Algo que Jim Jarmusch ha venido haciendo a lo largo de toda su carrera, repensar la memoria y la tradición de los géneros cinematográficos, lo abordó en Dead Man de forma abiertamente explícita, y sin embargo, nada obvia. Tomando el western como referente, Jarmusch se apropió de los códigos del genero para elaborar una auténtica película de Jarmusch, con su particular sentido del humor, sus personajes errantes, bohemios des-ubicados en un mundo incomprensible, incapaces de tender vínculos con lo real. Como explicó Jaime Pena en el libro colectivo El cine y los generos. Conceptos mutantes, “Dead Man no es una película histórica y puede que tampoco sea un western. Borrón y cuenta nueva. Jarmusch parece dar por hecho que el western es poco más que un paisaje, un decorado que sirve a sus intenciones y a las de sus personajes. No tiene sentido posicionarse ni a favor ni en contra. Al contrario, antes que algo restrictivo, el género es el tapiz sobre el cual situar a sus personajes. Como diría Jonathan Rosenbaum, éste es otro de esos ejemplos de cine de autor disfrazado de cine de género”. GdPA

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