Júlia Gaitano (Mostra de Cinema Llatinoamerià de Catalunya, Lleida)

La primera escena de Detrás de la montaña, reciente ganadora de la Mostra de Cinema Llatinoamericà de Catalunya, nos habla de raíces arrancadas, de semillas corrompidas y pasados sesgados. Se refiere, concretamente, a las raíces, semilla y pasado de Miguel (Benny Emmanuel), el protagonista del film, abandonado por su padre en el preciso instante de su nacimiento. Dos décadas más tarde, el joven se encuentra aprisionado en una realidad doméstica incómoda, conviviendo con una madre deprimida. El trauma que supondrá para Miguel la súbita muerte de la madre, sumado al constante rechazo por parte de la mujer a la que ama y una sensación intrínseca de desarraigo, hará que abandone el cobijo de su rutina para adentrarse en Ciudad Juárez, lugar en el que iniciará la búsqueda de su padre.

El cineasta mexicano David R. Romay aborda, en el que supone su debut en el largometraje de ficción, una inusual historia de venganza e impulsos parricidas, de destinos por escribir y de fugas en todas direcciones. Todo ello mientras muestra una cara de México alejada de la complacencia y aferrada a la veracidad. En lo que acaba resultando un fascinante y amortiguado thriller, la sospecha de un desenlace trágico se va demorando desesperantemente en el tiempo, prolongando una insostenible tensión que recae en los hombros de Miguel. Romay juega tanto con su protagonista como con los otros dos personajes principales (la enamorada y el nuevo jefe del joven), enmarcados por una sobria y delicada fotografía de Fergán Chávez-Ferrer. La violencia que parece inscrita en los genes del protagonista se transfiere al tono seco y hermético de la película, hecho que contrasta con la cierta ternura e inocencia que se desprende de las diferentes historias. A la postre, la película ofrece un conjunto de breves visiones de un oasis en medio del árido desierto de la realidad mexicana.

Las visiones de familias más o menos disfuncionales también conforman el eje central de los dos cortometrajes premiados en esta 25 edición de la Mostra de Lleida. Por un lado tenemos Nana, la pieza del español Roger Villarroya, que ofrece un collage de maternidades e infancias, si bien no todas responden a las fórmulas tradicionales. Desde un proyecto de madre joven (Alba García), cuyo futuro es incierto e intimidante, y que sufre una suerte de ininteligibles sueños proféticos; hasta su afectuosa relación con un paciente mayor del hospital en el que trabaja (Josep M. Alejandre); pasando por insertos de escenas de una madre ya funcional (Aina Clotet), que comparte una serie de rituales con su infante. Villarroya hibrida oscuras imágenes de sueño con la realidad, el olvido con la lucidez y evocaciones viscerales con certezas vitales. Las experiencias de todos los personajes, especialmente de las dos mujeres unidas por ese pálpito afectivo, forman un conglomerado de emoción que termina purificado por la lluvia.

Por otro lado, Bodas de oro, cortometraje del uruguayo Lorenzo Tocco, se afianza como la nota más positiva de la selección de ganadoras del certamen leridano. Como su título indica, Tocco narra el transcurso de la celebración de 50 años de casados de una entrañable pareja. Ellos, sin embargo, parecen estar quedando en un segundo plano, mientras toda su familia va desfilando enfrente de la cámara del realizador contratado para registrar y editar un vídeo conmemorativo de la velada. La cámara los registra a todos: los revoltosos nietos, la nieta repelente, la sobrina, su novio y sus dramas de joven pareja, los viejos amigos de los homenajeados y sus batallitas de juventud, la lucha constante que tienen los hijos, la aparente tiranía de la hija sobre los padres. Singularidades familiares en las que todos y todas podemos reconocernos, y que aquí aparecen pasadas por el catártico filtro de la sátira. Sin embargo, poco saben todos ellos (y los incautos espectadores) que aquello que parece resultar el centro del film es solamente una sarta de menudencias, anecdótico divertimento ante una bomba discursiva que dinamitará el status quo familiar.