narra poco más de 24 horas en la vida de una pareja que está a punto de comprar un apartamento y describe las tensiones que surgen entre ellos en el momento de tomar esa decisión. He aquí un drama realista que tiene la intensidad de un thriller por la potencia de sus personajes, las actuaciones y el acercamiento entre teatral y cinematográfico –de largos planos secuencia– a los cuerpos y rostros de los protagonistas.
El “McGuffin” narrativo, si se quiere, está relacionado con que, por un problema del vendedor, la pareja que encarnan Pilar Gamboa y Juan Barberini debe quedarse, durante 24 horas, con los dólares en metálico que sacaron del banco para la compra del piso. El incendio no es una date movie (no se la recomendaría a una pareja que acaba de conocerse) pero sí una mirada honesta a la realidad de ese tipo de vínculos, una que, imagino, provocará debates a la salida entre las parejas que la vean y se sientan enfrentadas a un espejo que de su vida cotidiana. Los cineastas argentinos harían bien en volver a retratar el mundo que los rodea, día a día, sin necesidad de recaer en trampas narrativas propias del género ni en envoltorios festivaleros alejados de sus experiencias. Diego Lerer
JUANA A LOS 12. Martín Shanly. 75 min. Argentina, Austria (2014). Con Javier Burin Heras, María Passo, María Inés Sancerni, Rosario Shanly.
Juana tiene 12 años y asiste a una escuela bilingüe de una zona acomodada, pero nunca termina de encajar: se ríe cuando no debe, no participa cuando los demás se lo requieren. Sus problemas de aprendizaje y sus desórdenes de atención la convierten en víctima predilecta de compañeros y docentes (aunque aquí, cabe aclararlo, el bullying es más que atenuado y en verdad pasa por una discreta discriminación). Su madre se ocupa de ella, pero en algún sentido también la desatiende: cumple con sus deberes –contrata una psicopedagoga y una maestra privada para que ayuden a la niña–, pero jamás se compromete emocionalmente con las necesidades y búsquedas de la hija. Juana está obsesionada por tener una amiga, por ser invitada a un baile de disfraces. Por pertenecer, por ser, por construir como puede, como le sale, su precaria identidad. De todo eso trata esta sensible, sutil e inteligente exploración de las fragilidades, contradicciones y angustias de la preadolescencia. Y lo hace a través de un personaje nada común, incómodo incluso para un espectador que intenta empatizar, porque nunca encaja en los rigurosos cánones de la «normalidad». Formado en la FUC –de donde han surgido autores como Matías Piñeiro o Mariano Llinás–, Martín Shankly dirige una ópera prima con múltiples matices y una voluntad provocadora jamás manipuladora. Diego Batlle
OBRA. Gregorio Graziosi. 85 min. Brasil (2014). Con Júlio Andrade, Sabrina Greve, Lola Peploe, Marisol Ribeiro.
La arquitectura modernista brasileña es un tema fascinante para cualquier persona mínimamente interesada en el tema. En Obra, la opera prima de Gregorio Graziosi, esos enormes edificios no solo son el escenario en el que transcurre la acción sino que forman parte esencial de la trama y conforman de manera muy clara el tono del filme. Con su banda sonora minimalista –un complejo entramado de bajos y sonidos propios de un filme de ciencia ficción– e imágenes en un blanco y negro nítido y que claramente referencia a cierto cine de principios de los años 60, la película de Graziosi intenta adentrarse en ese universo a la manera de un viaje a las entrañas de esos edificios que conlleva también un viaje a la complicada historia política y social de Brasil.
Irandhir Santos (el actor de O Som ao Redor y Tatuaje) encarna a un arquitecto que está construyendo un moderno edificio donde han demolido uno viejo que pertenecía a su familia. En medio de la obra en cuestión –y mientras espera un hijo con su esposa británica– los obreros encuentran restos de personas enterradas allí hace mucho tiempo. La situación dispara una crisis de identidad en el protagonista, que tiene que ver con su propia familia y su rol en lo que parece ser un crimen (o una serie de ellos) sucedido durante la dictadura. Pero esta leve “arquitectura” narrativa no es lo primordial en un filme que es, básicamente, atmósfera y tono, como si Michelangelo Antonioni hubiese filmado una película de ciencia ficción en Brasil. Diego Lerer
VINCENT (VINCENT N’A PAST D’ÉCAILLES). Thomas Salvador. 74 min. Francia (2014). Con Thomas Salvador, Vimala Pons, Youssef Hajdi, Nicolas Jailet.
La figura del joven inadaptado y acomplejado por sus superpoderes que pretende formar parte de la sociedad ocultando su destreza sobrenatural está a la orden del día en los primeros trabajos de directores norteamericanos provenientes del indie o el cine de género. No obstante, la voluntad de Spring (Justin Benson, Aaron Moorhead), One & Two (Andrew Droz Palermo) o la fascinante A girl walks home alone at night (Ana Lily Amirpour) adquiere un nuevo significado cuando se mezcla con la estética minimalista y contemplativa del cine de autor francés. La prueba la encontramos en el debut preciosista de Thomas Salvador, un film que, como Mercuriales, de Virgil Venier, sugiere una tímida ciencia ficción a través del tratamiento del entorno. La erótica de la ópera prima de Vernier se transforma en Vincent en una mirada naif, casi espiritual, de la naturaleza virginal que rodea el pueblo al que se muda el superhombre al que da vida el propio Salvador. De hecho, el agua es el elemento natural que otorga fuerza y velocidad al héroe anónimo. El protagonista de este largometraje presentado en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián no hace uso de su mágico talento para conseguir un mejor trabajo o seducir a Lucy (Vimala Pons), la bella lugareña con quien vivirá un tórrido romance. La primera vez que Vincent se beneficia de su don (con fines altruistas), la acción desemboca en una peripatética persecución policial que fuerza al protagonista a comprender su condición marginal. Carlota Moseguí