Pose a raudales, estetización de la violencia, disfrute estético, y un manejo del tempo, el ritmo y el gesto cinematográfico de primer orden al servicio de uno de los grandes hypes de los últimos años: la película de Nicolas Winding Refn, un realizador hasta entonces escasamente conocido en el extranjero, se convirtió en una celebridad mundial tras esta película que convierte el disparo y el beso en dos caras del mismo plano secuencia. Solo por la ya célebre secuencia en el ascensor merecería la pena volver a ver Drive, una película que poniéndonos finos, podría no ser más que la estilización escandinava del estereotipo del taxista agresivo y con palillo en la boca. Sin embargo, Winding Refn juega bien sus cartas, y convierte este cuento de desamor y violencia en una película tan nostálgica como arrebatadora. GdPA

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