Hace ya unos cuantos años se puso de moda el término “concernismo” a la hora de hablar de un tipo concreto de alteraciones dentro del género de la ciencia ficción. En esta corriente, un pequeño cambio de paradigma no influía determinantemente en la organización global de las sociedades, pero sí suponía un gran cambio en las interrelaciones humanas. Her sería de algún modo en ejemplo perfecto del “concernismo” aplicado al cine de los últimos años: un hombre se enamora de un programa informático que cobra entidad propia y eso modifica toda su visión del mundo pero no el mundo como tal. En este sentido, Her no bucea tanto por los aspectos sociales como por los personales pero eso no supone un gran problema: si acaso, deja con ganas de más pero no de menos, y eso siempre es una ventaja. En Her tampoco se explotan todas las posibilidades de la premisa y hay ciertas fases de estancamiento pero también ahí podemos decir que recrea exactamente lo mismo que sucedería en una relación real, con lo que la propuesta es consecuente. Her es, seguramente, uno de esos casos donde el Oscar a mejor guión original se gana más por lo de original que por lo de mejor, pero en cualquier caso, la película de Spike Jonze tiene grandes virtudes, entre ellas una dirección que sabe calibrar perfectamente el tono entre ese brillo y ese mate con el que se resumen las grandes historias de amor. ER

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