La sala alternativa madrileña sigue con su apuesta de fondo por la recuperación de clásicos de género en pantalla grande, reivindicando la experiencia de ver en común aquellas películas que se concibieron así, para ser exhibidas y disfrutadas en una sala de cine, en diálogo con otros espectadores.
Ahora le ha tocado el turno a la fundacional Freaks de Tod Browning, película fundadora no solo del propio término de “monstruo” como definidor de aquellos “otros”, fuera de la norma, inaceptables para los bienpensantes y guardianes del buen gusto, sino de una corriente cinematográfica (y cultural) que hace de la reivindicación de lo monstruoso su bandera como camino de subversión y denuncia de lo hipócrita. Porque, como dijo Jordi Costa: “Mirar monstruos no nos convierte en legítimos degustadores de cultura basura. Sólo lo seremos cuando en la mirada del monstruo reconozcamos a un hermano espiritual”, la contemplación de lo monstruoso en sí mismo, como un espectáculo de lo feo y lo grotesco es deleznable si se su función es la propia contemplación, pero puede ser una vía de conocimiento, crítica y denuncia si en ese ser deforme reconocemos a un “hermano espiritual”. Todos somos monstruos. Ya lo sabía Browning.
