Página web del D’A – Festival internacional de cinema d’autor de Barcelona.

PORTO. Gabe Klinger. 76 minutos. Portugal, Francia, Estados Unidos, Polonia. Con Anton Yelchin, Lucie Lucas, Paulo Calatré. FUERA DE COMPETICIÓN.

En Porto, el director de origen brasileño Gabe Klinger (que debutó tras las cámaras con el documental Double Play: James Benning and Richard Linklater) filma su particular oda al celuloide y a la ciudad portuaria portuguesa a través de tres formatos (8, 16 y 35 milímetros) que conviven en la ficción. Klinger tenía la intención inicial de emplear un formato distinto para cada uno de los tres bloques en los que se estructura su relato, pero su montaje definitivo se deja llevar por la intuición permitiendo que imágenes con texturas distintas choquen entre sí, tal y como lo hacen los recuerdos dispares en nuestra memoria. La noche compartida por dos jóvenes desconocidos –la francesa Mati (Lucie Lucas) y el estadounidense Jake (Anton Yelchin)– será el corazón de un film de narrativa tenue, vaporosa, que parece existir solo para evocar esas horas fugaces de felicidad. Aunque los amantes sepan que para ellos no existe un mañana, se resistirán a olvidar lo vivido, por lo que la película invocará una y otra vez fragmentos de ese encuentro hasta reconstruirlo desde tres puntos de vista: el de Jake, el de Mati y el de Jake y Mati.

Las fugas, los sueños y los deseos de los dos personajes se manifestarán también en imágenes sin que el film busque distinguir entre lo real y lo imaginario o entre pasado y presente. La elección del formato será, eso sí, esencial para evocar ciertos instantes vívidos: el rojo del paraguas de Mati atravesado por las luces nocturnas de la ciudad solo podrá invocarse en 8mm, mientras que la mirada de los amantes en la cama será inimaginable sin el Scope en 35 mm. A la postre, serán varios planos desvaídos, casi de otro tiempo, los que definirán el tono e imaginario de un relato pasional que le debe tanto a Philippe Garrel y a Wong Kar-wai como a Chantal Akerman, a quien está dedicada la película. ¿Es posible que las inesperadas muertes de la directora belga (que grabó una breve voz en off para el film) y del actor Anton Yelchin hayan dejado un poso melancólico en las imágenes de Porto? Sea como fuere, y pese a lamentar las debilidades de su guión (ciertos diálogos son resabidos y forzados), nada puede frenar el ímpetu cinéfilo-vital del film. Carles Matamoros

EL FUTURO PERFECTO. Nele Wohlatz. 65 minutos. Argentina (2016). Con Xiaobin Zhang, Saroj Kumar Malik, Mian Jiang.

Después de codirigir Ricardo Bär junto a Gerardo Naumann, Nele Wohlatz –directora nacida en Alemania y afincada en Argentina– presenta una obra de gran lucidez, en la que el relato está condicionado por las formas verbales que la protagonista pronuncia desde el inicio hasta final de la cinta. El futuro perfecto está compuesta por dos tramas paralelas que no dejan de interactuar. En la primera, la inmigrante china Xiaobin (Xiaobin Zhang) está aprendiendo español en una academia de Buenos Aires. Su profesora conduce la lección preguntándole sobre su llegada a Argentina y su proceso de adaptación. Tras dicha escena, aparecerá la segunda trama, que consiste en la reconstrucción de los primeros días de la protagonista en su nuevo hábitat y que tiene como principal hilo argumental su encuentro con un inmigrante de la India que termina siendo su pareja. Sin embargo, Xiaobin tiene dificultades para seguir contando este episodio vital a la maestra. Al no dominar los modos condicional y subjuntivo en la lengua española, la adolescente no sabe cómo expresar las dudas y los miedos que sentía, o ese futuro perfecto que proyectaba con su novio. La película da un giro asombroso cuando Xiaobin asiste a su primera lección del condicional. En ese momento, la segunda trama se ramifica y ofrece tantas posibilidades como facilita el uso de este tiempo verbal, es decir, infinitas. Tocada por el minimalismo de Rohmer y con una segunda mitad que evoca el trabajo de Hong Sang-soo, El futuro perfecto devino uno de los mayores descubrimientos de la última edición del Festival de Locarno. Carlota Moseguí

LE PARC. Damien Manivel. 71 minutos. Francia (2016). Con Maxime Bachellerie, Naomie Vogt-Roby, Sobéré Sessouma.

Esta pequeña película francesa, la segunda dirigida por Damien Manivel después de Un jeune poète, se estrenó mundialmente en la sección paralela ACID del Festival de Cannes, dedicada al cine francés más independiente. El film pasa de lo encantador a lo misterioso de una manera fluida e intrigante. Es una película pequeñísima que transcurre en un parque y tiene solo tres personajes. En lo que podría considerarse su “primer acto”, conocemos a dos adolescentes que tienen una de sus primeras citas en ese parque y hablan de cosas banales y se hacen las preguntas que se suelen hacer en este tipo de citas mientras caminan por el lugar. Después de unas horas él se va y ella se queda.

Las cosas empiezan a cambiar cuando ella recibe un inesperado mensaje de texto de él que conduce a una larga sesión de mensajes que Manivel filma solo con un plano fijo de la cara de ella y los textos en pantalla. Tras el intercambio empieza otra película, una en la que la protagonista se va internando en el parque por la noche tratando, literalmente, de deshacer lo andado mientras un guardia de seguridad la vigila y/o persigue. Con poquísimos elementos, un gran manejo de los tiempos, yendo del romance al suspense y de regreso al humor (y a empezar todo otra vez), en apenas 70 minutos, Manivel construye una película delicada y sorpresiva, luminosa y oscura a la vez, y sin temer jamás al ridículo. Diego Lerer

GODLESS. Ralitza Petrova. 99 minutos. Bulgaria, Dinamarca, Francia (2016). Con Irena Ivanova, Ventzislav Konstantinov, Ivan Nalbantov. FUERA DE COMPETICIÓN

Esta ópera prima búlgara es otro triunfo de la sordidez, el sadismo y la crueldad. No caben dudas de que Petrova es una directora competente y hará carrera, pero más allá de la solidez narrativa, Godless no es un film que quiera rescatar ni mucho menos defender. La historia está contada desde el punto de vista de Gana (Irena Ivanova), una mujer gris, poco atractiva y nada simpática que se gana la vida como médica a domicilio para ancianos seniles. Pero su principal fuente de ingreso consiste en robarles sus documentos de identidad para luego venderlos en el mercado negro, donde se usarán para diversos fraudes. Imperturbable frente al daño que ella y sus seres cercanos van causando, la vida de Gana parece empezar a cambiar cuando conoce a un viejo que participa en un coro. El canto la conmueve y empieza a interesarse por su vida ¿Será suficiente para una segunda oportunidad o una redención? La respuesta hay que buscarla en el mundo de Petrova, discípula con honores del cine de Alejandro González Iñárritu y tantos otros. Los méritos formales y visuales (en pantalla 4:3) quedan esta vez sepultados por una mirada recargada y machacadora sobre los efectos del capitalismo salvaje en la vida del ciudadano medio. Diego Batlle

LA LARGA NOCHE DE FRANCISCO SANCTIS. Francisco Márquez, Andrea Testa. 78 minutos. Argentina (2016). Con Diego Velázquez, Laura Paredes, Valeria Lois. FUERA DE COMPETICIÓN

Seleccionada en la sección Un Certain Regard del pasado Festival de Cannes, La larga noche de Francisco Sanctis es una adaptación libre de la novela homónima de Humberto Constantini que brilla por la sobresaliente interpretación de Diego Velázquez. Andrea Testa y Francisco Márquez –dos directores noveles nacidos después de la dictadura– son los autores de este homenaje a los desparecidos (o ‘chupados’, como se les conocía en aquellos tiempos). Cabe señalar que no estamos ante una adaptación fiel de la obra de Constantini. Aquellos que deseen revivir al pie de la letra la odisea nocturna que describió el novelista argentino probablemente no disfrutarán del visionado de este film en el que Testa y Márquez han deconstruido la fuente original, planteando incluso un desenlace alternativo. La larga noche de Francisco Sanctis es mucho más que un relato épico sobre un hombre que pone en peligro su vida (y la de su familia) para salvar a dos secuestrados. El film no da a conocer la sucesión de acciones que llevó a cabo el personaje de Francisco Sanctis en la ficción de Constantini cuando dudaba entre socorrer, o no, a aquella pareja de desconocidos. La película es un plano subjetivo de setenta y siete minutos sobre el pensamiento más trascendente del protagonista de esta novela escrita como un monólogo interior: su decisión de intervenir sin importarle las consecuencias. Así, La larga noche de Francisco Sanctis es una recreación visual de la evolución psicológica de su protagonista: del tránsito entre seguir perteneciendo a una mayoría silenciosa, miedosa y ciega, a convertirse en otro mártir anónimo de la dictadura por defender lo correcto. Carlota Moseguí

APPRENTICE. Boo Junfeng. 115 minutos. Singapur, Alemania, Francia, Hong Kong, Qatar (2016). Con Firdaus Rahman, Wan Hanafi Su, Mastura Ahmad.

Este segundo largometraje del director de Sandcastle (presentada en la Semana de la Crítica de Cannes 2010) narra la odisea personal de Aiman, un oficial de policía de 28 años que es transferido a una cárcel de máxima seguridad de Singapur, donde además se cumple con la pena de muerte que existe en ese país. Allí se convertirá en el aprendiz de un veterano verdugo ya próximo a retirarse, que le enseñará todos los pormenores del “oficio”, con el plus de que el protagonista ha perdido a su padre precisamente por la pena capital. La película –más allá de la dureza del tema y de la ambientación– está narrada con una sobriedad, una convicción y una precisión infrecuentes en este tipo de historias que suelen caer en la denuncia horrorizada. Aquí, por suerte, hay más cine y hondura psicológica que dictadura de la corrección política. Diego Batlle

KÉKSZAKÁLLÚ. Gastón Solnicki. 72 minutos. Argentina (2016). Con Laila Maltz, Lara Tarlowski, Katia Szechtman.

Kékszakállú (2016) ofrece el retrato de diversas mujeres jóvenes de una clase social argentina abastada que se encuentran en estados indeterminados: con sus propios cuerpos, entre sus amantes y amigos, encarceladas en el aburrimiento de sus pisos en la urbe y en sus casas de campo, en una cultura marcada por la crisis económica y espiritual. El horror lo definen los cuerpos en estado de alienación y la ausencia de estímulos no necesariamente vitales, sino sociales y emocionales. La gran paradoja de estar en un lugar, como Punta del Este, en Uruguay, diseñado para el lujo, para el placer y el ocio, pero donde de alguna forma estos personajes terminan encerrados, descubriendo el lago de lágrimas que pueden ser sus propias piscinas.

Dicha relación entre el ser humano y el espacio arquitectónico que lo rodea es una constante en toda la película, algo que tiene un impacto directo en la puesta en escena, que apuesta por un naturalismo que tantea las formas teatrales. El artificio de la cámara y su encuadre estudiado se va desarrollando en momentos prolongados de languidez y relajado tedio. Antes de que aparezca el título de la película en pantalla, después de unos 20 minutos de metraje, las figuras humanas parecen flotar aturdidas en ese limbo de imágenes rígidas. Cuerpos vaciados de emoción y presos de una arquitectura fría, de concreto. Kékszakállú estudia la pérdida de la capacidad de mirar al otro y dejarse conmover por las imágenes del mundo. Quizá sea también un retrato de la autosuficiencia que engendra el capitalismo en las clases sociales en ascensión, un miedo a ser menos fuerte, a ser tomado por el otro como esclavo o de ser engañado, de ser atraído por el otro. Renan Camilo

L’INDOMPTÉE. Caroline Deruas. 98 minutos. Francia (2016). Con Clotilde Hesme, Jenna Thiam, Tchéky Karyo.

Axèle (Jenna Thiam) es fotógrafa. Camille (Clotilde Hesme) es escritora. Ellas son dos de los artistas de las más diversas disciplinas seleccionados para una hacer una residencia anual en la Villa Medici, histórica y señorial sede de la Academia Francesa en Roma. Axèle va sola, pero Camille se instala con su marido (Tchéky Karyo), un insufrible escritor ya consagrado, y su hija. La película en principio transita carriles más bien obvios (egos, traumas y miserias de los intelectuales, conflictos de pareja, enredos sexuales), pero poco a poco se va transformando en algo más inasible y perturbador que lleva el relato hacia la historia de fantasmas. Si bien nunca llega a ser una gran película, cuando la debutante Deruas apuesta a la negrura y cierta perversión buñueliana consigue momentos inquietantes. Diego Batlle