La última película de Robert Bresson arranca de una forma inolvidable, casi una declaración de intenciones que ilumina, o ensombrece, mucho del cine rodado antes, e incluso después: un billete que pasa de mano en mano. Nunca antes el cine había hecho tan patente su condición de producto del capitalismo, ni había filmado con tanta crudeza el gran fantasma de nuestros tiempos, ese que todo lo gobierna pero que tratamos de esquivar de forma hipocrita, y que nunca, o casi nunca, aparece en las películas. Bresson. La película, cruda, seca, desesperanzada como pocas, está atravesada en su totalidad por el dinero como cínica y única vía de alcanzar algún tipo de redención. José Luis Guarner, en un texto sobre la pelicula, dejó escrito: “El dinero es una auténtica película religiosa, como lo fueron Un condenado a muerte… o Pickpocket. Una creación a la vez fastidiosa y admirable, significa en cierto modo la suma de toda la obra de Bresson, casi el testamento de un hombre grande de cine”. GdPA

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