(Imagen de cabecera: Ainhoa Rodríguez en el rodaje de Destello bravío @Fernando López)

Manu Yáñez

“Las mujeres de una pequeña localidad rural acuciada por la despoblación viven entre la abulia de su día a día, donde nada extraordinario ocurre, y un profundo deseo de experiencias liberadoras que les haga reencontrarse con el lugar donde creen fueron felices o soñaron serlo”. Esta sugerente y enigmática sinopsis apunta algunas de las claves temáticas de Destello bravío, la ópera prima de Ainhoa Rodríguez, cineasta extremeña nacida en Madrid “en un caluroso julio de 1982”. En el film, convive el lamento por el crepúsculo de unas formas de vida rural con el retrato de un universo femenino en el que la opresión alimenta el anhelo de libertad. Cuestiones que Rodríguez aborda situándose en un enclave expresivo inhóspito, a medio camino entre la radiografía testimonial, el artefacto surrealista y la evocación sensorial. La película, una coproducción de Tentación Cabiria, la productora de la propia Rodríguez, y Eddie Saeta, compañía de Lluís Miñarro, participó en la Tiger Competition del Festival de Rotterdam. En la siguiente entrevista, la directora ahonda en el singular proceso de creación de su hipnótico film-viaje.

En Destello bravío, se percibe una tensión entre momentos de fuerte aliento documental (cuando un hombre mayor habla de su vida como pastor, cuando un viejo cazador rememora una experiencia que le llevó a dejar de cazar, cuando una mujer habla del terror que sentía de niña ante la agresividad de su padre) y otros pasajes que van conformando hilos narrativos, de corte más ficcional, como la historia de una mujer de mediana edad que esta harta de vivir en el campo, y que es víctima de habladurías y agresiones. Intuyo que esa tensión puede ser un reflejo del proceso de creación de la película.

La intuición es una herramienta muy poderosa en la creación artística. En este sentido, Destello bravío no se construyó a partir de un manual cerrado, es una película que intenta rehuir las normas o la catalogación. Al plantearme hacer mi primera película, tenía claro que quería indagar en la vida de una pequeña población de Extremadura, de donde provengo. Decidí sumergirme en Puebla de la Reina y sus aledaños, consciente de que la película debía surgir de la verdad rica y descarnada que iba a tener delante. El vínculo con esas personas lo establecí a partir de la actividad de un laboratorio sobre lenguaje fílmico y miradas no normativas llamado “El viaje hacia la película”. Yo no era del pueblo y no conocía a nadie.  Al laboratorio, cuya actividad se extendió a lo largo de los meses, asistieron un grupo de unas 15 mujeres que luego me acompañaron en el proceso de creación de la película. Ellas me abrieron las puertas del pueblo. Viví allí nueve meses, rodaje incluido, y sabía que necesitaba tiempo y un modelo de producción libre. Para eso, fue importante que yo misma adoptara el rol de productora de la película.

En la película es interesante ver cómo ciertas vetas narrativas van emergiendo de los testimonios reales ¿Cómo fue tomando forma la película? ¿Trabajaste con un guion cerrado?

La película se construyó a partir de la retroalimentación entre diferentes procesos. Mientras hacía el trabajo de campo, iba familiarizándome con la población, iba conociendo los paisajes al mismo tiempo que escribía el guion. Y a su vez se iban haciendo los castings, que eran muy particulares. Los primeros meses estuve sola, luego llegó Ruby Aveldaño a la producción y poco a poco el resto del equipo. A veces pasaba más de una hora con un solo aspirante porque se abrían y me contaban sobre sus vidas, fue emocionante. No iba en busca de actores que encarnasen personajes predefinidos, sino que estaba abierta a que los participantes en la película incorporaran algo propio al film. Y, claro, un proceso como este se desmarca por completo del cine más industrial, que suele funcionar a partir del trabajo con un guion cerrado. Iba a capturar trozos de la vida del pueblo como un voyeur que mira tras una puerta. En la vida hay historias que pasan y se resuelven y otras que quedan abiertas porque continúan. Para mí era importante romper con el relato clásico. Aunque debo decir que tuve varias versiones de un guion dado que era necesario para la logística del rodaje, pero todo el proceso fue muy orgánico.

Ninguno de los actores y actrices de Destello bravío eran profesionales. La mayoría son mujeres extremeñas de la zona en la que rodamos. Para mí, lo interesante de trabajar con actores no profesionales es que la cineasta debe hacer el esfuerzo de acercarse al actor o la actriz natural para que encaren al personaje desde ellos mismos, con su forma de hablar y de sentir, y no lo contrario, que es lo habitual cuando trabajas con actores profesionales, que deben esforzarse por encarnar al personaje construido por el director o directora. El trabajo con los actores y actrices no profesionales requiere de tiempo, es un proceso largo de conversaciones y ensayos en el que se debe trabajar mucho para que el intérprete vaya dando forma al personaje sin perder sus propios rasgos. La idea es que el personaje acabe siendo el no actor o la no actriz. En este sentido, el compromiso de las personas que aceptaron aparecer en Destello bravío fue apabullante, honesto y generoso. Al final, trabajamos de diferentes modos. En ocasiones, las actrices recitaban diálogos que habían sido escritos con ellas en mente, mientras que otras veces hacíamos improvisaciones dirigidas. Además del trabajo con los actores, había que mantener en pie un relato coral y había que trabajar con una logística compleja, ya que en Extremadura las distancias son muy amplias.

Al escucharte hablar de la generosidad de las actrices, no podía dejar de pensar en el momento de la película en el que un grupo de mujeres mayores experimenta una suerte de arrebato de lascivia.

Todavía me pregunto cómo conseguimos filmar esa escena y me impresiona la valentía de esas mujeres, a las que llamo las bravías. La mayoría habían pasado por el laboratorio de cine para mujeres de Puebla de la Reina. Trabajar con ellas fue una aventura maravillosa. Había mujeres que, en los talleres, habían tenido reparos a la hora de mostrarse y actuar frente a las demás, y luego esas mismas mujeres se dieron en cuerpo y alga a la escena y consiguieron sentirse cómodas frente a la cámara. Creo que fue una cuestión de confianza, un fuerte acto de fe que ellas hicieron conmigo.

Mi impresión es que, en esas escenas sensuales, a pesar de la sensación de artificio y magia que las envuelve, impera algo natural, una necesidad por parte de ellas de mostrar algo íntimo y verdadero. De hecho, estas escenas suponen un momento de liberación en una película que muestra diversos casos de mujeres oprimidas por un mundo atávico, muy tradicional. Una liberación expresada además por mujeres mayores, que no suelen ocupar el centro de los discursos feministas.

Cada una de las actrices abrazó ese espacio de libertad a su modo. Nos tomamos el tiempo necesario para que las sensaciones de cada una fueran tomando forma. La sexualidad femenina es un temazo. La idea de que la mujer, a partir de cierta edad, ya no siente deseo sexual, que ya no necesita de caricias y de placer, es una creencia absolutamente arraigada. Y, claro, lo que no se ve termina por no existir. Esto es algo que no ocurre con los hombres. Es necesario preguntarse el porqué y subvertir esta realidad. En ese sentido, Destello bravío es una película impulsada por el deseo y la sexualidad femenina.

Otra tensión fundamental de la película es la que se da entre lo religioso y lo pagano. Por un lado, muestras procesiones, rezos, misas; por el otro, un aura esotérica que parece recubrir toda la película y que se materializa en la presencia de una mujer con poderes adivinatorios, o en el mágico ataque de lascivia que experimentan las bravías.

Como te comentaba, esta película se construyó en gran medida a través de procesos instintivos y de experiencias colectivas que hicieron aflorar temáticas que me parecen profundas. Por ejemplo, en los castings, surgía una y otra vez el tema del dolor por la pérdida de la infancia, de la inocencia, de ese lugar arrebatado de fantasía y protección. Por otra parte, me interesaba mucho la fuerza fabuladora que existe en los pueblos como respuesta a una necesidad de trascender, algo que surge a través de la religión, pero también a través de lo pagano. Todo eso está en la película porque lo viví en el pueblo. Diría que la película adopta una posición agnóstica, dado que yo, pese a haber crecido en una cultura católica, no tengo esas creencias. Sin embargo, me fascina la posibilidad de creer en Dios y también en la magia. El diálogo entre la tradición y lo esotérico creo que está por todas partes en la película. También en la música, en la que convive la psicodelia y lo tradicional, o en el sonido, donde la representación naturalista dialoga con un cierto retorcimiento sonoro, cargado de extrañamiento.

Tus palabras me llevan a recordar el ateísmo de Buñuel, “por la gracia de Dios”. También sé que escribiste tu tesis doctoral sobre la obra de Fellini, que partía de la realidad para ir hacia el subconsciente, la fantasía. ¿Fueron estos referentes importantes para ti al hacer la película?

He disfrutado mucho del cine y espero seguir haciéndolo en pantalla grande. Todas las películas que me apasionan están dentro de mí, pero hice Destello bravío sin ningún gran referente fílmico en la cabeza (aunque sí que hubo en lo “estético” una gran cantidad de referentes, especialmente fotográficos y pictóricos, para entenderme con el equipo, con Laura García Serrano y Willy Jaúregui, sobre todo sobre el color en fotografía, arte y vestuario; también en puesta en escena). Como te decía, lo más importante para mí era capturar lo que tenía delante, intentando no perderme ningún matiz ni detalle. De hecho, hay muchos hilos narrativos que tuve que abandonar porque era imposible abarcarlo todo. Hubiese podido hacer esta película mil veces con diferentes personajes. La mecánica creativa tuvo algo de bucle en el que íbamos trabajando diferentes historias que funcionaban como una rueda a la que se iban incorporando nuevas historias y personajes. Y las historias que quedaban eran las que encontraban su lugar en el relato coral. Dicho todo esto, adoro algunas películas de Buñuel, como Viridiana, y he aprendido muchísimo del cine de Fellini, porque a hacer cine se aprende tanto a través de la práctica como del análisis. Fue curioso porque, mientras filmábamos el arranque de Destello bravío, que transcurre al lado de un pantano en el que unas mujeres se emborrachan felizmente, pensé en el inicio de Las noches de Cabiria, donde el personaje de Giulietta Masina le muestra a su amante oscuro un lugar para ella maravilloso pero que son las cloacas de Roma. Los cineastas que me interesan tienen humor negro necesario para afrontar la vida.

Me gustaría preguntarte de forma específica por el sonido, que potencia el extrañamiento de la película y que me hizo pensar en la obra de David Lynch.

Desde el principio del proyecto, tenía claro que quería trabajar de forma igualitaria el poder de la imagen –a través de planos secuencia fijos que atrapan a los personajes en su cotidianidad– y el sonido. Mi idea era retorcer sonoramente el ambiente natural, partiendo de un naturalismo para transformarlo en algo extraño, pero sin introducir ruidos maquinales. Me costó encontrar ese camino, porque no era algo fácil de transmitir a mis compañeros de creación. Pero Eva Valiño y Alejandro Castillo entendieron mi necesidad de contraponer el naturalismo poderoso a lo experimental (que también está y representa lo esotérico). También los compositores Paloma Peñarrubia y Alejandro Levar se apuntaron a la mezcla de naturalismo y psicodelia. En cuanto a la influencia de Lynch, es algo que seguro que está en mí, porque adoro su cine. Pero mi impresión es que esta película está más próxima a un cine más independiente, más europeo, a una cierta evolución del neorrealismo, algo completamente alejado del trabajo en gran estudio.

Antes has mencionado que podrías haber hecho mil películas diferentes a partir de los materiales e historias con las que trabajaste. ¿Cómo fue el proceso de montaje de la película?

Pues imagínate. Después del largo proceso de preparación y rodaje, llegué a la sala de montaje muy agotada. Por suerte, estaba acompañada de José Luis Picado, que como extremeño sentía un vínculo personal con la película. El montaje fue meticuloso. Hicimos múltiples pruebas revisando todo el material. Para mí, era importante encontrar una buena factura técnica, porque creo que en el cine independiente también tiene que existir una alta exigencia técnica. Hicimos muchas pruebas con el material y debo decir que el resultado final terminó pareciéndose bastante a lo que establecimos en el tratamiento de guion. Aunque el montaje también nos deparó hallazgos notables, como un juego soterrado con el suspense que fuimos potenciando en la posproducción.

Fotografía del rodaje de «Destello bravío» @Fernando López

Destello bravío ha participado y ha ganado premios en diferentes programas de work-in-progress y ayuda a la posproducción de festivales como Abycine, Gijón, el Rec Tarragona. ¿Cómo ha sido la experiencia de participar en esas actividades de mercado?

Han sido experiencias muy buenas. Esta película se ha hecho a fuego lento. Durante el rodaje, no tenía del todo claro cómo iba a financiar la posproducción pero todo se fue dando. Fue relevante la incursión de Luis Miñarro con su Eddie Saeta que vio un montaje de la película por medio de Lorena Morín (directora del MECAS) y le atrapó el destello, así que decidió entrar como coproductor; es un productor que ama el cine. Tuvimos, además, la suerte de que nos seleccionaran en estos programas y de ganar algunos premios, que nos sirvieron de empujón. En Abycine recibimos un premio económico y, como en los otros festivales, pudimos empezar a entrar en contacto con la industria. Contar con la opinión de programadores y otros expertos del sector, fue una ayuda, algo bonito. En el Rec Tarragona ganamos el premio Distribución Internacional que consistía en la realización de un DCP y su distribución (En el laboratorio Eclair). En Gijón también ganamos al WIP y nos apoyaron con sala en el laboratorio Deluxe. Cuando no se cuenta con una gran infraestructura industrial, cada ayuda es fundamental.

¿Qué sientes al poder presentar tu película en un festival como Rotterdam? ¿Qué recorrido te gustaría que tuviese la película?

Cuando decidí hacer esta película, sabía que me estaba metiendo en un lío, pero no sabía lo largo, intenso y exigente que sería el proceso. Cuando algunos programadores empezaron a entusiasmarse con la película, fue una absoluta felicidad. Cuando nos invitaron a participar en la Tiger Competition de Rotterdam, la Sección Oficial del festival, fue una noticia maravillosa. Es bonito que un certamen arriesgue en su apuesta por esta película. Estoy segura de que será emocionante, aunque también es verdad que no poder viajar al festival y no poder estrenar mi película en un cine lo siento como una pérdida: ¡Nos han robado algo! Es una película muy sensorial, cargada de simbolismo y detalle. La hemos hecho pensando en la sala de cine. Parece que la película tendrá un bonito recorrido por otros festivales. Y mi deseo principal es poder acompañar físicamente a la película en su recorrido, espero que por pantallas grandes.

Para terminar, quería comentarte que, en los últimos años, he ido viendo diferentes películas de jóvenes realizadores y realizadoras españolas que, como tú, parten de lo real para ahondar en territorios fantásticos, surrealistas, o en vías poéticas heterodoxas. Me refiero, por ejemplo, al trabajo de Chema García Ibarra, con su mezcla de elementos costumbristas y de ciencia ficción; o la obra de Elena López Riera y su abordaje a lo religioso y lo atávico, una herencia de Pasolini y Eustache; o también el mediometraje Los páramos de Jaime Puertas. Me parece muy interesante esta confluencia de intereses.

Me gustó mucho el cortometraje Los que desean de Elena López Riera. Me parece un buen ejemplo de un trabajo en torno a lo real que trasciende los límites de lo que conocemos por documental por su poética. Los cortos de Chema García Ibarra también me interesan mucho, me encanta su sentido del humor. Tengo muchas ganas de ver sus primeros largometrajes. No lo sé ahora con exactitud, pero creo que ellos, como yo, trabajan muy cerca de su tierra de origen y reinventan ese territorio a su manera. No lo hemos hablado, pero una de las temáticas principales de Destello bravío es la idea de un pueblo parado en el tiempo que esta menguando, desapareciendo, y que se aferra a unas tradiciones milenarias. Los habitantes del pueblo se aferran a los últimos resquicios de su vida pasada, y la llegada de un mundo globalizado, homogeneizado, al servicio de un determinado sistema económico, se percibe como un peligro.