Página web del Atlántida Film Fest.

Análisis de la programación completa del festival (27 de junio – 27 de julio).

BERSERKER. Pablo Hernando. 104 minutos. España (2015). Con Julián Génisson, Ingrid García Jonsson, Vicenç Miralles, Chema Adeva, Lorena Iglesias. Sección Generación.

Robert Walser ya dejó escrito hace mucho que escribir que no se puede escribir también es escribir. Pablo Hernando, con su segunda película tras la sorprendente CABÁS, parece de alguna manera seguir esa regla de la perplejidad ante el mundo y el arte, aplicándola al trabajo cinematográfico: filmar que no se puede filmar también es filmar. Berserker, protagonizada por uno de los miembros del colectivo Canódromo Abandonado, Julián Genisson, es una película aparentemente muy sencilla, y casi reducida a su mínima expresión: Hugo Vartan, un joven escritor de novelas por encargo se obsesiona con un caso cercano de asesinato, y decide, a pocos días de entregar su novela, cambiarla por completo y concentrarse en la investigación del caso, sin conseguir nunca resolverlo. Y es en esa imposibilidad donde reside uno de los puntos fascinantes de una película que parece montarse y desmontarse al mismo tiempo frente al espectador.

A Pablo Hernando no le interesa la resolución del caso, que funciona como un McGuffin gigante, una excusa que pone en marcha un aparato de cine negro en versión crisis económica española, que, sorprendentemente, no se sabe dónde termina, y despista su resolución hasta disolverse en un océano de melancolía nini, de crisis existencial venida a menos que termina por contagiar al propio relato, como si el no future de la generación arrasada por el desmantelamiento del Estado del Bienestar hubiera afectado también a la posibilidad de contar y construir nuestros propios relatos, convertidos en películas de cine negro sin femme fatale, sin enemigos, sin malos claros ni buenos obvios, y rodadas en la pobreza más absoluta de la luz artificial de los supermercados de bajo coste. De alguna forma, Berserker podría parecer una versión post-crisis económica del Zodiac de David Fincher, película seminal sobre el fin del cine (de ficción) como herramienta de conocimiento del mundo, pero aderezada con los elementos trágicos de una generación cuyo futuro ha sido arrancado como las páginas de una novela negra pulp de segunda mano comprada en un mercadillo.

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LA EXTRANJERA. Miguel Ángel Blanca. 70 minutos. España (2015). Sección Generación.

La nueva película de M. A. Blanca, líder de Manos de Topo, es un hijo perfecto de una época de sobresaturación a todos los niveles: en el espacio público, el privado y en el audiovisual. He aquí una película desbordante y desbordada que toma el turismo (en Barcelona) como punto de partida, telón de fondo y leit-motiv: la ciudad de los tres millones y medio de turistas anuales es la verdadera protagonista de este trabajo que bascula entre la sátira y el terror, entre el flujo psicótico de imágenes y el exorcismo audiovisual, entre el documental de archivo y la ficción punk, entre el musical y el zapping desenfrenado en YouTube. Con Cannibal Tours de Dennis O´Rourke como referente ineludible, La extranjera es una película canibalesca y carnavalesca, un torrente de imágenes que, tomando a los turistas como causa pero también consecuencia de unas políticas de gestión de la identidad y el espacio público, retrata la ciudad como un infierno imposible de habitar, un parque temático para el negocio planetario del turismo que convierte todos los lugares en los mismos lugares, escenarios para el paseo virtual.

El trabajo delirante de imágenes bastardas de la película, muy emparentada con el trabajo de la sevillana María Cañas, invita a pensar que llegará un momento en que términos como found footage, material de archivo, o metraje encontrado dejarán de tener sentido, y acabaremos por aceptar que en nuestro universo audiovisual las imágenes ajenas y propias, digitales o analógicas, legales o ilegales, presentes, pasadas o futuras, se mezclan en un torbellino desquiciado que termina igualándolas (como la muerte, como el humor, como los tropezones). Imágenes de nadie, imágenes para todos, imágenes desprendidas de su significado original, disponibles para ser manipuladas, subvertidas, violadas, raptadas. No hay ya imágenes únicas, porque tampoco hay experiencias únicas: fotocopiadas, reproducidas, pensadas de antemano para ser vividas, grabadas y olvidadas, sustituidas por otras nuevas, iguales, similares, también vividas, grabadas y de nuevo olvidadas.

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METAMORPHOSIS. Manuel Pérez Cáceres. 90 minutos. España (2016). Sección Política.

El repentino interés de numerosos cineastas documentales en España por la política está directamente relacionado con la revuelta cívica ciudadana nacida tras el 15M y la necesidad de conquistar las instituciones en un intento de acercarlas a las necesidades de la ciudadanía. El gesto es comprensible: la imagen ha sido uno de los (muchos) caballos de batalla de estas nuevas formaciones políticas, muy preocupadas por no repetir los estereotipos de los partidos tradicionales. La (aparente o no) transparencia, la democracia horizontal, y el acceso plano a la información parecen estar en el corazón de sus idearios. Filmar su nacimiento, sus contradicciones, su proceso de crecimiento y debate es una forma, no solo de dejar testimonio, sino también una herramienta comunicativa y propagandística. Así, tanto Metamporphosis como la recientemente estrenada Alcaldessa, que filman el mismo proceso y terminan prácticamente igual, son dos películas abiertamente propagandísticas, que no esconden su voluntad militante, sino que hacen gala de ella, y está bien que así sea.

Rodada durante el proceso de constitución de Barcelona en Comú, y hasta la victoria de Ada Colau en las elecciones municipales, Metamorphosis opta por una protagonista desconocida, una militante de base del partido, para seguirla durante todo el proceso de constitución, la campaña, los debates, los problemas, las subidas y las bajadas, las dudas y los arranques de ilusión. La película opta por la metáfora del insecto y sus diversas fases de transformación, desde el nacimiento como larva hasta su renacimiento en fase final, para retratar el proceso de crecimiento del nuevo partido, que aparece como un organismo vivo que no es impermeable a las crisis ni a los problemas personales, sino que está atravesado por ellos. Metamorphosis tiene la indudable virtud de haber sabido elegir una protagonista carismática, anónima, y haberla filmado durante meses, en sus altibajos, en sus crisis, en sus problemas, pero algunas decisiones formales lastran la película, especialmente en sus primeros tramos: el retrato de esa nueva forma de hacer política y pensar la ciudadanía y las instituciones se hace a través de una de las formas más reaccionarias posibles, la del video musical, con un montaje rítmico, y una estética excesivamente deudora de la publicidad y el video de MTV. Formas viejas para ideas nuevas.