En su notable debut en la dirección de ficciones, Kent Jones –renombrado crítico, documentalista y director del New York Film Festival– se aproxima a las angustias de una persona al límite de sus energías: Diane (Mary Kay Place), que dejó de vivir hace tiempo, demasiado ocupada en complacer a sus seres queridos. Una persona que busca refugio en los demás para no tener que afrontar el ejercicio más difícil: afrontar los propios fantasmas. En el frío invierno del oeste de Massachusetts, Diane se lanza a la carretera. Porque conducir forma parte de la textura emocional de esa geografía, pero también para mirar hacia fuera y no tener que mirar hacia dentro. La propia película parece hacer lo mismo, transitando de forma extraña entre el drama y la comedia. Los cortes bruscos van dejando paso a los fundidos, y éstos a las imágenes superpuestas, una difuminación que trasciende lo visual. Jones pasa de la no-ficción a una ficción que podría haber firmado Kenneth Lonergan: el estudio de un sentimiento de culpa en plena metástasis por la mala gestión a través de los años. Víctor Esquirol

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