Una de las películas más singulares, y aparentemente (y solo aparentemente) alejadas del universo de su autor, el norteamericano Wes Anderson. La adaptación de un cuento de Roald Dahl se convierte en una luminosa cinta de animación que reúne todos las obsesiones de Anderson bajo una forma nueva. Si el cine de Wes Anderson está plagado de personajes melancólicos, caminantes encorvados por un pasado doloroso, siempre en busca del espacio en el que fueron felices, siempre queriendo regresar a casa. Por eso resulta llamativa la manera en que los personajes de esta película miran hacia delante, buscando la utopía en los días venideros Así, puede leerse como una reivindicación, casi revolucionaria, de una vida salvaje, que no inocente, además de una reflexión atípica sobre las esclavitudes de la vida adulta, con sus peajes y sus renuncias. Si el libro de Roald Dahl en el que se basa narraba la fundación de algo así como una cultura underground, la versión de Anderson termina con un puño en alto, un canto a una vida auténtica y liberada. GdPA

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