Manu Yáñez

Desde el estreno, en el Festival de Locarno de 2015, del cortometraje Eco, los de Otros Cines Europa no hemos dejado de seguir la pista del cineasta gallego Xacio Baño. Su obra, tensada sobre el eje que conecta imagen y palabra, ahonda en las claves de la constitución de la identidad humana, de la memoria a la autorrepresentación, pasando por la vida en sociedad. Non te vexo, que ahora se presenta en la competición LAB del Festival Internacional de Cortometrajes de Clermont-Ferrand, prolonga el trabajo de Baño en el seno de un cine ensayístico, que en este caso traza una audaz, elusiva y lúdica crónica de la evolución de las imágenes fotográficas, desde las fisuras de las instantáneas analógicas hasta las impurezas de la imagen digital. Para desentrañar los misterios de Non te vexo, atendemos a las lúcidas reflexiones de un director que ha hecho de su praxis fílmica una forma vivaz de pensamiento cinematográfico.

Non te vexo puede verse como una película sobre la ausencia, desde la primera escena, en la que escuchamos un diálogo sobre la pantalla en negro, hasta la secuencia final, en la que aparecen unas figuras humanas a las que no les vemos el rostro. Esta idea de la ausencia ya funcionaba como eje vertebrador de tus cortometrajes Eco y Augas abisais. ¿Cómo relacionarías Non te vexo con tu obra previa?

El plano final de Augas Abisais, la foto de un soldado de la guerra civil comida por los bichos durante 80 años hasta eliminar el propio rostro, sirvió de disparadero para Non te vexo. Tengo que reconocer que tengo un hartazgo con las imágenes. Ya no sólo una desconfianza, que también. Ante el caudal, su evolución, y presencia en cada uno de los momentos de nuestro día, necesito crear desde su ausencia. Como si fuera un reducto de tranquilidad y de reposo. Y porque ese es siempre el reto: rodar lo que no se puede ver.

Non te vexo nació en la pandemia. Mientras todo el mundo se afanaba por hacer piezas, crear obras relacionadas con el COVID y el sismo que creó, a mí el cuerpo lo que me pedía era revisar. Revisar lo hecho hasta ese momento (rebuscar en brutos de anteriores trabajos) y trabajar, otra vez con el descarte, con lo ya creado. Pero esta vez con el descarte ajeno. Así que me embarqué en un trabajo de búsqueda y de localización de fotografías descartadas por otra gente, con defectos, con dobles exposiciones, recortadas, veladas, etc… Sin un fin claro. Solamente tenía el impulso de tocarlas y pensar en ellas. También porque quería empezar la pieza por el fondo, por una atracción, y después encontrar la historia que la uniera. Un poco esquivando el camino que ya he andado.

Además, tenía claro que quería hacer una pieza más ligera, que jugara con el espectador (por eso la segunda persona del singular en el título), que jugara al cucú con ellos, que le omitiese conscientemente resoluciones narrativas.

Non te vexo me ha parecido un tratado apasionante sobre la creación fotográfica. En el cortometraje, muestras cómo, a través de la fotografía, el ser humano intenta fijar su presente y su identidad; sin embargo, las instantáneas tienden a ser difusas y maleables. Las fotografías de Non te vexo registran una realidad esquiva y, en tus manos, se prestan a la fabulación. ¿Cómo definirías tu concepción de la creación fotográfica?

Hace poco leí que Platón, para resolver el problema del tiempo, inventó el concepto de la eternidad. Me parece que eso subyace también en la pieza. Esa necesidad de quedar y perdurar. En esa selección previa de fotografías con defectos e imágenes negadas (rechazadas, recortadas, desechadas) quería buscar la contramáscara de esa eternidad. Y en esa fisura, encontrar una película.

Una imagen, cuando tiene fisura, abre la puerta al otro. Aparecen muchas más lecturas. Sobre todo porque estas fotografías con defectos ponen de relieve que hay alguien que mira, hay alguien que hace la foto. A veces, al ver imágenes limpias y perfectas, se nos olvida que hay alguien que ha mirado, que ha encuadrado.

Y, como cineasta, reparar en que la imagen debe decir más del que mira que de lo mirado, es algo en lo que quería profundizar. Porque, al final, ante una fotografía cada uno hace una lectura distinta, e imágenes de otros pueden servir para contar nuestra vida.

En los entresijos de Non te vexo anidan algunos apuntes fascinantes sobre el pasado y la naturaleza humana. Me ha parecido genial tu idea de recrear unas viejas fotografías de bebés en las que las madres aparecen ocultas detrás de telas que se mimetizan con el fondo. Esto me hizo pensar tanto en la condena a la invisibilidad de muchas mujeres como en la necesidad primordial que tienen los bebés de “ver” a sus madres. ¿Cómo diste con esas viejas fotografías?

Muchas de esas fotografías son compradas en webs de segunda mano. Lugares como todocolección o ebay son espacios en donde encuentro este tipo de materiales. No ha sido fácil, y he dedicado mucho tiempo a encontrar el material. La gente no vende las fotografías con defectos, porque no las valora: ¿quién va a querer fotografías con dedos en la imagen?

En el caso de las Hidden Mothers, estas imágenes donde las madres se escondían debajo de una tela para darle a su bebé la calma necesaria para la fotografía, sí que son muy cotizadas. Existen libros sobre colecciones de este tipo de imágenes. Y muchas alcanzas precios altísimos, sobre todo las de la época de la Inglaterra victoriana.

Esta recreación del momento Hidden Mother era algo que queríamos probar desde el inicio. Y, aunque tenía mis dudas sobre si la pieza iba a querer personas de carne y hueso filmadas, al final siento que crea un acercamiento al acto fotográfico, desde una distancia al retratado, que favorece que el espectador entre mejor en la película. Y, por supuesto, tienes razón en lo que dices: la técnica de tapar a la madre con una tela de una manera tosca crea y muestra una verdad mayor.

La deslumbrante recta final de Non te vexo propone una muy audaz correspondencia entre algunos pesares del pasado –memorias de la guerra, historias de desamor– y una cierta sensación de desamparo contemporáneo, que presentas bajo el prisma de una imagen digital muy descompuesta. ¿Cómo se te ocurrió trabajar con esta forma de puntillismo digital?

La obra, por un lado, trata la creación de nuestra imagen para ser vista, sobre nuestros retratos. Por el otro, habla del peso o de la importancia de las imágenes. En cómo ha ido evolucionando la importancia de ellas en nuestra sociedad.

En ese incremento exponencial sobre la fotografía, en esa deriva del fin propio de la misma, de ser a estar, me parecía imprescindible terminar la pieza con los retratos que compartimos desde Tinder. ¿Cómo nos vendemos? ¿Qué imagen es la que mejor nos define? ¿Qué mostramos? Esto, apoyado con textos que he ido encontrando en perfiles de la aplicación, me sirvió para cerrar la pieza en esa deconstrucción del yo en pequeños puntos y tags vitales. Y el patrón es evidente: mucha gente que se esconde tras paisajes, espaldas, gafas, y escorzos que dificultan ver.

Para crear esas imágenes, esa deconstrucción en píxeles en el espacio, trabajamos con el sistema LiDAR de creación de imágenes con profundidad (eje Z) y con varias aplicaciones del teléfono móvil. Así también había una deriva y evolución de la imagen: desde el negro inicial, al Súper 16mm, terminando con imágenes creadas con el teléfono móvil y animadas en posprodución. Aquí quiero remarcar el trabajo de sonido de David Machado, que ayudó a esta transición y a que una pieza de manos y fotos se expandiera delante del espectador.

En Non te vexo van apareciendo múltiples dispositivos que presentación y ocultamiento de la imagen: lentes de aumento, un mosaico de fotografías con partes recortadas, negativos de fotografías superpuestos sobre imágenes de la naturaleza… ¿Cómo fue tomando forma el cortometraje? Su estructura transmite una sensación muy orgánica, casi lúdica.

Al final hay una evolución y un eco con anteriores piezas. Aunque uno escape de sí mismo para no saber y aprender, siempre aparecen los lugares ya conocidos. Para el inicio, ese momento en negro, teníamos una idea inicial que no acabó de cuajar: poner al espectador a escuchar una película de zombies-terror con audiodescripción. Tenía que ver con la alienación de la imagen (zombies), pero quien vio esa versión, necesitaba saber más de ese inicio. Así que decidimos ir a ese momento descriptivo de imágenes que no vemos, como hizo Jean Eustache con Les Photos d’Alix.

Después la pieza avanza en una suerte de reverberación de Augas abisais, con un dispositivo en el que se enciende y se apaga una luz y cambia la imagen que vemos. Para luego ir metiéndonos en lo material de las imágenes: recortes, apuntes a mano, y el propio negativo en cristal, tratando de introducir lo real de esos lugares abandonados en la imagen. Y en ese ir metiéndonos dentro de la fotografía, penetrando en ella, tenía que llegar ese momento digital en donde se crea información desde negro.

Tu prolífica labor en el ámbito del cortometraje sugiere una forma de creación y producción artesanal, además de bastante optimizada. ¿Crees que has encontrado un método ideal para tus intenciones?

No sé si es mi distancia. Sé que me interesa defender, en todos los ámbitos de mi vida, lo que no está en el centro. Y ahí el cortometraje es una suerte de “juego” a ojos de los que saben. Y lo que también busco y encuentro en el corto es precisamente ese juego que el largo casi nunca permite. Porque hay que acertar. Porque hay demasiado dinero y demasiada gente a la que hay que agradar. Antes y después de hacer la película. Y, por supuesto, el corto me genera otros tiempos entre obra y obra. Me permite filmar una pieza cada año, y no una cada cuatro años. Al final uno hace cine porque es feliz haciéndolo, no pensándolo en hacer (que también, pero menos).

Es más, los largos a veces llegan demasiado tarde para el proceso creativo del creador: todo está cerrado, todo está aprendido, ya has pisado ese camino que tantas veces has imaginado en la cabeza. Y ahora ¿qué o para qué rodamos? El rodaje tiene que ser una transformación, no una reafirmación. Si hago cine también es porque mi voluntad es la del alumno, la de aprender. Además, muchos de los directores que más respeto y admiro han compaginado largos y cortos con total normalidad.

Lo que apuntas de lo artesanal, también es muy importante para mí. Poder tocar. Mancharme las manos. Y buscar esa depuración narrativa que encuentre el hueso de la historia.

¿Tienes algún proyecto de cortometraje o largometraje entre manos?

Ahora mismo estoy terminando otra pieza corta ensayística que vuelve a tratar nuestra relación con las imágenes y, en este caso, con la IA. Se titula Platónico, Platónica, y se estrenará próximamente. También estoy filmando un largo titulado Después de las ciudades que habla de nuestra relación con el viaje en el siglo XXI. Hecho con la esencia del viajero que quiere descubrir, con la del cineasta que se quiere perder. Esta película también parte de material de archivo, postales escritas de Santiago de Compostela. Y la estamos haciendo poco a poco y con las manos. Espero tenerla acabada para 2025.