(Imagen de cabecera: Liminals de Jeremy Shaw)

Manu Yáñez

Entre el 19 y 22 de abril, el centro cultural Tabakalera (San Sebastián) acoge la presentación del programa público “exÓrbita. Cine, cuerpos y espacios liminales, organizado por el grupo de estudiantes de la especialidad de Comisariado de Elías Querejeta Zine Eskola. A continuación, presentamos una entrevista con Paul Bonnarme, miembro del equipo programador del ciclo, que ahonda en las dinámicas de creación y producción de esta experiencia de “programación colectiva”.

El programa “exÓrbita. Cine, cuerpos y espacios liminales” se presenta como el resultado de la asignatura “Una semana”, impartida en la Elías Querejeta Zine Eskola por Gonzalo de Pedro. ¿Qué valores de esa experiencia pedagógica aparecen recogidos en la programación?

exÓrbita fue ante todo un ejercicio de programación colectiva, que creo que se refleja en la propuesta final. El ámbito de trabajo, acompañado por Gonzalo de Pedro, fue bastante libre: grupos de discusión regulares en los que todos pudimos proponer líneas de pensamiento, cuestiones estéticas y políticas. Fue viendo Liminals de Jeremy Shaw, propuesta por Gonzalo, que nos gustó a todas, cuando decidimos orientar la propuesta en torno a la liminalidad. La elección de un tema suficientemente amplio como este permitió que cada una lo asumiera y lo alimentara con referencias. A continuación, el programa se elaboró en función de las afinidades colectivas, pero también de las limitaciones propias de la materialización del proyecto.

La transversalidad temática y disciplinar del proyecto (cine, videoinstalación, performance) tiene que ver con la propia pedagogía de EQZE, pero también con su situación y el diálogo con las otras instituciones presentes en Tabakelara, que nos invita diariamente a ampliar nuestra manera de concebir el objeto fílmico. La escuela es también un lugar de encuentro entre personas de diferentes lugares y contextos. Creo que de este diálogo transtópico y transnacional surge un programa que lo contiene en su interior.

¿Cómo ha sido exactamente el proceso de “programación colectiva”?

Cada una de nosotras tiene experiencias diferentes dentro del ámbito fílmico: algunas procedemos de la creación cinematográfica o plástica, otras ya han trabajado en la producción de películas o festivales. En cuanto a la programación, durante las reuniones, cada una de nosotras propuso lecturas y películas que luego debatiríamos. Después de haber definido el eje de programación en el que cada una participaba, nos dividimos en grupos según los ámbitos de realización: producción, comunicación, invitadas…

Antes mencionabas el referente central de Liminals. ¿Podrías extenderte sobre su relevancia?

Liminals, de Jeremy Shaw, nos ayudó a orientar el programa. Habíamos hablado sobre cómo el cine puede recuperar una dimensión experiencial, ritual, incluyendo al espectador más allá del límite corporal, una dimensión que está presente en la película de Shaw. Así pues, a partir de la noción de liminalidad, que hace referencia a la fase central presente en las experiencias rituales, en particular los ritos de paso, empezamos a trazar una trayectoria de programación, desde la fluidez corporal, entre lo humano y lo no humano, hasta la fluidez meta cinemática, entre la experiencia virtual y la real.

En el programa de exÓrbita se percibe un equilibrio entre obras canónicas y piezas menos conocidas por la cinefilia. ¿Cómo se ha dado esta circunstancia?

Creo que esto viene del hecho de que no queríamos hacer una distinción entre cortometrajes y largometrajes, entre lo desconocido y lo reconocido. Creo que había un deseo de no jerarquizar las formas y de mantener un diálogo entre obras clásicas y películas que juegan con una ruptura canónica o formal.

El programa de exÓrbita ofrece una mirada expansiva en términos geográficos e históricos. ¿Cómo se fue acotando el alcance del programa?

Tampoco en este caso fue algo consciente. El origen de esta amplitud de miras puede venir de la constitución del grupo de programadoras, pero sobre todo del discurso y de la manera de ver las cosas; es decir, de proponer una reflexión sobre la fluidez, ya sea geográfica, histórica o formal. También existe, hoy en día, con las herramientas que tenemos, otra manera de relacionarse con las películas y las diferentes formas. Es posible pasar de un documental antropológico como Les maîtres fous a una película en creación digital como Fest, rompiendo la jerarquía entre las obras en un proceso de reapropiación.

Además de las proyecciones de cortometrajes y largometrajes, exÓrbita incluye la presentación de una instalación del colectivo Los Ingrávidos. ¿Cómo surgió la idea de dar cabida a proyectos situados en los márgenes de la experiencia fílmica tradicional?

En la perspectiva del ciclo, que reflexiona sobre los límites del cuerpo en relación con el cine, era importante proponer modos de exhibición que rompieran con el dispositivo clásico del visionado y situaran a la espectadora en el centro, en una aproximación más física y sensorial, donde la obra se entendiera de una manera más holística. El tríptico Tierra en Trance presentado por el colectivo Los Ingrávidos nos pareció una buena manera de vivir este tipo de experiencia, tanto ritual como física.

¿Qué desafíos logísticos conlleva la preparación de un ciclo de proyecciones como el de exÓrbita?

En primer lugar, había que pensar el ciclo en relación con los espacios de Tabakalera, un lugar que forma parte de un contexto preciso con su público y sus maneras de hacer las cosas: ¿qué dispositivos de exposición, qué organización del espacio? También, desde el punto de vista de la producción, ajustar el programa al presupuesto, desarrollar un calendario que se ajustase al público habitual de la sala, coordinar bien al grupo con los equipos de Tabakalera y EQZE; dentro de cada grupo (comunicación, producción, invitados) coordinarse bien y hacer circular la información.