Una de las películas triunfadoras de la pasada edición del Festival de Cannes (al menos en cuanto a la recepción casi unanimente entusiasta de la crítica), la opera prima del húngaro Lászlo Nemes es una muestra más de esa querencia del festival francés, y cierta crítica seria, por los temas graves, imponentes e importantes. Al igual que ocurriera con La cinta blanca, la peor película de Michael Haneke que se terminó llevando la Palma de Oro y ovaciones y alabanzas por parte de la crítica mundial, El hijo de Saul es de esas películas en las que el tema serio por antonomasia, el holocausto judío, se impone sobre cualquier valoración critica. La película, que apuesta por una decisión formal de un rigor y una firmeza tan inaudita como epatante, cuenta la historia de Saúl Auslander, de origen húngaro, que forma parte de un grupo de prisioneros judíos que están obligados a ayudar a los nazis para exterminar a su propio pueblo. En uno de los hornos, Saúl encuentra el cadáver de un niño que se parece a su hijo y, por esta razón, decide rescatar el cuerpo, buscar a un rabino y conseguir darle una verdadera sepultura. GdPA

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