Parecía una película menor, una cinta de género, una película de vampiros cuando a nadie le interesaban ya los vampiros, una película sueca cuando a nadie le interesaba lo que ocurría en el norte de Europa, una película de multicines cuando, como ahora, los críticos de postín no miran a los multicines sino es para desdeñarlos. Y sin embargo. Y sin embargo, Déjame entrar fue una enorme sorpresa, una película gigante escondida en un armazón pequeño, casi invisible: la adaptación de la novela de John Ajvide Lindqvist resultó ser una vuelta de tuerca a un género más que manido en el mundo del terror, los vampiros, al tiempo que retomaba la idea de los niños como monstruos, no para jugar con ella, sino para llegar al fondo del asunto: que todo niño, nos guste o no, es en el fondo un pequeño monstruo. GdPA

Programación completa del Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes.